Violencia en el f¨²tbol
Escribo esta carta por dos razones. La primera es sobre la violencia en el f¨²tbol. El 24 de enero, en el campo de f¨²tbol de Camas, en el transcurso de un partido de provincial cadete (15 a?os) entre el equipo local y el de Utrera, se produjo una invasi¨®n de personas ajenas al juego con agresiones, lesionados y suspensi¨®n del partido. Est¨¢bamos, en la grada, padres y madres del equipo visitante. Algunos, l¨®gicamente, saltaron al campo a separar la pelea. Una antigua fractura en una pierna me impidi¨® acudir con prontitud y pude observar el desolador espect¨¢culo de intercambio de golpes entre adolescentes, a su vez agredidos por otros j¨®venes. Cuando baj¨¦, estaban los jugadores fuera, algunos lloraban, mientras trat¨¢bamos de apaciguar la tensi¨®n. Al cuarto de hora largo llegaron unas dotaciones policiales. Diversos organismos sustraen su responsabilidad ante la influencia medi¨¢tica y apasionada que, en especial en algunos contextos socioculturales, genera hoy el f¨²tbol, una pr¨¢ctica deportiva de la que disfrutan miles de ni?os y j¨®venes. La cuesti¨®n es compleja y los padres tampoco podemos eludir nuestra responsabilidad educativa. Por lo que respecta a federaciones y clubes, dejan bastante que desear. ?Un ejemplo? Parece que en el escenario de los hechos narrados, estos se reprodujeron a los 15 d¨ªas con otro equipo de la misma categor¨ªa.
La segunda raz¨®n afecta a derechos y deberes que tenemos los ciudadanos. En el ambiente descrito y transcurrido un tiempo en el que se vislumbraban extra?as inculpaciones, la Polic¨ªa Local me exigi¨® el carn¨¦. Pregunt¨¦ las causas y result¨® alucinante: invasi¨®n y agresiones. De nada sirvieron mis razones ni las de todos los padres. Ante la persistencia obsesiva de un agente exclusivamente con mi persona, le dije con respeto que no ten¨ªa inconveniente en identificarme en el Juzgado o en la Polic¨ªa Judicial. Quer¨ªa salvaguardarme de denuncias falsas y de ser la v¨ªctima propiciatoria. A partir de ah¨ª, trato vejatorio y malos modos que me recordaron ¨¦pocas y estilos que cre¨ªa superados, todo ante el estupor de padres y chavales, a juicio de los cuales mi serenidad evit¨® males mayores. En la Comisar¨ªa de Polic¨ªa de Camas me identificaron sin m¨¢s preguntas y, aun disculp¨¢ndome, me qued¨¦ de piedra: se registraba denuncia por agresi¨®n y lesiones que, obviamente, no firm¨¦ y a la que este centro no ha dado curso. No obstante, en los Juzgados de Sevilla se han abierto diligencias contra m¨ª. Quiero creer que los perjuicios y la intranquilidad por este atropello tendr¨¢n reparaci¨®n jur¨ªdica. Pienso que los atestados est¨¢n para la clarificaci¨®n de los hechos, pero que no son procedimientos adecuados de una Polic¨ªa Local, como representante de la autoridad que es, incriminar a ciudadanos mediante pr¨¢cticas coactivas, usos delatorios y testimonios falsos. Eso no es propio de un Estado de derecho. Eso es querer que se trague el marr¨®n un padre por el hecho de ir a ver jugar a su hijo al f¨²tbol un s¨¢bado por la ma?ana.
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