Paisajes y poemas del r¨ªo duradero
El Duero, desde su nacimiento en los Picos de Urbi¨®n hasta Oporto
Nuestro mundo cabe en unas pocas met¨¢foras. Las estrellas son ojos que nos miran; el amor, una llama; dormir no es distinto a morir; la vida se confunde con el sue?o, y las flores, con la ef¨ªmera belleza de la juventud. Son met¨¢foras que nos siguen conmoviendo cada vez que las escuchamos como si, despu¨¦s de todo, nuestro coraz¨®n no fuera tan vasto ni los pensamientos de los hombres tan distintos entre s¨ª. Una de estas met¨¢foras eternas equipara el tiempo a un r¨ªo que fluye. Aparece en unos de los versos m¨¢s recordados de nuestra literatura: "Nuestras vidas son los r¨ªos / que van a dar a la mar / que es el morir". Jorge Manrique, el poeta que en el siglo XV los escribi¨®, hab¨ªa nacido en Paredes de Nava, y bien pudo suceder que se inspirara para escribirlos en el r¨ªo Carri¨®n, que fue el r¨ªo de su infancia, o tal vez en el Duero, que es el r¨ªo al que van a dar sus aguas kil¨®metros m¨¢s abajo, despu¨¦s de haber pasado por las del Pisuerga. El r¨ªo Duero es, sin duda, el r¨ªo por excelencia de Castilla, y es dif¨ªcil que los castellanos no piensen inevitablemente en ¨¦l cuando evocan la imagen de ese r¨ªo que fluye sin que podamos hacer nada por detenerlo y que se confunde con su propia vida.
El Duero y los r¨ªos que le van dando sus aguas est¨¢n llenos de lugares que parecen concebidos para albergar los juegos de parejas y de los ni?os. Pues al ser el agua principio y fin de todas las cosas, los castellanos las creyeron pobladas de seres como las ninfas, las hadas y las se?oras de las aguas, siempre prestas a conceder favores o a provocar desgracias
Los Arribes, estos bravos paisajes fluviales, cautivaron por su fuerza, por sus proporciones, por su entorno natural, a Miguel de Unamuno, y no pueden dejar indiferente a ning¨²n viajero que se acerque a ellos
Cercado de lagunas de origen glaciar, el r¨ªo Duero nace en los altos Picos de Urbi¨®n, en la provincia de Soria, y discurre entre laderas cubiertas de pinos, acompa?ado de an¨¢tidas, rapaces y nutrias. Gerado Diego se refiri¨® a este nacimiento como al de un ni?o que se precipitara ansioso en el rumor de la vida. Y, en efecto, bastan unos pocos kil¨®metros para que veamos al Duero circundando la ciudad de Soria con el mismo apremio con el que un adolescente tomar¨ªa el talle de una muchacha. Fue en esas veredas donde Antonio Machado se detuvo a contemplar los ¨¢lamos de sus orillas, y vio en sus aguas fugitivas el espejo donde se contemplan los enamorados: "??lamos del amor que ayer tuvisteis / de ruise?ores vuestras ramas llenas; / ¨¢lamos que ser¨¦is ma?ana liras / del viento perfumado en primavera!". Los enamorados han inscrito sus iniciales en las cortezas de los ¨¢rboles de la ribera s¨®lo para descubrir, a?os despu¨¦s, que esas letras y cifras grabadas cerca del agua que corre y pasa y sue?a, es la imagen de la dicha que tiene inevitablemente que pasar.
El misterio de la vida
Pero si el r¨ªo habla de ese flujo irreversible del tiempo, tambi¨¦n lo hace de la fertilidad y el misterio de la vida. Por eso, en estas mismas tierras, las muchachas sorianas esperan la llegada de la noche de San Juan para encontrar en su corriente esas flores de agua que aseguran que ser¨¢n amadas y f¨¦rtiles, ya que el agua contiene todas las virtualidades de la creaci¨®n, y est¨¢ dotada de poderes m¨¢gicos que dan cumplimiento a los sue?os. Por eso, el r¨ªo y sus orillas rumorosas son lugares id¨®neos para el encuentro de los amantes que, como sucede en los cuentos orientales, apenas necesitan otra cosa que un reguero de agua, una gruta y unos cuantos ¨¢rboles en torno.
"Otra vez el r¨ªo, amante, / y otra puente sobre el r¨ªo. / Y otra puente con dos ojos / tan grandes como los m¨ªos". Rafael Alberti escribi¨® este poema al paso del r¨ªo Duero por Roa (Burgos), imagin¨¢ndose el maravillado asombro de una muchacha ante la llegada de su amante. Un poco m¨¢s atr¨¢s ha quedado la ermita de San Baudelio, junto al pueblo de Casillas de Berlanga, una ermita del siglo XI en la que Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano ha querido ver un gran ¨¢rbol de piedra que esconde el jard¨ªn del ed¨¦n. Y, en efecto, un mundo de animales, ¨¢rboles y agua que corre es el que evocan las pinturas de sus paredes, que son visiones de lugares extra?os poblados de aves de preciosos plumajes, santos ensimismados y plantas de frutos tan raros como delicados. Un mundo que tiene en el agua su m¨¢s secreta inspiraci¨®n, y que es, ante todo, un jard¨ªn como ¨¦se que, en el poema de Alberti, permite reunirse a los amantes.
Y, ciertamente, el Duero y los r¨ªos que le van dando sus aguas est¨¢n llenos de lugares que parecen concebidos para albergar los juegos de parejas y de los ni?os. Pues al ser el agua principio y fin de todas las cosas, los castellanos las creyeron pobladas de seres como las ninfas, las hadas y las se?oras de las aguas, siempre prestas a conceder favores o a provocar desgracias. Tan d¨²ctil y sumisa cuando est¨¢ tranquila y discurre por acequias y canales de riego, como terrible y demoledora en las inundaciones y los desbordamientos. Y el r¨ªo que se interna en la provincia de Valladolid es ya ese r¨ªo vigoroso, presto a desbocarse, que el infante Don Juan Manuel contemplara desde las almenas de su castillo de Pe?afiel y en cuyas orillas se deleitara con sus halcones empenachados de plumas. Don Juan Manuel fue escribiendo en ese su retiro, y en el tiempo que le dejara libre servir a Alfonso XI, los cuentos de El conde Lucanor. Historias que el r¨ªo Duero sigue susurrando a los que bajan a verle desde Valladolid, o a los vecinos de Simancas, en cuyas cercan¨ªas se le une el Pisuerga, d¨¢ndole esas hechuras definitivas de gran r¨ªo que ya no abandonar¨¢ hasta su desembocadura en el mar.
Y ser¨¢ tambi¨¦n a ese mundo de rumores y fantas¨ªas al que se refiera el poeta Francisco Pino, cuando lleve a su amada a contemplar el Duero desde el alto balc¨®n de Tordesillas: "De mi mano vendr¨¢s a ver el Duero. / Desde el alto balc¨®n de Tordesillas; / te he de mostrar las amarillas / ramas del chopo y alas del jilguero". Y esas ramas del chopo y alas del jilguero fueron sin duda las que contemplaron don Pedro y do?a Mar¨ªa Padilla muchas tardes cuando, abandonando su palacio, paseaban su amor prohibido por este mismo lugar. Don Pedro abandon¨® a su mujer, do?a Blanca de Borb¨®n, a las 48 horas de su boda y corri¨® a refugiarse a Tordesillas, en los brazos de su amante sevillana. Pero como ¨¦sta a?oraba el mundo ar¨¢bigo, que hab¨ªa abandonado por seguir al rey, don Pedro mand¨® construir para ella un palacio ¨¢rabe, del que a¨²n pueden contemplarse un patio intacto, unos ba?os y diversos arcos en el monasterio de las Claras, como expresi¨®n de una de esas locuras a las que los amantes suelen ser tan proclives.
Muchos a?os despu¨¦s, desde el mirador de ese mismo monasterio, do?a Juana se pasar¨ªa las noches contemplando el r¨ªo Duero, mientras en el interior del convento, rodeado de monjas por haberse calmado a esas alturas la furia de sus celos, reposaba el cad¨¢ver de don Felipe. Y sin duda tendr¨ªa en su pensamiento los versos de Jorge Manrique, y al ver el Duero discurriendo en la distancia pensar¨ªa en ¨¦l como mensajero de la muerte y de lo f¨²til de nuestro paso por este mundo.
Pero as¨ª como las muchachas sorianas buscaban en las aguas de los r¨ªos y las fuentes la flor misteriosa que habr¨ªa de prometerles la dicha, el r¨ªo Duero tambi¨¦n evoca un mundo de tesoros escondidos en grutas y galer¨ªas. Un mundo que, tal como nos recuerdan Antonio Garrosa y Joaqu¨ªn D¨ªaz en su libro Padre Duer, casi siempre tiene que ver con la dominaci¨®n mora, y las leyendas de pasajes, grutas y secretos que ¨¦sta dej¨® a sus espaldas. Y as¨ª, en estas tierras, todav¨ªa hace pocos a?os no era infrecuente o¨ªr hablar de la gruta del moro, y de otras historias semejantes en las que los mahometanos, al abandonar sus tierras, quedaron encerrados en grutas y galer¨ªas, custodiando fabulosas riquezas. O de moras que desde su interior llamaban a los cristianos con sus voces cristalinas, por a?orar los alimentos y los ardores de la vida.
Pero estas historias apenas se recuerdan ya, lo que puede que tenga que ver con la desaparici¨®n de los bosques que bordeaban el r¨ªo Duero a su paso por la provincia de Valladolid, y a cuyo misterioso amparo llegaban a contarse. Grandes alisedas, choperas, olmedas, con su sotobosque inextricable, y que serv¨ªan de refugio para una amplia fauna, han ido desapareciendo de estos lugares, quedando apenas unos restos en las inmediaciones de Castronu?o, junto al peque?o embalse de San Jos¨¦, o en los alrededores del pueblo de Pollos.
Tambi¨¦n en el tramo que lleva de Tordesillas a Toro, el Duero sigue siendo lo que era, y vuelve a recuperar su vieja filiaci¨®n con las leyendas moras y los cuentos de Don Juan Manuel. Toro es la fuente del vino, un vino fuerte, muy rojo, casi negro, que enciende el paladar de los hombres de esta zona. El viajero que la visite podr¨¢ deleitarse ante un paisaje hermoso, lleno de arboledas y maizales, que le acompa?ar¨¢ hasta la ciudad de Zamora.
El poeta Blas de Otero salud¨® desde uno de los puentes de esta ciudad al impetuoso r¨ªo con estos versos emocionados: "Por los puentes de Zamora, / sola y lenta, iba mi alma. / No por el puente de hierro. / El de piedra es el que amaba. / A ratos miraba el cielo, / a ratos miraba el agua". El poeta camina dividido, no sabiendo si decidirse por la ligereza del cielo o por la profundidad del agua. Pero ?qu¨¦ es el poeta sino un p¨¢jaro equivocado? Francisco Pino habl¨® de esta doble naturaleza que hace al poeta andar siempre por donde no debe, siendo p¨¢jaro en las profundidades del aire y pez entre las nubes ligeras. Y Claudio Rodr¨ªguez lo har¨¢ de esa relaci¨®n entre el rumor del r¨ªo y el canto de los hombres: "Haz que tu ruido sea nuestro canto, / nuestro taller en vida".
Una leyenda zamorana
En los cuentos de hadas se encuentran muchos p¨¢jaros que hablan y cantan, simbolizando los anhelos amorosos, igual que las flechas o los vientecillos. Y ese loro de agua que es el poeta colabora en una leyenda zamorana con el obispo Atilano, del que se cuenta que, arrepentido de sus pecados, arroj¨® a las aguas su anillo pastoral, esperando que el recuperarlo fuera la se?al cierta de que el cielo le hab¨ªa perdonado. Dos a?os despu¨¦s, en el vientre de un pescado, recibido de limosna para su humilde comida, el obispo encontr¨® maravillado su anillo de amatista.
Y as¨ª, dejando a Zamora atr¨¢s, entraremos en la provincia de Salamanca para encontrarnos con el r¨ªo Tormes, cuyas veredas umbr¨ªas ayudaron a fray Luis de Le¨®n a imaginar ese locus amoenis al que se refiere en su c¨¦lebre canto a la vida retirada. "Del monte en la ladera / por mi mano plantado tengo un huerto, / que con la primavera / de bella flor cubierto, / ya, muestra en esperanza el fruto cierto".
El Tormes desemboca en el r¨ªo Duero, y no es dif¨ªcil imaginar en sus densos bosques de ribera, sus espl¨¦ndidos encinares y bosques de robles, ese lugar recogido y amable al que se refiere la oda de fray Luis. Pero enseguida cambia el paisaje y el r¨ªo llega a los Arribes. Estos bravos paisajes fluviales, los ca?ones m¨¢s extensos que existen en nuestro pa¨ªs, cautivaron por su fuerza, por sus proporciones, por su entorno natural, a Miguel de Unamuno, y no pueden dejar indiferente a ning¨²n viajero que se acerque a ellos.
M¨¢s all¨¢, el r¨ªo Duero se interna en Portugal, y corre decidido hacia su desembocadura en la ciudad de Oporto. La inminencia de ese final vuelve a traer a nuestro pensamiento ese mar cantado por Jorge Manrique que se confunde con la muerte; pero tambi¨¦n ese mundo de flores, avecillas y delicados amantes que buscan solaz en su compa?¨ªa. Como si la vida no estuviese precisamente en los honores, el deber o la fama, sino en ese mundo de devaneos, de danzas y m¨²sicas acordadas, tan semejantes a la verdura de las eras y al roc¨ªo de los prados. Ese mundo de amores furtivos, encantamientos y repentinas fascinaciones, reflejado en tantas cancioncillas populares en las que se advert¨ªa de los dulces peligros que pod¨ªan hallarse junto a las fuentes: "En la fuente de agua clara, / con sus manos lavan la cara / ¨¦l a ella y ella a ¨¦l: / lavan la ni?a y el doncel. / En la fuente del rosel, / lavan la ni?a y el doncel". Cancioncilla que vuelve a hacer del agua el lugar de la vida y del gozo m¨¢s atrevido y que nos devuelve a la estrofa m¨¢s memorable de las coplas manrique?as, aquella en la que el poeta, al preguntarse por los vestidos y los olores de las damas, por los corazones llenos de llamas de sus amantes, y por la m¨²sica que les acompa?¨® en sus danzas, transforma el tema del desenga?o en un canto de sublime delicadeza a la belleza del mundo.
Jos¨¦ Jim¨¦nez Lozano tiene un poema titulado El precio. En ¨¦l vemos hacer al poeta una lista apresurada de algunos de los dones humildes que ha recibido al vivir. Las tardes rojas, el canto del cuco, las construcciones de escarcha, los ¨¢rboles entre la niebla, los ojos y las manos de los hombres, las dulzuras del amor. Todo eso, escribe, hay que pagarlo con la muerte. Pero enseguida a?ade: "Quiz¨¢s no sea tan caro".
Es posible que Jorge Manrique no llegue a decirnos nada parecido en sus Coplas..., pero la forma en la que evoca en ellas ese mundo de tocados, de caballeros encendidos por el fuego del amor y delicados suspiros es tan cautivadora y llena de luz que, a su lado, hasta la muerte misma nos parece demasiado previsible y sin inter¨¦s. Y no es que la vida deje de ser por eso un r¨ªo que, como el Duero, nos arrastra ineludiblemente hacia ese mar que es el morir; pero, ?qui¨¦n prestar¨ªa atenci¨®n a una obviedad como ¨¦sta si, mientras ese momento llega, hemos logrado andar sobre sus aguas?
- Gustavo Mart¨ªn Garzo (Valladolid, 1948) recibi¨® el Premio Nacional de Narrativa en 1994 por El lenguaje de las fuentes, y en 1999, el Premio Nadal por Las historias de Marta y
Fernando.
GU?A PR?CTICA
Soria
- Hotel Green Cadosa (975 21 31 43; www.green-hoteles.com). Carretera Zaragoza-Zamora, 146; a tres kil¨®metros de Soria. Habitaciones dobles desde 60 euros.
- Hotel Valonsadero (975 18 00 06; www.hotelvalonsadero.com). N-234, kil¨®metro 359. En un monte comunal de las afueras de Soria. 65 euros.
- Restaurante Casa Garrido (975 22 20 68). Vicente Tutor, 8. Cocina tradicional soriana. Men¨², 10 euros. A la carta, unos 25-30 euros.
- Fog¨®n del Salvador (975 23 01 94). Plaza del Salvador, 1. Setas y carnes a la brasa. Men¨² degustaci¨®n: 35 euros.
Pe?afiel
- Hotel Ribera del Duero (983 88 16 16; www.hotelriberadelduero.com). Escalona, 17. Doble: 67,60 euros.
- Restaurante Molino de Palacios
(983 88 05 05). Constituci¨®n, 16. En un antiguo molino sobre el r¨ªo Durat¨®n. Caza y lechazo asado. 25-30 euros.
- Asador Mauro (983 87 30 14). Atarazanas, 2. Lechazo. 25-30 euros.
Tordesillas
- Parador de Tordesillas (983 77 00 51; www.parador.es). Carretera Burgos-Salamanca, 5. En una casa solariega entre pinares. 97 euros.
- Hotel Do?a Carmen (983 77 01 12; www.hotellostoreros.com). Carretera Burgos-Salamanca, 152. 55 euros.
- Restaurante El Torre¨®n (983 77 01 23). Carretera Burgos-Portugal, 15. Foie-gras y carnes a la brasa. 45 euros.
Toro
- Hotel Mar¨ªa de Molina (980 69 14 14). Plaza de San Juli¨¢n de los Caballeros, 1. En el centro hist¨®rico. 47,20 euros.
- Restaurante La Viuda Rica (980 69 15 81). Rejadorada, 7. Cocina tradicional actualizada con sencillez y esmero por el 'chef' Emilio Leoz. 25-30 euros.
Zamora
- Hotel AC Zamora (980 55 79 40; www.ac-hotels.com). Pr¨ªncipe de Asturias, 43. Moderno hotel a orillas del Duero equipado con las ¨²ltimas tecnolog¨ªas. Desde 62 euros.
- Hoster¨ªa Real de Zamora (980 53 45 45; www.hosteriasreales.com). Cuesta de Pizarro, 7. En el antiguo palacio de la Inquisici¨®n. Doble: 62 euros.
- Hotel Boutique Meli¨¢ Horus (980 50 82 82; www.solmelia.es). Plaza del Mercado, 20. Habitaciones dobles en oferta por 50 euros.
- Casa Mariano (980 53 44 87). Avenida de Portugal, 8. Unos 25 euros.
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