Alivio para los golpes
La voz de las v¨ªctimas arroja luz sobre un tipo de violencia que afecta a todos los estratos
"Con las palabras no aprendes. Te tengo que adiestrar como a los perros", le dec¨ªa a Rosa su marido. Y tambi¨¦n le dec¨ªa: "El caballo monta a la yegua y yo te monto a ti". En la pared hay un cuadro que representa una botella de perfume llamado Desesperaci¨®n, con una mujer encogida en su interior. Al lado, un folio en el que est¨¢n escritos los turnos de limpieza de las zonas comunes. Del techo cuelgan papelitos de colores, como los restos de una fiesta. Estoy en un centro de mujeres maltratadas en Madrid. En ¨¦l, no s¨®lo se ofrece alojamiento a las v¨ªctimas, sino tambi¨¦n ayuda terap¨¦utica. Veintitr¨¦s mujeres y treinta ni?os est¨¢n viviendo aqu¨ª. Si nadie lo impide, al centro le van a quitar el 20% de la subvenci¨®n que ahora recibe.
"Cuando llegas aqu¨ª te crees que el tuyo es muy original, pero no, todos hacen lo mismo"
Los ni?os acaban de volver del colegio y est¨¢n viendo la tele. Mientras, sus madres me cuentan cosas sin dejar de observarles. Sandra aparenta unos 17 a?os, aunque tiene 21. Su novio la empez¨® a pegar enseguida que se marcharon a vivir juntos, cuando ella ten¨ªa 15. "La puerta de mi piso est¨¢ llena de hachazos", explica. Se fue a vivir con ¨¦l para escapar de casa, donde tambi¨¦n recib¨ªa palizas.
Tiene un aspecto tan infantil y fr¨¢gil que tumbarla de un golpe debe ser muy sencillo. Es muy parlanchina. Explica que le gusta la m¨²sica, que no le importa que le hagan fotos o que ahora, al levantarse cada ma?ana, saborea la alegr¨ªa de decidir c¨®mo se viste o si se pinta los labios. "?Qu¨¦ pone ah¨ª?", me pregunta Mari, de unos 31 a?os, se?alando un cartel. Contesto: "Yo s¨¦, yo puedo". Y una vez lo he hecho, me aclara: "Pues a las que llegan nuevas les pides que lo lean y, no falla, lo que leen es: 'No s¨¦, no puedo".
Una se?ora guapa y elegante, de ojos y andares decididos, se nos une. Tardo un buen rato en entender que tambi¨¦n es una v¨ªctima de los malos tratos. Cre¨ªa que era una terapeuta. Me cuenta que es cient¨ªfica, que tiene un buen sueldo y que viv¨ªa en una casa de tres plantas, con piscina. (Por tanto, al tener medios econ¨®micos, no tendr¨ªa derecho a ir a una casa de acogida). Viajaba, iba a fiestas, daba conferencias sobre agujeros negros. Y su marido, tambi¨¦n cient¨ªfico, la pegaba. Me sorprende. Por alguna raz¨®n yo cre¨ªa que una mujer culta y rica ser¨ªa m¨¢s dif¨ªcil que pasara por algo as¨ª. Al ver el informe de los peritos del juzgado sobre su caso, deduzco que el marido (que ella describe como un hombre culto, amante de la m¨²sica cl¨¢sica y los buenos vinos) la pegaba met¨®dicamente, como un profesional. Esta se?ora grab¨® una cinta de casete con los insultos y las amenazas ("perra, puta, zorra, tu madre es puta, te voy a dejar los cad¨¢veres de tus hijos en la puerta", y as¨ª durante horas). "Son los insultos", aclara con cierta iron¨ªa, "de un d¨ªa normal. Que otra cosa son los arrebatos".
Me la imagino decidiendo que ten¨ªa que comprar una casete para grabar esas palabras, y me la imagino yendo a comprarla, probando si funcionaba, camufl¨¢ndola en su escote, como hizo, esperando el momento propicio y escondiendo despu¨¦s el resultado en la alfombrilla del coche (¨¦l le registraba los bolsillos, el bolso, los disquetes y la ropa interior). Me sorprende que gastara la energ¨ªa en esto en lugar de marcharse de casa. Y como si me hubiese le¨ªdo el pensamiento, explica: "Las compa?eras del trabajo te dicen que no aguantar¨ªan el primer bofet¨®n, que eres masoquista, que te gusta que te peguen. Claro. Yo tampoco aguantar¨ªa el bofet¨®n de un desconocido en la calle. Pero ¨¦l no te da el guantazo de buenas a primeras. Primero te conquista, te adula, y cuando est¨¢s enamorada bajas la guardia. T¨² conf¨ªas en ¨¦l, piensas que nadie te quiere tanto. Entonces te somete".
El 25 de noviembre de 2001, esta mujer ley¨® un reportaje de Juan G. Bedoya en EL PA?S sobre la violencia. En un recuadro hab¨ªa "13 preguntas sobre el maltrato". Era un test. Si contestabas "frecuentemente" a alguna de las preguntas, pod¨ªa ser que estuvieras siendo maltratada. Ella contest¨® "frecuentemente" a todas, y eso le hizo darse cuenta de lo que le estaba ocurriendo. "Es gradual. Al principio te dice: 'Ese pantal¨®n no te queda muy bien, ?no?'. Con el tiempo, te arrancar¨¢ el pantal¨®n a guantazos. Es como un dios. No cree hacer nada malo. Por eso, no hay terapia posible para un maltratador. Pero no est¨¢ loco".
Por nuestro lado pasa una chica con un collar¨ªn, y todas la saludan. "He le¨ªdo que esto que nos pasa es el s¨ªndrome de la indefensi¨®n aprendida", prosigue la se?ora elegante. "Una rata ve una luz al final de la jaula. Va hacia ella y se encuentra comida. Lo aprende. Pero a veces no es comida, a veces es una descarga el¨¦ctrica. Al final, la rata ya no tiene capacidad de respuesta. No hace nada. ?l te castiga y te premia, te quiere y te pega. Y t¨² no haces nada, como la rata". Mari a?ade: "Un d¨ªa te da una paliza brutal. Luego, ya no le hace falta. Lo has aprendido, eres un animal. Pone el list¨®n del dolor muy alto, y sabes que a ese nivel puede llegar. El miedo es atroz".
Todas ellas insisten en hacerme comprender que el maltratador es el vecino amable que te sube las bolsas de la compra. Que es alguien que parece tener un alto sentido del honor, que a todo el mundo le parece un encanto. "En p¨²blico te abre la puerta y te cede el paso, pero en casa te hace entrar a patadas", resume la se?ora elegante. "No tiene resonancia afectiva. Y sabe mentir muy bien. En mi caso todos los hechos se han probado, ha testificado media ciudad, los vecinos... Pero ¨¦l no reconoce nada. Cuando me fui, les cont¨® a mis padres que estaba con otro hombre y ellos le creyeron".
Tambi¨¦n me aseguran todas que es f¨¢cil reconocer a un posible maltratador y a su v¨ªctima. "Es el hombre que afea la conducta de su mujer en p¨²blico ('?pero qu¨¦ torpe y que tontita eres!') y ella es la que baja la cabeza". Mari a?ade: "Tienes miedo y verg¨¹enza. Piensas que es todo por tu culpa. Que algo has hecho mal, porque al principio no era as¨ª. A m¨ª me dec¨ªa que estaba loca, que era paranoica, que ten¨ªa delirios irracionales. Y fuimos a retirar la denuncia los dos de la manita".
Laura no sab¨ªa que lo suyo fuesen malos tratos porque ve¨ªa a las mujeres sangrando en la tele, y su marido no llegaba a hacerla sangrar. "Primero me insultaba, luego me pegaba, luego me dec¨ªa que me abriera de piernas, y al terminar me escup¨ªa". El de Rosa (ese que quer¨ªa adiestrarla como a los perros) tambi¨¦n le escup¨ªa. "Es que cuando llegas aqu¨ª te crees que el tuyo es muy original, pero no, todos hacen lo mismo". Sonr¨ªe: "?l sabe lucha libre. Me dec¨ªa que las palizas me las buscaba yo por no ser musulmana como ¨¦l, por ser tan zorra como todas las espa?olas". Cuenta que la apart¨® de su familia y amigos. Que sol¨ªa repetirle que ojal¨¢ el hijo que esperaban fuese ni?o, porque, si era ni?a, saldr¨ªa puta como ella. Y que la pegaba en el vientre, pero despu¨¦s, eso s¨ª, le aplicaba Thrombocid, alivio eficaz para los hematomas.
Rosa gira la cabeza al o¨ªr unas carcajadas infantiles. Los ni?os est¨¢n viendo el v¨ªdeo de dibujos animados Buscando a Nemo. "Un d¨ªa pens¨¦ que, por culpa de ese hombre, mis hijos tambi¨¦n iban a ser maltratadores", murmura. Y a?ade: "El juez ha ordenado que tengan r¨¦gimen de visitas con el padre. Pero, si no estoy yo delante, ?qui¨¦n se va a poner en medio cuando les vaya a pegar?". Ahora, en la pantalla de televisi¨®n, vemos como un pez adulto le pregunta al pez beb¨¦ si se encuentra bien como para ir a la escuela, y el pez beb¨¦ le contesta que s¨ª. Entonces, el pez adulto exclama: "Pues dame la aleta que nos vamos". Esta frase les hace re¨ªr de nuevo.
A los pol¨ªticos: que vayan a los entierros
Las mujeres de este centro de mujeres maltratadas tienen las siguientes peticiones (casi ninguna con coste econ¨®mico) para el Gobierno:
- Que los representantes pol¨ªticos asistan a los entierros de las v¨ªctimas de los malos tratos, igual que asisten a los entierros provocados por el terrorismo.
- Que se hagan m¨¢s centros como ¨¦ste, sin discriminar por razones econ¨®micas. "Las casas de acogida, ?de qu¨¦ valen? S¨®lo pueden acceder a ellas mujeres sin recursos. Y la mayor¨ªa de maltratadas, sin ayuda, no habr¨ªan salido de esto".
- Que no se permita a una v¨ªctima ir a quitar la denuncia.
- Que sea obligatorio por parte de m¨¦dicos o profesores informar a la polic¨ªa de un caso de maltrato, igual que cualquier ciudadano est¨¢ obligado a denunciar un delito.
- Que no se permitan visitas de un padre maltratador a los hijos. "Dice el juez que para ¨¦l es terap¨¦utico ver a los ni?os. ?Y si fuera terap¨¦utico para un violador ver a su v¨ªctima, se lo permitir¨ªan?".
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