Neruda frente al terror en Madrid
?Qu¨¦ dir¨ªa Pablo Neruda si estuviese vivo hoy, si tuviera que contemplar la muerte que ha ca¨ªdo sobre Madrid, la ciudad que tanto am¨®, la ciudad que se clavaba tan profundamente en su coraz¨®n?
Unos d¨ªas atr¨¢s tuve ocasi¨®n de saberlo, de pregunt¨¢rselo, cuando particip¨¦, junto a otros escritores y artistas, en un homenaje al gran vate chileno en el Kennedy Center de Washington DC para celebrar el centenario de su nacimiento. Preparando una de mis intervenciones en esa noche de gala, hab¨ªa decidido yo, hace ya varios meses, que era necesario leerle al p¨²blico norteamericano aquel poema magistral, Explico algunas cosas, que Neruda escribi¨® como respuesta al bombardeo de Madrid por las fuerzas de Franco durante la Guerra Civil espa?ola. Era una manera, pens¨¦ yo, de permitirle a Neruda denunciar la invasi¨®n de Irak, las bombas que han ca¨ªdo sobre los inocentes, la sangre de los ni?os que corre, hoy como ayer, simplemente como sangre de ni?os. Y sent¨ª, tambi¨¦n, que los versos de Neruda pod¨ªan servir para aullar en contra de la destrucci¨®n de tantas otras ciudades y vidas. Mirad mi casa muerta, mirad Espa?a rota pod¨ªa referirse tambi¨¦n al Santiago de su Chile que Neruda recorri¨® de joven, que yo mismo vi bombardear el 11 de septiembre de 1973 mientras Pablo mor¨ªa de c¨¢ncer y de tristeza en Isla Negra. Y tambi¨¦n a Nueva York bajo el fuego, ese otro 11 de septiembre, el Nueva York que am¨® Neruda y Garc¨ªa Lorca y tantos otros, envuelto en humo y dolor y luto. Siempre son unos, chacales que el chacal rechazar¨ªa, que lanzan la muerte y los otros, llenos de luz y latidos, los que mueren, simplemente mueren.
?se era mi plan original: revelar, una vez m¨¢s (?como si hiciera falta!), cu¨¢n contempor¨¢neo y presente es nuestro Neruda de cada d¨ªa.
Pero, claro, cuando finalmente le¨ª el poema en el Kennedy Center, entend¨ª yo, y lo entendieron los quinientos norteamericanos que escuchaban en la capital de los Estados Unidos, que Neruda hab¨ªa decidido tomar mi boca, apropiarse de mi garganta, para susurrarnos algo a¨²n m¨¢s urgente. Los recientes atentados criminales de Madrid convert¨ªan sus palabras en responsorio: era Madrid la que ard¨ªa nuevamente, eran nuevamente los madrilenos atacados por las v¨ªboras que las v¨ªboras odiar¨ªan, nuevamente eran los inocentes que pagaban por una guerra que ellos no hab¨ªan deseado ni merecido. Era mi propio Madrid, donde una manana todo estaba ardiendo, / y una ma?ana las hogueras / sal¨ªan de la tierra devorando seres, / era Madrid, y desde entonces fuego, p¨®lvora desde entonces, / y desde entonces sangre.
As¨ª lo entendi¨® el p¨²blico all¨¢, en el Kennedy Center. En cada conversaci¨®n despu¨¦s de nuestro homenaje, una y otra vez se me acercaban interlocutores para agradecerme a m¨ª -?para qu¨¦ a m¨ª, si era Neruda el que hab¨ªa escrito aquello, si era Neruda el que me hab¨ªa elegido desde m¨¢s all¨¢ de la muerte para que repitiera sus versos desafiantes?- para agradecernos a nosotros y a los dioses de la poes¨ªa esa manera de expresar y recordar a estas v¨ªctimas del terror que duplican con su muerte tantas muertes anteriores, tanto terror que sigue y sigue, Madrid hoy y ayer, Santiago ayer y Bagdad hoy, Nueva York y Sbrenica y Ruanda y Camboya.
Pero no era solamente eso lo que Neruda nos estaba confirmando. Hay comentaristas norteamericanos -como los hay en Espana- que han declarado que el modo en que reaccion¨® el pueblo de ese pa¨ªs, castigando al Gobierno de Aznar, ha sido una victoria del terrorismo, la manipulaci¨®n de la democracia por los fan¨¢ticos que ahora pueden usar sus armas destructivas para amedrentar a los ciudadanos libres del mundo y chantajear el proceso electoral. Tal argumento no es solamente un insulto a la madurez y la valent¨ªa de los espa?oles, sino que a la vez un insulto a la inteligencia. ?Se atreven a decir eso acerca de un pueblo que ha sabido oponerse por millones a los criminales y asesinos de ETA? ?Se atreven a sostener tal patra?a acerca de hombres y mujeres cuyos padres y abuelos resistieron tres a?os el asalto de los fascistas espanoles y el poder¨ªo de Hitler y Mussolini mientras el mundo los abandonaba a su suerte?
Escuchen bien a Neruda quienes crean que los espa?oles tienen miedo.
?l profetiza en su poema que la sangre de Espa?a se levantar¨¢ para ahogar a sus asesinos en una sola ola de orgullo y de cuchillos, ¨¦l nos asegura que de cada casa muerta sale metal ardiendo.
No hay que confundirse. Porque un pueblo rechace y se oponga a una guerra innecesaria, mentirosa e injusta, no significa que ese mismo pueblo no est¨¦ dispuesto a defenderse, a devolver a Madrid otra vez a ese momento anterior a las bombas que tambi¨¦n recordaba Neruda: Yo viv¨ªa en un barrio / de Madrid, con campanas, / con relojes, con ¨¢rboles. / Ra¨²l, ?te acuerdas? / ?Te acuerdas, Rafael? / Federico, ?te acuerdas?, / debajo de la tierra, / ?te acuerdas de mi casa con balcones en donde / la luz de junio ahogaba flores en tu boca? / ?Hermano, hermano!.
S¨ª, en efecto. Con Neruda decimos, volvermos a decir a cien a?os de su nacimiento, volveremos a decir cuantas veces haga falta: "?Hermano, hermano!".
Ariel Dorfman es escritor chileno, autor de Rumbo al Sur, deseando el Norte.
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