Las jetas de B¨¦lmez
Si sufren ustedes del coraz¨®n no lean este art¨ªculo. Si han le¨ªdo esta primera frase, no sigan adelante, por favor. Si se empe?an, a pesar de mis advertencias, en continuar leyendo, declino toda responsabilidad. La cuesti¨®n, t¨¦trica y fantasmal, es que el misterio de las caras de B¨¦lmez no ha concluido: les aseguro que ahora salen en las paredes de mi casa, concretamente en el gotel¨¦ de mi dormitorio. Un mal d¨ªa miraba yo, despistado, la pared, cuando en el gotel¨¦ comenz¨® a formarse una cara. ?Era la cara de Rajoy! S¨ª, ya les hab¨ªa advertido que este art¨ªculo pod¨ªa herir su sensibilidad. Me hab¨ªa salido un Rajoy en el gotel¨¦... ?a m¨ª, que pensaba que el propio domicilio de uno es un lugar privado e inviolable! Como ustedes comprender¨¢n, intent¨¦ borrarla, pero al d¨ªa siguiente volvi¨® a salir. Y lo peor es que su expresi¨®n mutaba: un d¨ªa se sacaba un moco, y al otro me mostraba la lengua.
La cosa no acab¨® ah¨ª, porque pronto se sum¨® a Rajoy la cara de Esperanza Aguirre, y luego se a?adi¨® a ¨¦sta la de Rodrigo Rato. Ya ten¨ªa la cara de Rajoy, de Aguirre y de Rato, y la siguiente fue la de Federico Trillo. ?Oh, fuerzas oscuras del Averno -exclam¨¦- por qu¨¦ jug¨¢is con los pobres mortales! En ese preciso instante comenz¨® a formarse la cara de Ana Pastor, ministra de Sanidad, y empec¨¦ a sospechar que me estaba volviendo loco. Sin embargo, todav¨ªa ten¨ªa esperanzas. Me dec¨ªa a m¨ª mismo que por lo menos no me hab¨ªa salido Piqu¨¦, y que no todo estaba perdido. ?Craso error! Como era previsible, la cara de Piqu¨¦ surgi¨® en el gotel¨¦ al d¨ªa siguiente.
Ustedes se preguntar¨¢n: ?c¨®mo consegu¨ªa dormir en aquella habitaci¨®n? Ni yo mismo lo s¨¦. Con todas aquellas jetas que evolucionaban en mi pared, la verdad es que era algo harto dif¨ªcil. Sobre todo, cuando brot¨® la cara de ?lvarez Cascos. Imag¨ªnense. Aquella noche fue de las peores, no se la deseo a nadie. M¨¢s tarde se a?adieron al resto las caras de Manuel Fraga Iribarne, Iturgaiz, Michavila, Zaplana... ?e incluso la de Ana Botella! Sent¨ª c¨®mo flaqueaban mis fuerzas, pero decid¨ª resistir hasta dar con la soluci¨®n al enigma. ?Todo aquello ten¨ªa que tener un sentido ¨²ltimo, deb¨ªa de ser algo parecido a una revelaci¨®n!
El misterio continu¨® hasta que, una ma?ana, me alej¨¦ de la pared y observ¨¦ el todo en lugar de perderme en el detalle. Entonces pude ver, claramente, c¨®mo aquellos rostros, unidos, formaban uno mayor: ?el enorme retrato de Francisco Franco Bahamonde! No, si esa pared la echo abajo cualquier d¨ªa de estos.
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