Memoria de un tiempo irrepetible
Tres diputados vascos de la primera legislatura de la democracia reflexionan sobre la pol¨ªtica de entonces y la de ahora
El peri¨®dico costaba 20 pesetas y una copa de vino, 15. Los taxis de Madrid estaban en huelga para que la bajada de bandera subiera hasta las 25 pesetas y en la televisi¨®n -no hace falta decir en cu¨¢l- se estrenaba la serie Orzowei, que sustitu¨ªa en la parrilla a Mazinger-Z. Se vend¨ªan televisores ?en color! con "demostraci¨®n gratis en su domicilio", y se pod¨ªa comprar un piso en las afueras por 50.000 pesetas de entrada y 56 letras de 28.507. Una lavadora costaba 16.000 pesetas y una estufa catal¨ªtica con encendido autom¨¢tico, 5.990. En plena ¨¦poca del destape desaforado, la pel¨ªcula cuyo t¨ªtulo menos expl¨ªcito figuraba en la cartelera era Por delante... ?y por detr¨¢s?
Aquella Espa?a de 1977 que tan bien retratan los anuncios de la ¨¦poca estaba estrenando democracia, y con tal ilusi¨®n acudieron a Madrid desde Euskadi los primeros diputados electos. Tres de aquellos hombres -no fue elegida ninguna mujer- recuerdan los viejos tiempos y los comparan con estos. Una frase de uno de ellos, Gerardo Bujanda, tercero en la lista del PNV por Guip¨²zcoa, ilustra bastante el sentir generalizado: "Antes cab¨ªa la esperanza; ahora no cabe ni eso". O lo que es lo mismo, estos hombres que hicieron lo indecible por entenderse hasta con el diablo -representado por Carrillo para unos y por Fraga para otros- observan con estupefacci¨®n c¨®mo ahora, que no hay ruido de sables ni nost¨¢lgicos con aspiraciones, el di¨¢logo ha sido sustituido por el insulto y la crispaci¨®n.
"Ahora cada uno se aferra a su carn¨¦ para alejar de s¨ª la nefasta man¨ªa de pensar"
Juan Echevarr¨ªa Gangoiti y Jos¨¦ Antonio Maturana Plaza coinciden con Bujanda en destacar que entonces hab¨ªa m¨¢s respeto entre unos y otros. Juan Echevarr¨ªa, quien fue en las listas de la UCD por Vizcaya, explica: "Todos ten¨ªamos muy asumido que la democracia consist¨ªa en encontrar ¨¢reas de convivencia pac¨ªfica. Ahora, en cambio, se echan demasiado en falta la educaci¨®n y las formas". Jos¨¦ Antonio Maturana, elegido diputado del PSOE por Guip¨²zcoa, dice que aquel clima era posible precisamente porque "todos" ten¨ªan el objetivo com¨²n de acabar con la dictadura. "Yo trabajaba de abogado en San Sebasti¨¢n y en mi despacho", recuerda, "se llegaron a reunir de forma clandestina representantes de 12 partidos diferentes". Y se pregunta: "?Ser¨ªa posible hoy hacer la Constituci¨®n...? Yo creo que no".
A Gerardo Bujanda, que durante la dictadura fue corresponsal clandestino de Radio Euzkadi, le indignan sobremanera dos aspectos de la pol¨ªtica actual. Se lamenta en primer lugar de que los pol¨ªticos se hayan perdido el respeto: "?C¨®mo puede ser eso? Gente que en teor¨ªa tiene que dar
ejemplo al pueblo andan a la gresca, insult¨¢ndose. Se llaman hasta borrachos unos a otros [el presidente de Murcia a Pasqual Maragall]. Hace falta m¨¢s armon¨ªa. Antes, ya le digo yo a usted, no hab¨ªa la tirantez que hay ahora". Bujanda se exaspera, adem¨¢s, con la satanizaci¨®n a la que, seg¨²n ¨¦l, se ve sometido el PNV por parte de los partidos nacionales: "Cuando los nacionalistas llegamos a Madrid en 1977, muchos diputados de la derecha nos miraban al trasluz, con recelo, pero nos llev¨¢bamos bien con socialistas y comunistas. Pero ahora... ?Que me tilden a m¨ª de aproximarme a los que matan! A eso no hay derecho. S¨ª, me sulfuro, no lo puedo evitar. ?Usted cree que existe un desconocimiento tan brutal del nacionalismo vasco o es que lo hacen a mala conciencia?"
Cuando el socialista Jos¨¦ Antonio Maturana habla de aquellos tiempos no puede evitar un gesto de fastidio: "Fall¨® una cosa muy importante. Quiz¨¢s fue porque nos enga?aron, o tal vez porque ¨¦ramos muy ingenuos. Pero creo que para todos fue una sorpresa que ETA no desapareciera con la consolidaci¨®n de la democracia. Al contrario: cuantos m¨¢s pasos se daban, peor. Los ¨²ltimos a?os de los 70 y los primeros de los 80 fueron terribles. Ya nadie recuerda, pero UCD pr¨¢cticamente desapareci¨® aqu¨ª por el acoso, y el asesinato, de sus dirigentes. Ahora, mirando para atr¨¢s, nos damos cuenta de que se perdieron unos a?os extraordinarios para luchar contra ETA".
Ninguno de estos hombres parece estar enfermo de nostalgia. S¨ª padecen en cambio el mal de un cierto desencanto. Dice Echevarr¨ªa Gangoiti: "Veo que los pol¨ªticos ahora carecen en muchos casos de sentido de la responsabilidad. El pueblo debe ser respetado por cada uno de los que han sido elegidos, sea cual sea su color pol¨ªtico. Pero lo que percibo -en los pol¨ªticos y en los ciudadanos- es que cada uno se aferra a su carn¨¦ para alejar de s¨ª la nefasta man¨ªa de pensar. Y eso convierte a los ciudadanos en esclavos... No creo que nuestros hijos salgan muy gananciosos de esta situaci¨®n".
A Juan Echevarr¨ªa se le recuerda, entre otras cosas, porque el 29 de diciembre de 1978 tom¨® una avioneta particular en Bilbao para entregar en el registro del Congreso el proyecto de Estatuto elaborado por la Asamblea de Parlamentarios Vascos. El objetivo era llegar antes que los catalanes. "Y lo conseguimos", se vanagloria Echevarr¨ªa Gangoiti, "por cuesti¨®n de algo m¨¢s de una hora. Gracias a aquello, ya siempre la ikurri?a figurar¨¢ antes en el protocolo del Estado que la senyera. Y el lehendakari, antes que el president...".
Jos¨¦ Antonio Maturana tambi¨¦n recuerda de aquella ¨¦poca que era m¨¢s joven. Exactamente, 27 a?os m¨¢s joven. "La vida en Madrid era apasionante", dice con una sonrisa, "no ten¨ªamos los medios de los diputados ahora. S¨®lo cobr¨¢bamos 40.000 pesetas y muchos viv¨ªamos en pensiones y en hoteles baratos. Yo me alquil¨¦ un piso por La Latina con otros diputados socialistas: Benegas, Aguiriano,... Creo que no cocinamos en el piso ni una sola vez. Me vienen recuerdos de un tiempo irrepetible".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.