NICOLETA DEAC / La chica del bal¨®n
Nicoleta Deac lleg¨® a Espa?a desde Rumania hace cuatro a?os, con s¨®lo 23, y trabajaba de asistenta. "No hay cosas tristes que contar de ella. Lo triste es que ha muerto", dice una amiga.
La religi¨®n gui¨® su vida. Siendo muy joven, cambi¨® de confesi¨®n. Dej¨® el catolicismo y se convirti¨® al adventismo. Y, por eso, sus padres la echaron de casa. Tuvo suerte y aterriz¨® en una familia adventista, que la adopt¨® como a una hija y la dej¨® marchar cuando decidi¨® irse. Ellos mismos la enterrar¨¢n estos d¨ªas conforme a sus creencias. Sus padres no quieren saber nada de ella, ni muerta.
Pese a todo, son muchos los que recuerdan su eterna sonrisa, sus buenas palabras y su generosidad. "Ha dejado miles de peque?os detalles por ah¨ª", dice su compa?era de piso, que r¨ªe recordando los potingues que hac¨ªa de comer.
Ahora la echar¨¢n de menos en el parque, donde jugaba al f¨²tbol "con los chicos". Porque si algo volv¨ªa loca a Nicoleta era un bal¨®n. El mismo que ahora permanece est¨¢tico en su habitaci¨®n.
El beb¨¦ que naci¨® el mismo d¨ªa de su muerte en la casa donde limpiaba no la conocer¨¢, y en su habitaci¨®n tambi¨¦n qued¨® el libro "de c¨®mo ser buena mam¨¢". Los brutales atentados del 11 de marzo la convirtieron en el cad¨¢ver n¨²mero 34 del tanatorio.
A ella, que s¨®lo cog¨ªa ese tren dos veces por semana, "porque era dormilona". A ella, que se iba a Marbella el viernes (12 de marzo) para ver a unos amigos y, al final, fueron ellos quienes vinieron a verla, ya muerta, para decirle: "Du¨¦rmete, nena, porque pronto nos vamos a encontrar". A ella, que estaba a punto de sacarse el carn¨¦ de conducir. A ella, que pensaba montar una pizzer¨ªa. Sus amigos quieren ahora cumplir ese sue?o. El lugar es una inc¨®gnita, pero el nombre est¨¢ claro: Nicoleta.-
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