Debates todo el a?o
El mal uso corroe las palabras. Debate era una palabra con prestigio. "Confrontaci¨®n de opiniones diferentes", la define el diccionario. Antes suger¨ªa una discusi¨®n de altura. Ahora nos recuerda esos guirig¨¢is que se suceden en las teles en los que una serie de individuos se echan en cara adulterios y malos tratos dentro de un decorado de colores tan chillones como ellos mismos.
Dice Manuel Chaves en este peri¨®dico que ha promovido un "intenso debate" sobre la reforma del Estatuto. Es una l¨¢stima, me lo he perdido. S¨®lo recuerdo un debate parlamentario apresurado y desabrido, como son siempre en este pa¨ªs los debates parlamentarios. Nuestros parlamentos se parecen cada vez m¨¢s a nuestras televisiones. S¨®lo les hace falta dar un paso: repintar las paredes con colores parch¨ªs y que la mesa subraye las intervenciones con risas enlatadas y efectos sonoros.
Hay que dar espect¨¢culo y los candidatos tratan de imitar a los chistosos profesionales. Pero son como payasos tristes: s¨®lo producen pena. Qui¨¦n nos lo iba a decir: cuando llega una campa?a electoral echamos much¨ªsimo de menos a Alfonso Guerra. Hay que ser muy forofo para encontrarle la gracia a Javier Arenas, Gaspar Llamazares o Carme Chac¨®n.
La ausencia de debates ha terminado dando demasiada importancia a los cara a cara televisados durante las campa?as electorales. Claro que me gustar¨ªa ver un debate entre Rajoy y Zapatero. Por supuesto que me parece excelente que Te¨®fila Mart¨ªnez haya cambiado de opini¨®n y discutiera anoche en Canal Sur con Manuel Chaves. Pero lo deseable es que los debates se celebren durante todo el a?o. Y no s¨®lo para repetir esl¨®ganes que ya tenemos muy o¨ªdos.
Hace un a?o, durante la guerra de Irak daba cochina envidia ver los coloquios que se suced¨ªan en las televisiones francesas. No se trataba de una serie de papagayos reproduciendo los argumentarios de sus partidos: eran expertos que intercambiaban puntos de vista. A los ciudadanos les correspond¨ªa formarse luego su propia opini¨®n. No se escuchaban chistes f¨¢ciles ni se trataba de echar balones fuera invent¨¢ndose un Carod Rovira. Es lo que tienen las democracias veteranas: tratan a sus ciudadanos con respeto, como a seres adultos, y, cuando alguien miente, tarde o temprano termina pagando su mentira.
Aqu¨ª no hay debates p¨²blicos. S¨®lo propaganda. Me hubiera gustado ver en TVE los partidarios de los pros y los contras del Plan Hidrol¨®gico Nacional. Habr¨ªa sido maravilloso que Canal Sur hubiera cedido espacio a diferentes opiniones ilustradas, al margen de los esl¨®ganes y argumentarios, para que pudi¨¦ramos construir nuestra propia opini¨®n sobre la validez de la "segunda modernizaci¨®n" o la necesidad de reformar el Estatuto.
A falta de debates, todo termina convirti¨¦ndose en una cuesti¨®n de fe. Se cree o no se cree en el Plan Hidrol¨®gico Nacional, en la "segunda modernizaci¨®n" o en la reforma del Estatuto. Cuando no existe la posibilidad de ilustrarse s¨®lo queda la fe. Es decir, la religi¨®n, algo re?ido con el raciocinio.
No est¨¢ mal que haya debates electorales, pero lo bueno ser¨ªa que los hubiese todo el a?o.
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