El horror en cinco horas
Jes¨²s Mart¨ªn (el p¨¢rroco navarro del hospital Ni?o Jes¨²s que se desplazaba todos los d¨ªas desde Torrej¨®n) ha perdido el brazo derecho; David ha perdido una pierna; Teresa sufre quemaduras. Beatriz tiene fracturado el f¨¦mur. Jos¨¦ Luis se encuentra en cirug¨ªa pl¨¢stica; Elena Berokova... Lin Yong... As¨ª, un nombre tras otro, como si fuera un parte de guerra, le¨ªa Carlos Resines, jefe de Traumatolog¨ªa del 12 de Octubre.
Eran las 13.45 horas y se escuch¨® un suspiro en el sal¨®n de actos del hospital, donde las familias de las v¨ªctimas esperaban con ansiedad. "En cinco horas hemos podido hacer frente a esta cat¨¢strofe. Gracias por su colaboraci¨®n", a?ad¨ªa Resines.
Cuando empezaron a llegar los primeros heridos en coches o autobuses, los 40 quir¨®fanos del hospital estaban listos para iniciar una jornada rutinaria. S¨²bitamente la direcci¨®n declar¨® estado de emergencia. Manuel Paz Yebes, m¨¦dico internista que sal¨ªa de una guardia de 24 horas volvi¨® por donde sal¨ªa. Y como ¨¦l, las m¨¢s de 2.000 personas que componen la plantilla del centro se pusieron a las ¨®rdenes del servicio de urgencias.
Uno, dos, tres, 50, 100, 200, hasta 256 ingresados con traumatismos, desgarros, lesiones cut¨¢neas y, sobre todo, ataques de ansiedad. Un enfermero dec¨ªa: "El plan de emergencia nos entrena para recibir a 50 ¨® 60 personas, los pasajeros de un autob¨²s accidentado, pero no est¨¢bamos preparados para esto".
Eso cre¨ªan, pero a lo largo de cinco horas demostraron que eran capaces de enfrentar una cat¨¢strofe mayor. Aparecieron camas donde no las hab¨ªa. "Es un milagro. En este hospital siempre faltan camas y hoy ha habido para todos", comentaba Elena T., una voluntaria de C¨¢ritas, azafata en paro. Si la cat¨¢strofe hubiera ocurrido media hora m¨¢s tarde, todos los quir¨®fanos habr¨ªan estado ocupados. M¨¢s de 40 compa?eros de Elena se presentaron de inmediato en el hospital para ayudar a los familiares a soportar el horror, la incertidumbre y el caos. Porque si la asistencia sanitaria fue heroica, la atenci¨®n a los familiares result¨® ca¨®tica. Hasta que Amena desplaz¨® una decena de tel¨¦fonos m¨®viles gratuitos, las dos funcionarias del Ministerio del Interior que comprobaban las listas de v¨ªctimas recurr¨ªan a los tel¨¦fonos prestados por los voluntarios. "Tr¨¢iganos tel¨¦fonos", le pidieron a la concejal Ana Botella, "se nos han descargado todas las bater¨ªas". Las dos funcionarias de Interior abandonaron el hospital a las 15.00. ?Y qui¨¦n sigui¨® atendiendo a las familias? Los voluntarios, personal de asuntos sociales del Ayuntamiento, enfermeros, m¨¦dicos y psiquiatras.
-?A qui¨¦n busc¨¢is?
-Pregunto por Neil Astocondor, mi sobrino de 34 a?os, peruano. Llevaba unos meses en Espa?a. Tom¨® el tren en Coslada y no le encontramos en ning¨²n hospital, dice una t¨ªa del desaparecido.
Con ojos llorosos, el actor Jorge Sanz busca en vano a un amigo. La familia de Rex Ferrer, un filipino de 21 a?os que deb¨ªa haber acudido a una cita en la iglesia del Cristo en Atocha, tampoco sabe qu¨¦ ha sido de ¨¦l. Trabajaba de camarero en el restaurante La Piter¨ªa, de la calle Ponzano. Lin Ti, c¨®nsul de la Rep¨²blica Popular de China repasa las listas de heridos en busca de compatriotas.
Ana Jaramillo se ha desplazado desde Tur¨¦gano (Segovia) para localizar a John Jairo Ram¨ªrez, un amigo colombiano de 37 a?os que trabaja en la limpieza. Ninguno de ellos figura en las listas de heridos. Nadie les dice si est¨¢n muertos. Son inmigrantes, como miles de los pasajeros que frecuentaron Atocha a la hora de la matanza. As¨ª se lo contaron a don Felipe, a Leticia Ortiz y a la Reina, quien no recordaba un d¨ªa tan horrible "desde el funeral por los escolares catalanes que murieron en Soria".
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