China se acerca
El Partido Comunista chino ha propuesto al Parlamento, reunido en sesi¨®n anual en Pek¨ªn, dos importantes enmiendas a la Constituci¨®n: una garantizar¨¢ la propiedad privada; la otra, la protecci¨®n de los derechos humanos. La interrelaci¨®n entre ambas es obvia y su aprobaci¨®n est¨¢ descontada, siendo como es la Asamblea Popular una m¨¢quina de estampillar las decisiones del partido ¨²nico. Ser¨ªa ingenuo, sin embargo, atribuir ya a esas medidas -un paso de Pek¨ªn para homologar su ordenamiento con el mundo capitalista- el valor que se les confiere en una democracia.
Para empezar, los jueces chinos carecen de poder para revisar la constitucionalidad de las leyes o de las decisiones gubernamentales. A?adir a la Constituci¨®n la frase "el Estado respeta y garantiza los derechos humanos" es innovador en un r¨¦gimen que, desde 1949, muestra desprecio absoluto por ellos. Pero en China el concepto de derechos humanos difiere profundamente de su acepci¨®n generalizada y tiene poco que ver con los derechos pol¨ªticos individuales. Por lo que puede tener de semilla, sin embargo, la iniciativa ha de ser bienvenida en un pa¨ªs donde las ejecuciones baten r¨¦cords, y la represi¨®n pol¨ªtica y religiosa se manifiesta de mil formas diferentes.
El primer a?o de la nueva generaci¨®n de l¨ªderes, que ha sucedido a Jiang Zemin bajo la batuta de Hu Jintao y el primer ministro, Wen Jiabao, se ha caracterizado por un impulso reformista inusualmente transparente. Frente a los oscuros planteamientos habituales -como las Tres Representaciones de Jiang Zemin, que intenta salvar el foso entre la teor¨ªa comunista y la pr¨¢ctica capitalista-, los objetivos econ¨®micos del gigante asi¨¢tico se est¨¢n perfilando con notable pragmatismo.
Importante puede ser en este sentido la protecci¨®n constitucional de "todos los tipos de propiedad privada obtenida legalmente", aunque en este enunciado tambi¨¦n haya bastante por precisar.
La decisi¨®n es producto de la necesidad, no del altruismo de Pek¨ªn. Responde a la necesidad de conservar la riqueza y mantener el formidable desarrollo econ¨®mico de un pa¨ªs
ya manifiestamente capitalista, pese a las mistificaciones del PCCh. China es una locomotora de 1.300 millones de personas lanzada a vertiginosas tasas de crecimiento que bordean el 10% anual, pero donde todav¨ªa cientos de millones subsisten en condiciones miserables y el acceso a la educaci¨®n o la sanidad es para muchos una quimera. En este marem¨¢gnum, el sector privado, que opera en una especie de penumbra legal pese a contribuir en m¨¢s de un tercio al PIB, se ve sometido a formidables interferencias gubernamentales y burocr¨¢ticas. Su bendici¨®n constitucional ayudar¨¢ a perfilar un marco que normalice la actividad empresarial.
Pronto se ver¨¢ si las reformas en ciernes representan un compromiso de fondo con el cambio. Una Constituci¨®n es papel mojado si no se hace cumplir o no se ponen en marcha los mecanismos legales para hacerla eficaz. Y, en cualquier caso, a los chinos les sigue vedado cuestionar el derecho irrestricto del partido ¨²nico a dirigir sus vidas. ?sa es la mayor y m¨¢s insostenible contradicci¨®n del sistema.
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