?Qu¨¦ hacer si se sufre un estado de estr¨¦s y angustia?
Las ondas expansivas de las bombas terroristas no acaban -desgraciadamente- cuando se acaba la destrucci¨®n f¨ªsica. Desde siempre se sabe de las heridas espirituales y emocionales sufridas por los supervivientes de situaciones b¨¦licas, unas secuelas que fueron conoci¨¦ndose mejor tras las guerras mundiales y que se llaman desde los a?os ochenta s¨ªndrome de estr¨¦s postraum¨¢tico. El mismo s¨ªndrome afecta a los supervivientes de la violencia f¨ªsica o sexual, de los accidentes de tr¨¢fico y de muchas otras situaciones que, s¨²bitamente, ponen a una persona en peligro de muerte o de p¨¦rdida de la integridad corporal.
?Por qu¨¦ se da el estr¨¦s postraum¨¢tico? En situaciones de inminente peligro de muerte, la naturaleza, a trav¨¦s de la llamada respuesta del miedo, prepara al organismo para un respuesta inmediata de huida o de lucha. Las verdaderas cascadas de hormonas y neurotransmisores que se desencadenan en el cerebro del amenazado est¨¢n dise?adas para grabar en la memoria todos los detalles de la situaci¨®n de peligro (a fin de evitarlos en el futuro), para reactivar conductas autom¨¢ticas que favorezcan la supervivencia y para dotar a la masa muscular de toda la fuerza posible.
Esta compleja respuesta biol¨®gica debe ser desactivada una vez superada la situaci¨®n de peligro, pero la desactivacion puede durar horas o semanas, seg¨²n el efecto destructivo de la situaci¨®n desencadenante. Durante este periodo es frecuente y normal que muchos ciudadanos vivan s¨ªntomas parciales de estr¨¦s agudo, como dificultades en conciliar (o mantener) el sue?o, tristeza y ganas de llorar, miedo o angustia, problemas de concentraci¨®n y tendencia al aislamiento. Si esos s¨ªntomas no afectan mucho a la capacidad funcional de la persona han de considerarse como reacciones normales a una situaci¨®n anormal: las bombas terroristas.
Durante el 11-S, por ejemplo, hasta un 60% de la poblaci¨®n general de Nueva York manifest¨® haber padecido alguno de estos s¨ªntomas, pero la mayor¨ªa se resolvi¨® en horas o en pocos d¨ªas tras la utilizacion de simples medidas de higiene psicol¨®gica: regularizar las horas de sue?o y de comida, recuperar en la medida de lo posible los ritmos rutinarios de la vida diaria, y acercarse afectivamente a familiares y allegados para comunicarles nuestros sentimientos ¨ªntimos, dudas y temores.
A pesar de que todav¨ªa no se cuenta con estudios cuantitativos en Madrid, miles de descripciones anecd¨®ticas hacen pensar que lo mismo ha ocurrido en esta ciudad tras los acontecimientos tr¨¢gicos del 11 de marzo: la vivencia inmediata del terror, seguida de una cascada de sentimientos de incredulidad, shock, reaparici¨®n involuntaria de los recuerdos de las escenas de terror y destrucci¨®n, estados de hiperalerta y otros. La mayor¨ªa de estas reacciones se normalizar¨¢n en poco tiempo con las medidas ya descritas.
Muchas personas encuentran gran consuelo en la participaci¨®n activa y voluntaria en los trabajos de rescate y reconstrucci¨®n.Tal fue -masivamente- el caso de muchos neoyorquinos en el 11-S, y tambi¨¦n fue el caso de aquellos madrile?os que el 11-M convirtieron su inicial sensaci¨®n de impotencia en posturas activas y solidarias de voluntariado.
Tales posturas, adem¨¢s de su efecto altruista y positivo sobre los dem¨¢s, son muy recomendables para la recuperaci¨®n de la propia integridad emocional del voluntario, debido a que la adopci¨®n de posturas activas erosiona la sensaci¨®n de impotencia que conlleva toda situaci¨®n de v¨ªctima.
Tras el 11-S aprendimos en Estados Unidos que las reacciones de estr¨¦s agudo pueden resultar de la visualizaci¨®n de situaciones traum¨¢ticas a distancia y a trav¨¦s de los medios de comunicacion, especialmente de los audiovisuales. Por tanto, es recomendable que se limite la exposici¨®n a esos medios de las personas vulnerables, especialmente ni?os de menos de diez a?os, o personas que ya puedan padecer s¨ªndromes de ansiedad o de estr¨¦s postraum¨¢tico.
En poblaciones infantiles, los estudios realizados tras el 11-S demostraron que, a mayor tiempo de exposici¨®n a programas de televisi¨®n relacionados con el atentado, hubo mayor n¨²mero de s¨ªntomas y de dificultades funcionales.
Tambi¨¦n a los ni?os, frecuentemente ignorados en el caos que suele seguir a estos sucesos, se les debe facilitar la adopci¨®n de posturas activas frente a las situaciones traum¨¢ticas, a trav¨¦s del juego, el dibujo, la narraci¨®n o cualquier otro instrumento de expresi¨®n. En nuestro caso, las sesiones de dibujo dirigidas por los propios maestros (asesorados por psic¨®logos o psiquiatras) no s¨®lo facilitaron la expresi¨®n de temores previamente ocultos, sino que produjeron muestras de indudable valor art¨ªstico, cuya exhibici¨®n ulterior facilit¨® la recuperaci¨®n de las vivencias de comunidad en los ni?os escolarizados cerca de la Zona Cero.
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