La apoteosis de Simon & Garfunkel
El de Bridge over troubled waters fue un triunfo agridulce: durante a?os se mantendr¨ªa como el LP m¨¢s vendido de CBS, pero supuso la ruptura del t¨¢ndem formado por Paul Simon y Art Garfunkel. Inclu¨ªa muchos ¨¦xitos: la canci¨®n que le da t¨ªtulo, The boxer,Cecilia y las dos versiones El c¨®ndor pasa y Bye bye love. La presente edici¨®n en CD que ofrece EL PA?S, que se podr¨¢ comprar a partir de ma?ana por 5,95 euros, a?ade dos maquetas como temas extra.
En noviembre de 1969, Simon y Garfunkel encaran la grabaci¨®n de su nuevo LP desde una posici¨®n de fuerza: tienen 28 a?os, son el d¨²o m¨¢s popular en EE UU y representan la cara m¨¢s aceptable de la revoluci¨®n est¨¦tico-social inspirada por Bob Dylan y los Beatles. Como Dylan, vienen del fermento investigador e ideol¨®gico de los folk clubs (aunque ellos tambi¨¦n han comenzado con el rock and roll). Igual que los Beatles, se han convertido en maestros del estudio de grabaci¨®n; su George Martin es el ingeniero Roy Halee, aunque tambi¨¦n han aprendido de Bob Johnston y John Simon.
Pero no han hecho discos tan rompedores como Highway 61 revisited o Sgt. Pepper. Por temperamento y por saber su propio lugar, se han mantenido como artesanos minuciosos, evitando estridencias y mimando las formas. Han reflejado algo del optimismo de la contracultura, pero su gran obra, Bookends (1968), ofrece m¨¢s incertidumbres que certezas, incluyendo una preocupaci¨®n nada cool por el proceso de envejecer. Sibilinamente, se declaran contra la guerra de Vietnam sin hacer una canci¨®n de protesta, yuxtaponiendo un celestial Noche de paz con un noticiero repleto de sangre.
Llevan el pelo moderadamente largo, pero visten como miembros de la intelectualidad bohemia de Manhattan, m¨¢s interesada por lo que cuenta el New Yorker que por el ¨²ltimo n¨²mero de Rolling Stone. Sus aires universitarios han atra¨ªdo a Mike Nichols, que ensaya en El graduado la novedosa idea de reforzar con sus canciones una pel¨ªcula de conflicto generacional. Aunque el experimento es exitoso, la colaboraci¨®n genera broncas. Y el cineasta ha abierto una brecha al agitar ante Garfunkel la zanahoria de actuar en Trampa
22, adaptaci¨®n de la salvaje novela antimilitarista de Joseph Heller.
Durante la grabaci¨®n de Bridge over troubled
waters se consuma el distanciamiento. Paul, que lleva el peso creativo del d¨²o, quiere volar por su cuenta; Art, que no comparte sus inquietudes, se conforma con poner su imponente voz mientras sue?a con Hollywood. Y se niega a grabar Cuba s¨ª, Nixon
no, un tema pol¨ªtico. La qu¨ªmica musical -con Roy Halee como alquimista- sigue funcionando; la relaci¨®n humana se agr¨ªa durante las 800 horas que pasan en el estudio.
Bridge over troubled waters evidencia la curiosidad de Simon por sonidos fuera del canon anglosaj¨®n: la percusi¨®n de Cecilia, los aires andinos de El c¨®ndor
pasa, la caribe?a Why don't you write me. Junto a esos discretos exotismos, ecos de la querencia por las m¨²sicas m¨¢s tiernas: Baby driver o la recreaci¨®n de Bye bye
love, de los adorados Everly Brothers. Magistral cr¨®nica de perdedores es The
boxer, que parece surgir de las sombras de Midnight cowboy y que, al poco, es ejecutada por el mism¨ªsimo Dylan. Al lado, canciones misteriosas como Keep the customer satisfied y So long, Frank Lloyd Wright (fantas¨ªa sobre el famoso arquitecto que puede leerse como una despedida para Arthur). Todas ellas quedan eclipsadas por el tema principal, un ofrecimiento de solidaridad en lenguaje gospel que, en tiempos inciertos, se recibe como b¨¢lsamo.
Aunque Simon & Garfunkel ya no existen cuando se publica el LP (febrero de 1970), nunca podr¨¢n divorciarse del todo. Hasta Paul, con una rotunda obra en solitario, tendr¨¢ que ceder regularmente. El d¨²o reaparecer¨¢ una y otra vez, en actos ben¨¦ficos o en conciertos masivos para beneficio particular de los dos antiguos amigos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.