Fiesta y devastaci¨®n
Las fiestas son frecuentemente una s¨¢tira en la que se invierten los valores, una burla contra los magnates del poder, una manifestaci¨®n en la que se mezclan lo carnal y lo espiritual. Los viejos carnavales eran eso: un modo expl¨ªcito de mudar el orden de las cosas, una forma reglamentada y estacional de cambiar las jerarqu¨ªas, de provocar el caos y de embestir fantasiosamente contra quienes contaban. Cuando a los individuos les estaba prohibido vivir como tales y la expresi¨®n particular de los derechos no se conceb¨ªa, los colectivismos sat¨ªricos tonificaban a los d¨¦biles d¨¢ndoles solidaridad y argamasa.
Algo de eso est¨¢ en el origen de las Fallas y as¨ª lo han destacado quienes se dedican a su examen. Pero... ?qu¨¦ ocurre en nuestros d¨ªas? La naturaleza de la fiesta ha cambiado y, a pesar de que haya falleros sensatos, aumenta el n¨²mero de la gente desconsiderada que irrumpe arrog¨¢ndose el derecho a la ocupaci¨®n y al estr¨¦pito, un derecho que se convierte en puro privilegio dado que nadie les impide expresarse ordinariamente en una sociedad democr¨¢tica. Pero dicho esto, me corrijo. Las fiestas del pasado no eran menos brutales: eran b¨¢rbaras y eran devastadoras, todo lo devastadoras que el poder permit¨ªa por unos d¨ªas. El vandalismo era, en efecto, la expresi¨®n que los d¨¦biles se consent¨ªan para dar rienda a lo que requer¨ªa alivio. En las sociedades actuales, unas sociedades democr¨¢ticas, no necesitamos proclamar estrepitosamente nuestro odio al poder, no necesitamos concentrar la fuerza sat¨ªrica en unos pocos d¨ªas, porque esa energ¨ªa la podemos manifestar con una asiduidad y con una tolerancia que antes no se ten¨ªa.
?Cu¨¢l es la consecuencia fatal que de algunos vandalismos colectivos se deriva?
Si esto es as¨ª, ?cu¨¢l es la consecuencia fatal que de algunos vandalismos colectivos se deriva? Una arrogante brutalidad de cristales rotos, la incultura adue?¨¢ndose de ciertas calles, el estr¨¦pito motorizado, el desenfreno de la p¨®lvora y del fuego, el engreimiento de quienes incendian papeleras, contenedores, orinan por todas partes. Mientras tanto, nuestros mun¨ªcipes parecen callar o jalear a los juerguistas como si ya estuvieran resignados a la expansi¨®n, como si s¨®lo fueran capaces de demagogia. Ocurre aqu¨ª, pero sucede tambi¨¦n en otras partes. Cuenta Arcadi Espada que "en el a?o 1992, y en la ciudad de Barcelona, se instaur¨® la costumbre de romper botellas en la plaza principal de la ciudad para celebrar la llegada del A?o Nuevo. El espect¨¢culo fue tremendo. Al d¨ªa siguiente no hab¨ªa peri¨®dicos y en el momento de los hechos las radios y televisiones atend¨ªan a su programaci¨®n ficcional. A por uvas. De modo que la tradici¨®n fue consolid¨¢ndose en el silencio medi¨¢tico. Hasta tal punto que el s¨ªmbolo del bimilenario barcelon¨¦s bien pudo haber sido un casco roto y astillado. Hoy el peri¨®dico trae una foto del suelo de la plaza. Creo que es la primera vez en tantos a?os. Un magn¨ªfico lecho de fakir".
?A qu¨¦ se debe este vandalismo que se da aqu¨ª y all¨¢?, podemos preguntarnos. ?Qu¨¦ extra?o simbolismo se quiere subrayar astillando o reventando botellas o incendiando papeleras con truenos ensordecedores? ?Acaso el fin de los d¨ªas? Qu¨¦ simp¨¢ticas tradiciones, qu¨¦ muestras de est¨¦tica multitudinaria, qu¨¦ met¨¢foras tan ruidosas y brillantes. A alguien que, como yo, no es barcelon¨¦s ni tampoco un valenciano expansivo ni colectivista, habr¨ªa que explicarle este fen¨®meno: parece la consumaci¨®n extra?a del botell¨®n y del c¨®ctel m¨®lotov. Pero no, s¨®lo son las versiones locales del desenfreno destructivo del bruto: los malos modos, la rudeza, la violencia vand¨¢lica, el grito tosco, beodo y af¨®nico, la conducta bravucona, chillona. Pens¨¢bamos err¨®neamente que siglos de humanidad y de cultivo de las bellas artes, que milenios de educaci¨®n y de formaci¨®n, nos hab¨ªan pulido permiti¨¦ndonos alisar las partes m¨¢s broncas de nuestro proceder y de repente descubrimos que no, que a¨²n somos unos rudos jactanciosos y antip¨¢ticos que nos divertimos asustando a pac¨ªficos y atemorizados ciudadanos.
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