Turqu¨ªa y nosotros
Para no perder la costumbre volvemos a tener un fantasma que recorre Europa. Lo que otros llaman reto, amenaza, oportunidad o incluso fortuna, los europeos, siempre apesadumbrados por lo m¨¢s tenebroso de nuestra historia, lo identificamos de inmediato como fantasma que ha venido a asustarnos a nuestra casa solariega, tan coqueta hoy, despu¨¦s de siglos de tener los s¨®tanos anegados de sangre. A seis semanas de la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea -el 1 de mayo somos 25 Estados miembros-, comienzan a ser legi¨®n los que se declaran horrorizados, no ya ante las previsibles dificultades de la integraci¨®n inmediata de los diez nuevos miembros, sino ante la mera apertura de negociaciones para un ingreso futuro de Turqu¨ªa, con seguridad lejano y sin fecha.
Unos dicen que Turqu¨ªa, que hoy se extiende territorialmente en un 95% por Anatolia, Asia, nada tiene que ver con Europa. Pongamos un ejemplo tonto para recordar lo tonta que es tal afirmaci¨®n. Desde los caf¨¦s de Viena, Budapest o la Ruse b¨²lgara natal de Elias Canetti, a la europeidad administrativa del ¨²nico Estado funcionante que han tenido en su historia los pueblos de la ribera meridional del Mediterr¨¢neo, se extiende en el espacio y el tiempo un gran oc¨¦ano de cultura com¨²n de los turcos con Europa. La Sublime Puerta, Top Kapi, la Corte de Estambul, y su inmenso territorio europeo (la Rumelia) siempre fueron un poder europeo, desde la toma de Constantinopla en 1453 hasta ayer por la ma?ana, cuando dos guerras balc¨¢nicas, la Primera Guerra Mundial y la decadencia arrebataron a los turcos el poder en los Balcanes y en Arabia y el liderazgo espiritual en el islam. Lleg¨® entonces cabalgando sobre el "Zeitgeist" la revoluci¨®n de los coroneles y a su cabeza Atat¨¹rk, un dictador-militar de Sal¨®nica, hoy Grecia, tan europeo ¨¦l como otros colegas encumbrados al poder con entusiasmo por tantos pueblos europeos poco despu¨¦s. Si Atat¨¹rk cambi¨® el alfabeto ¨¢rabe por el latino fue para unir a su pa¨ªs a lo que se antojaba la modernidad: Europa. Y si se llev¨® la capital a Ankara, un pueblito entonces, en el coraz¨®n de Anatolia, fue porque all¨ª el poder del joven Estado estaba mejor protegido que junto al B¨®sforo de la rapacidad de otros pa¨ªses europeos. Es decir, Turqu¨ªa como potencia europea tuvo que refugiarse entre monta?as tierra adentro, para sobrevivir por su condici¨®n de vencido ante la superioridad de sus rivales en Europa y la derrota all¨ª de sus aliados.
Pero volvamos al presente, que no es menos apasionante. Hace un par de d¨ªas dec¨ªa el comisario europeo para la ampliaci¨®n, el alem¨¢n G¨¹nther Verheugen, que Turqu¨ªa ha logrado m¨¢s reformas en estos dos ¨²ltimos a?os que en los anteriores ochenta desde su fundaci¨®n como rep¨²blica. Verheugen presentar¨¢ en diciembre el informe sobre dicha evoluci¨®n en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE, que habr¨¢ de tomar la decisi¨®n sobre la apertura de negociaciones con Turqu¨ªa para un eventual ingreso. Ni hay fecha para el ingreso ni los turcos la piden. Ankara no pide fondos ni ayudas. No pide plazos ni concesiones. Quiere comenzar a negociar con la UE un proyecto hist¨®rico que podr¨ªa cambiar radicalmente las coordenadas pol¨ªticas, culturales y de seguridad en Asia Menor, Oriente Medio y los Balcanes. Para mayor seguridad de Europa, para dar argumentos a la idea de que la armon¨ªa entre democracia y respetos humanos y el legado cultural isl¨¢mico es posible, para demostrar que el conflicto de civilizaciones es evitable.
El Gobierno islamista moderado de Tayip Erdogan lleva dos a?os de cosecha de victorias aplastantes sobre el viejo aparato oscurantista y autoritario de los autodenominados herederos del "kemalismo" que no son otros que la corrupci¨®n, el despotismo militar y la impunidad de los cr¨ªmenes de Estado. Las reformas pol¨ªticas, econ¨®micas y sociales son espectaculares en una sociedad muy joven y pujante, que tanto contrasta con las ciudadan¨ªas agotadas e impotentes que s¨®lo saben ya lloriquear a sus Gobiernos para que no les recorten privilegios que minan por sistema la solidaridad real y la viabilidad del Estado de bienestar. Sin duda, hay mucho que hacer a¨²n, aunque no est¨¢n descaminados quienes en Turqu¨ªa dicen que su pa¨ªs cumple ya mejor parte del acerbo comunitario que algunos de los que ser¨¢n miembros en seis semanas. A ellos no les importa negociar durante una d¨¦cada. Pero, ante la oportunidad que se nos abre con esta candidatura para un nuevo concepto estrat¨¦gico entre dos continentes, aterra la mera posibilidad de que se salgan con la suya quienes, como el comisario holand¨¦s Frits Bolkenstein o el conservador b¨¢varo Edmund Stoiber, quieren contentar a Turqu¨ªa con meras relaciones especiales, que por cierto ya tiene, a cambio de seguir siendo nuestro fiel cancerbero frente al fundamentalismo isl¨¢mico y la nueva agresividad rusa. Son muchos, en derechas e izquierdas los que quieren dejar a Turqu¨ªa sin la imprecindible esperanza para proseguir el cambio.
Cerrar en diciembre la puerta a la negociaci¨®n con Turqu¨ªa ser¨ªa una traici¨®n a un pueblo que est¨¢n transformando la regi¨®n, dar¨ªa la raz¨®n a quienes propugnan la guerra abierta con Occidente y ser¨ªa una prueba m¨¢s de que los europeos estamos tan agotados que no sabemos defender nuestros intereses. Como el Imperio Otomano. Con Turqu¨ªa no seremos menos europeos. Y estaremos mas vivos.
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