Algo se aprende en Par¨ªs
Les habla la sobrecargo del vuelo de Iberia de Valencia a Par¨ªs y tengo buenas noticias para ustedes. Si los pasajeros de clase turista quieren beber agua les cobraremos un euro por 33 centilitro. Si nos sobran peri¨®dicos en la clase superior, los repartimos en la clase inferior. Esta vez creo que van a tener suerte. En algunos vuelos solo facilitamos prensa hasta la once de la ma?ana. Pero no teman aburrirse: pondremos un video ciertamente est¨²pido para que se diviertan. Son bromas pesadas al estilo del objetivo indiscreto. Tambi¨¦n ponemos a su disposici¨®n una nueva carta en la que Iberia ofrece una seleccion de productos de alta calidad a precio razonable. Ya no hay desayuno, comida o cena gratis en vuelos nacionales o europeos. Pero lean la carta que est¨¢ en la bolsa de su asiento, junto a las instrucciones para casos de emergencia, y ustedes mismos juzgar¨¢n.
Luego pido hablar con alg¨²n residente valenciano. Y al poco rato aparecen tres, uno que ya no est¨¢ en edad de hacer ning¨²n posgrado, y dos chicas, seguramente lumbreras.
La carta se titula Decide qu¨¦ quieres tomar. Se trata de un canto a la libertad gastron¨®mica. Por ejemplo, selecci¨®n de ib¨¦ricos (con vino o cerveza) por solo 9 euros que podemos pagar con tarjeta de cr¨¦dito. El agua sin gas, un euro. Pero con gas dos euros. Para qu¨¦ seguir.
Tambi¨¦n puedes comprarte una Montblanc por 255 euros. Y si quieres llevarle al ni?o un avioncito en miniatura con los colores de Iberia, es tuyo por s¨®lo 17 euros.
Observo la cara que ponen los viajeros cuando miran la carta. La misma expresi¨®n que cuando miran las instrucciones para casos de emergencia. Pasa solemne el carromato gourmet y pido agua sin gas, si es posible del grifo. El mozo sonr¨ªe. Ya tenemos aqu¨ª a un gracioso, parece decirme. Y me entrega la botellita al tiempo que extiende abierta la mano para la colecta. No tengo un euro sino un billete de 20. Y ¨¦l se enfada. "?Hoy todos tienen billetes de 20!". Le propongo que al tocar tierra sacar¨¦ el euro del bolsillo de la chaqueta que ahora est¨¢ donde los equipajes. Pero dice que no. El sistema es de toma y daca. As¨ª que se lleva el billete y luego traer¨¢ la vuelta. Cuando la trae, con un recibo por un euro, no s¨¦ si dejarle un poco de propina o preguntarle si en caso de emergencia el chaleco salvavidas solo se inflar¨¢ introduciendo otra moneda. Los usuarios de Iberia bajamos la cabeza. Ni siquiera pensamos que tambi¨¦n podr¨ªan cobrar el billete a sus empleados, en lugar de regalarlo no solo a ellos sino tambi¨¦n a sus c¨®nyuges, que nada tienen que ver con la empresa. Pero de esto no se habla. Es de mal gusto.
Llegamos a Par¨ªs sin desaguar. Otro ahorro para la limpieza de los lavabos.
Como siempre, Paris est¨¢ precioso aunque algo sombr¨ªo bajo la amenaza terrorista de bombas en trenes y subtrenes. Esta amenaza parece inquietar menos a los franceses que a la cadena de televisi¨®n norteamericana Fox o a la misma CNN. No les hago caso. Hago caso a Le Monde en cuya portada un Forges parisino dibuja un tren de alta velocidad volando al encuentro de la torre Eiffel. Si no te lo tomas as¨ª no te mueves de casa.
Despu¨¦s voy a la Cit¨¦ Universitaire. Me detengo ante el Colegio de Espa?a. Este colegio, con el de Alemania, tiene fama de ofrecer mas y mejores actividades culturales que ning¨²n otro. Entro y pido visitar la biblioteca. Me quedo con la boca abierta. Luego pido hablar con alg¨²n residente valenciano. Y al poco rato aparecen tres, uno que ya no est¨¢ en edad de hacer ning¨²n posgrado, y dos chicas, seguramente lumbreras. El caballero es catedr¨¢tico de Radioastronom¨ªa de la Universidad de Valencia. Y las j¨®venes son, economista una, y bioqu¨ªmica la otra.
Jon Marcaide, es astrof¨ªsico y aunque naci¨® hace 55 a?os en Guip¨²zcoa tiene doble nacionalidad: cay¨® como una estrella supernova (que es su campo) por primera vez en Valencia la noche misma que Franco cay¨® de la cama a la tumba. No est¨¢ mal. Y advierto enseguida que Marcaide es lo que llamamos una eminencia. Estudi¨® en Zaragoza, en Madrid, en Edimburgo y luego imparti¨® clases en el MIT (cinco a?os) y en el Instituto Max Planck, de Berl¨ªn, hasta es reclamado por el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas. Sus trabajos se han divulgado por todo el mundo. Y ahora est¨¢ en Par¨ªs, mirando estrellas con el astrof¨ªsico franc¨¦s Jean Fran?ois Lestrade, que estuvo a?os investigando para la NASA. ?Por qu¨¦ reside, como si fuera un estudiante, en el Colegio de Espa?a? "Por el ambiente. Por el lugar. Por la comodidad. Por compartir unos meses de mi vida no solo con mi mujer sino con estudiantes, como si yo mismo fuera uno de ellos", dice el catedr¨¢tico. Habr¨ªa que a?adir que atra¨ªdo, tambi¨¦n, por la historia de esta instituci¨®n creada hace mas de 70 a?os, clausurada por el r¨¦gimen de Franco, y reabierta -esperemos- hasta el fin de los tiempos. Al frente del Colegio se encuentra desde hace dos a?os el historiador Jose Varela Ortega, nieto del fil¨®sofo Ortega y Gasset. El profesor Varela lo tiene claro: "Esta instituci¨®n, pagada por los contribuyentes espa?oles y vinculada a la Universidad de la Sorbona, es un lugar en el que convivieron durante la Guerra Civil gente de izquierdas y de derechas, y no es una simple residencia de estudiantes sino un centro din¨¢mico de cultura, de encuentro y formaci¨®n abierto a todos". La demanda de plazas (un centenar y medio) es superior a la oferta. El nivel exigido es muy alto: matr¨ªculas de honor, sobresalientes, un curr¨ªculo a tenor de los ya mencionados.
Aqu¨ª, el catedr¨¢tico de Astrof¨ªsica de Valencia va a ultimar su discurso de ingreso en la Real Academia de las Ciencias. La economista Eva Moreno Galbis, nacida hace 26 a?os en Valencia, ya pas¨® por la Universidad de Lovaina, con beca del Banco de Espa?a, y ahora est¨¢ aqu¨ª con otra beca de doctorado para el Instituto Marie Curie, en la prestigiosa Ecole Normale Superieure. "Estoy haciendo el cuarto y ¨²ltimo cap¨ªtulo de mi tesis sobre el impacto de las nuevas tecnolog¨ªas en la precariedad del empleo", dice Eva. Su aspiraci¨®n ser¨¢ el MIT, aunque su meta final, si tiene alguna buena oferta, es trabajar en Valencia. La estancia en el Colegio de Espa?a le cuesta 213 euros al mes.
Lidia Tom¨¢s Cobos, tambi¨¦n valenciana de 27 a?os, es licenciada en Bioqu¨ªmica y ultima su tesis en el Instituto de Biomedicina de Valencia, del que dice que tiene muy poco que envidiar al de Par¨ªs, sobre inducci¨®n gen¨¦tica por glucosa. Pidi¨® venir a Paris para trabajar, como becada del Instituto de Ciencia y Tecnolog¨ªa, en un centro de investigaci¨®n similar de esta Universidad donde utilizan ratones, algo que complementa su trabajo basado en levaduras. El sue?o de Lidia es no abandonar la investigaci¨®n e instalarse definitivamente en Valencia.
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