El valor de la palabra
Posiblemente no hay mejor indicador del estado de salud de un sistema democr¨¢tico que la forma en que reacciona frente a la mentira. No puede ser de otra manera. Lo que diferencia a la democracia como forma pol¨ªtica de todas las dem¨¢s es que descansa en la palabra. Es mediante la palabra como se tiene que conseguir el apoyo de los electores para llegar al Gobierno. Y es mediante la palabra como se tiene que dar raz¨®n de la acci¨®n de gobierno a los ciudadanos. De que la palabra no sea mendaz depende pr¨¢cticamente todo. Cuando se falta a la verdad tanto en la fase ascendente, antes de llegar al Gobierno, como en la descendente, una vez que se est¨¢ gobernando, la quiebra del sistema es grave o muy grave.
Es verdad que la mentira no puede ser erradicada a priori de ning¨²n sistema pol¨ªtico por muy bien constituido que est¨¦ democr¨¢ticamente. Nunca ha habido en el pasado ni es previsible que exista en el futuro un sistema pol¨ªtico que est¨¦ vacunado contra la mentira. No es, en consecuencia, la inexistencia de la mentira lo que define la democracia. Pero s¨ª la define la forma en que se reacciona contra ella. La democracia tiene que disponer de instrumentos de reacci¨®n frente a la mentira que restauren la confianza que los ciudadanos tienen que tener en la palabra. No es, pues, la mentira sino la falta de reacci¨®n frente a ella la que indica que el sistema pol¨ªtico est¨¢ enfermo.
A los veinticinco a?os de la entrada en vigor de la Constituci¨®n me temo que tenemos motivos para estar algo m¨¢s que preocupados por el estado de salud de nuestro sistema pol¨ªtico. La incapacidad de nuestro sistema pol¨ªtico para reaccionar frente a la mentira est¨¢ siendo m¨¢s que preocupante. Para muestra, dos botones.
Sabemos a ciencia cierta que ha mentido el presidente del Gobierno. Es posible que no mintiera en el momento en que afirm¨® que en Irak hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva, porque es posible que en ese momento no se tuviera seguridad en que no las hab¨ªa. Pero es seguro que ha mentido cuando, una vez comprobada la inexistencia de dichas armas, ha justificado su afirmaci¨®n de entonces en los informes de Naciones Unidas, ya que, como todo el mundo sabe, jam¨¢s ha habido un informe de los inspectores de Naciones Unidas que dijera que hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva en Irak. El sistema pol¨ªtico espa?ol, sin embargo, ha sido incapaz de reaccionar y ni siquiera se ha podido obligar al presidente a que d¨¦ una explicaci¨®n de su conducta, que ha supuesto nada menos que llevar al pa¨ªs a una guerra y a tener a soldados espa?oles como fuerzas de ocupaci¨®n sin mandato parlamentario.
No menos grave es la falta de reacci¨®n frente a las mentiras del ministro de Defensa en el caso del Yak-62. Mentiras que se est¨¢n, adem¨¢s, extendiendo como c¨¦lulas cancer¨ªgenas por la cadena de mando militar. Por un familiar de uno de los militares fallecidos nos hemos enterado el pasado jueves que el general Vicente Navarro neg¨® que existiera un banco de tejidos en Turqu¨ªa y que, como consecuencia de ello, no se pudo hacer la prueba de ADN para certificar la identidad de cada uno de los fallecidos. ?No lo sab¨ªa el general Vicente Navarro porque el ministro le ocult¨® la informaci¨®n o lo sab¨ªa y se le orden¨® que no dijera la verdad a los familiares y ¨¦l se prest¨® a ello? ?Qui¨¦n decidi¨® la mutilaci¨®n del informe que se envi¨® al Congreso sobre las advertencias del CNI antes del accidente respecto del transporte de militares en aviones ucranianos? ?C¨®mo pudieron consentir quienes conoc¨ªan el informe que se enviara de esa manera al Parlamento?
Las preguntas podr¨ªan multiplicarse y las respuestas a todas ellas son terribles. Independientemente de cu¨¢l sea el resultado electoral, ¨¦ste es uno de los problemas con los que tendr¨¢ que enfrentarse el pr¨®ximo Congreso de los Diputados. No se puede arrastrar impunemente una carga de mentiras en temas de esta naturaleza. Aunque sea tarde, habr¨¢ que restaurar el valor de la palabra y la confianza de los ciudadanos en ella.
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