El primer ministro haitiano planea refundar el Ej¨¦rcito, abolido en 1994
Latortue trata de poner a su 'mano derecha' al frente de la seguridad
El nuevo primer ministro de Hait¨ª, el tecn¨®crata Gerard Latortue, planea la restauraci¨®n del Ej¨¦rcito, abolido a finales de 1994 por el depuesto presidente Jean-Bertrand Aristide, despu¨¦s de haber sido derrocado, tres a?os antes, por uno de los 33 cuartelazos del primer Estado negro de Am¨¦rica. Tanto Latortue como su estrecho colaborador Herard Abraham, ex general, calificaron de "inconstitucional" su disoluci¨®n. El comandante Guy Philippe y los ex militares de la dictadura del general Raoul Cedr¨¢s (1991- 1994), sublevados en febrero contra Aristide, tambi¨¦n exigen el restablecimiento de las Fuerzas Armadas.
El nuevo primer ministro sostuvo varias reuniones con el presidente interino, Boniface Alexandre, para discutir el nombramiento de Abraham como jefe de la seguridad nacional, en peligro por la proliferaci¨®n de bandas, milicias, ej¨¦rcitos privados, guardias jurados y guardaespaldas, y por la inexistencia de una reconciliaci¨®n nacional que los haga innecesarios. Las nuevas autoridades, los diplom¨¢ticos, principalmente norteamericanos y franceses, se acompa?an de una legi¨®n de marines y gorilas, ejemplo de los enconos vigentes. Abraham lo hac¨ªa ayer, en su desayuno de hotel, con seis fusileros, al acecho de los hu¨¦spedes y cruasanes de las mesas.
Insurrecciones abundantes
Los militares haitianos, descendientes de los esclavos que derrotaron al Ej¨¦rcito napole¨®nico hace dos siglos, gozaron de la aureola de los vencedores y se constituyeron en vigilantes de la Rep¨²blica hasta asfixiar sus instituciones civiles. La sombra de los h¨¦roes de la independencia, ajenos a la separaci¨®n de los poderes, determin¨® buena parte de la historia haitiana. Las insurrecciones fueron abundantes y tambi¨¦n el enroque de generales de provincias, algunos en la emblem¨¢tica Gonaives. Los presidentes buscaron el apoyo castrense o crearon grupos de choque propios para inmovilizar a los cuarteles y aplastar a la oposici¨®n.
Abraham, de 63 a?os, es un militar retirado, aparentemente m¨¢s sensato que la mayor¨ªa de sus conmilitones. El Ej¨¦rcito estuvo integrado por 7.500 soldados. Desde el derrocamiento de Aristide, el comandante Guy Philippe maquina la vuelta del Ej¨¦rcito y recurrir¨¢ ante los tribunales: una entelequia en este anarquizado pa¨ªs. Sus lugartenientes piden que se le otorgue la jefatura porque Hait¨ª le debe "su liberaci¨®n". Estados Unidos duda. El general James T. Hill, responsable de mando sur norteamericano, subray¨® recientemente que "Hait¨ª no necesita un Ej¨¦rcito".
Durante los 200 a?os de vida republicana, los hombres que condujeron a las explotadas masas negras hacia la victoria contra Francia crearon castas y encabezaron 32 golpes de Estado. El n¨²mero 33, en febrero, revisti¨® otras caracter¨ªsticas. La corrupci¨®n entre sus filas fue end¨¦mica y causa de muchos males, porque el arte militar control¨® asimismo las arcas de esta empobrecida naci¨®n antillana e impidi¨® el surgimiento de una sociedad civil estructurada y fuerte. Las credenciales de los candidatos a ocupar el estado mayor de un eventual ej¨¦rcito son poco edificantes.
Louis-Jodel Chamblain, asesino convicto en los escuadrones de la muerte del Frente Revolucionario para el Avance y el Progreso de Hait¨ª (FRAPH) de Raoul Cedr¨¢s, figura asimismo en la terna de capitanes a la espera de destino. La docilidad de esos guerreros a las autoridades civiles est¨¢ por verse. El 31 de marzo de 1995, una fuerza de paz de la ONU reemplaz¨® a los marines norteamericanos que hab¨ªan invadido Hait¨ª meses antes para reinstalar a Aristide. Los 5.000 polic¨ªas haitianos que sustituyeron al Ej¨¦rcito, en el a?o 1996, no se demostraron capaces.
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