La muerte
Las patrias y los dioses, ?qu¨¦ demonios esconden! Arropados en los entresijos de la miseria humana, h¨¢bilmente camuflados bajo las capas protectoras del odio, la ignorancia y el fanatismo, un d¨ªa se levantan, mueven las piernas y los brazos del cuerpo humano que han tomado y estallan en su locura de muerte y destrucci¨®n. Finalmente triunfadores de la batalla contra la piedad y contra la vida. Como jinetes del Apocalipsis. Como plaga de langosta en los campos verdes de la cotidianidad. Como lo que son, el enemigo... Quiz¨¢ hubo un tiempo en que esas mentes estuvieron pobladas de primavera, pero llovi¨®, graniz¨® y destruy¨® lo que hab¨ªa, y hoy s¨®lo habitan en ella los monstruos. Los monstruos de las patrias sin alma; los monstruos de los dioses sin vida.
Dicen que si ETA..., en un salto adelante que toma ra¨ªces en nuestras peores pesadillas; pero tambi¨¦n dicen que quiz¨¢ lo fundamentalista isl¨¢mico, cuyo sello es inequ¨ªvoco. ?Hace tanto que se alimenta de muerte masiva! Firme quien firme la matanza, ah¨ª los tenemos, esos cuerpos rotos, desgarrados de la vida que tuvieron, sus gentes, sus amores, sus proyectos, sus profesiones, sus hijos y sus padres, y ahora nada, la nada que inunda el suelo donde los alinean con prisas, la nada que hiela nuestros corazones perplejos, la nada que escribe sus futuros destruidos. ?Me gustar¨ªa tanto escribir cada uno de sus nombres! Hacer s¨®lo eso, un art¨ªculo con sus nombres y apellidos, el d¨ªa en que nacieron, los libros que le¨ªan, el perfume de sus amores, la edad de los hijos que ten¨ªan. Un art¨ªculo de nombres que inundara a¨²n de vida esta enorme soledad yerma que ahora siento. Esta tristeza redonda, absoluta, hiriente como una daga.
Nuevamente escribo en un avi¨®n, volviendo de San Diego y de Miami. Pocas horas antes del atentado, invitada por el American Jewish Committee, hablaba en Miami sobre terrorismo y sobre la cultura nihilista que lo ampara. Y me preguntaba: ?cu¨¢nto tiempo hace falta para adiestrar a alguien en el amor a la muerte? Alguien que se levanta una ma?ana; toma su caf¨¦; reza a su dios, si lo tiene, o besa su bandera; se despide de su madre, aunque sea en el recuerdo, y tranquilo, fr¨ªo, sin conciencia ara?¨¢ndole el alma, ya sin alma, se dirige a un metro de Mosc¨², a un autob¨²s en Jerusal¨¦n, a una discoteca en Bali, a un tren en Madrid, y hace estallar la muerte. No hay terroristas buenos. Ni hay actos terroristas que tengan motivos justificables, porque lo que ampara al terrorismo no es una causa, sino la negaci¨®n de toda causa. Habr¨¢ que decirlo alto: a menudo hemos practicado una solidaridad selectiva con las v¨ªctimas, secuestrados por la perversa idea de creer que algunos terroristas eran h¨¦roes ¨¦picos. ?Qu¨¦ decir del terrorismo nihilista palestino, el primer y m¨¢s enconado enemigo de la causa palestina! Sin embargo, nosotros hablando de resistentes y milicianos...
Como la CNN ayer, que hablaba del "grupo separatista vasco" y hasta explicaba sus objetivos y sus or¨ªgenes...
Radicalidad democr¨¢tica, quiz¨¢ ser¨ªa ¨¦se el enunciado. En todo caso, me siento c¨®moda bajo el ep¨ªteto. Una radicalidad que entienda que no hay dictadores m¨¢s justificables que otros -hemos enviado al infierno a Hitler y a Pinochet, pero nunca a Stalin o a Castro- porque la libertad tiene fronteras que no pueden ser violadas. Una radicalidad que no acepte las patrias del terror, porque el terror traiciona a todas las patrias. Una radicalidad que trate a las v¨ªctimas como iguales, y no seg¨²n el lugar geogr¨¢fico donde son asesinadas. Una radicalidad que entienda que todo terrorista es un totalitario y que ha sido largamente adiestrado en el odio y la intolerancia. Una radicalidad, en fin, que recuerde que la libertad no puede ser recorrida por caminos torticeros. La tr¨¢gica lecci¨®n de Madrid tiene que ver, creo, con todo esto que escribo.
La lecci¨®n de Madrid... Madrid es hoy mi ciudad, mi paisaje roto, mi poema desgarrado. Su dolor agudo golpeando las paredes de mi dolor. Su eco gritando en la cabeza. Su grito como un eco. Miro fotos que publica la prensa extranjera y noto el ahogo. Estas horas densas nos pesan como losas. Como nos pesa cada gramo de cada cuerpo inerte que hoy quisiera abrazar, uno a uno, besar en sus heridas, gritar en su oquedad, ?me oyes, vida?, pero la vida se fue, despojada de su derecho por la voluntad del odio. Y s¨®lo queda el dolor in¨²til.
Dec¨ªa el poeta Pere Quart que la muerte es una gran cabrona. Pero hoy, ante esta muerte masiva extendida ante el mundo, siento m¨¢s rabia por los asesinos que por la propia muerte, grandes cabrones ellos, viles en su maldad infinita, monstruos, monstruos, monstruos, enemigos de la humanidad. Mis enemigos...
Madrid de luto. Espa?a de luto. El espacio enjuto que es mi propio espacio, de luto. De luto las calles donde habito, y las canciones que canto, y la mirada con que miro, y el beso que doy a mis hijos. De luto el pensamiento y de luto las emociones, "tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler, me duele hasta el aliento". De luto la poes¨ªa que me viene al galope, y de luto mi amor por ti. T¨², el otro, mi amigo, mi hermana, mi vecino, t¨² que me enriquec¨ªas y hoy has sido asesinado. De luto el aire que respiro.
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