"?Qu¨¦ felicidad vivir sin Aznar!"
Cuando a la puerta de Ferraz los simpatizantes del PSOE jaleaban su alegr¨ªa por la victoria de ZP, una de sus jaculatorias coreadas con mayor entusiasmo fue la que encabeza estas l¨ªneas. Y al escucharla, todos nos pudimos reconocer inmediatamente en su verdad profunda. En efecto: qu¨¦ alivio se siente al despertar de esta espantosa pesadilla para librarnos por fin de Aznar. Era tan feroz el odio que destilaba tan siniestro personaje que consegu¨ªa envenenar todo cuanto tocaba, convirtiendo el ruedo ib¨¦rico en un esperpento digno de Macbeth: absurdo, ca¨®tico y s¨®lo lleno de ruido y de furia. Pero, finalmente, la funci¨®n ha terminado, pues el p¨²blico ha dicho basta, expulsando a su principal responsable fuera del escenario.
La recusaci¨®n. El resultado de las elecciones del 14-M no implica tanto una derrota del favorito formalmente vencido, Rajoy; ni tampoco siquiera una victoria del aspirante socialista, que es el vencedor oficial, ZP; sino que supone ante todo una recusaci¨®n en toda regla de la pasada ejecutoria del presidente saliente, que ahora ha quedado formalmente desautorizada por el pueblo soberano. Y la mejor prueba es que, si el candidato popular no ha presentado su dimisi¨®n ante el incumplimiento de sus expectativas de victoria, como hizo en su d¨ªa Almunia al ceder al PP la mayor¨ªa absoluta, es porque Rajoy atribuye la responsabilidad de su derrota al presidente saliente. El electorado no ha elegido a Zapatero ni al PSOE. Tampoco ha rechazado a Rajoy, bien calificado en las encuestas por su larga experiencia gubernamental. Sino que ha optado masivamente -?once millones de votos ¨²tiles!- por un voto de castigo a Aznar, expuls¨¢ndole del poder con deshonor. Se dice que esto resta legitimidad a la victoria de ZP. Pero en realidad sucede al rev¨¦s, pues la victoria de Zapatero expresa la m¨¢s absoluta deslegitimaci¨®n de la pasada ejecutoria del PP.
Es verdad que, como tiene por norma, Aznar se neg¨® a rendir cuentas ante los votantes. Y por eso renunci¨® a presentarse a los comicios, mandando en su lugar a su delegado Rajoy. As¨ª que a los electores se nos priv¨® del derecho leg¨ªtimo a juzgar sus evidentes responsabilidades por los flagrantes abusos de poder. Pero, en realidad, aunque Aznar no se presentase candidato, estos comicios tambi¨¦n representaban un plebiscito destinado a convalidar la pasada ejecutoria de Aznar. As¨ª nos lo vendi¨® la campa?a electoral que hizo el PP y as¨ª lo interpret¨® su coro medi¨¢tico, empezando por la televisi¨®n p¨²blica y terminando por la prensa adicta que le rinde servicio. Pues bien, ese plebiscito convocado para refrendar la ejecutoria de Aznar ha sido perdido por el presidente saliente, que ha quedado estrepitosamente derrotado por el rechazo manifiesto del electorado.
Como se sabe, la naturaleza de nuestro r¨¦gimen democr¨¢tico es ambivalente, pues si en la letra de la ley est¨¢ constituido como un parlamentarismo proporcional, en la pr¨¢ctica funciona como un presidencialismo plebiscitario. De ah¨ª que, cuando se obtienen mayor¨ªas absolutas, el presidente del Gobierno tienda a abusar de su poder, buscando despu¨¦s el refrendo del electorado a fin de legitimar su pasada ejecutoria convalidando sus posibles responsabilidades. Y esto permite que nuestro r¨¦gimen act¨²e como una democracia delegativa -tal como O'Donnell denomina al populismo latino- en la que el electorado consiente y avala la impunidad de sus gobernantes. O en eso confiaba Aznar, al menos cuando plante¨® estas elecciones como el refer¨¦ndum que coronar¨ªa su despedida del poder, del que esperaba salir por la puerta grande para acceder al p¨®rtico de la gloria. Bien, pues no ha sido as¨ª. En contra de lo que todos esper¨¢bamos, el pueblo espa?ol ha sido capaz de comportarse como ciudadano y no como s¨²bdito, osando exigir la rendici¨®n de cuentas a su gobernante. Y, por primera vez en la historia de nuestra democracia -y esperemos que sirva de precedente para ocasiones futuras-, el pueblo espa?ol ha ejercido la accountability, recusando formalmente al gobernante saliente.
La manipulaci¨®n. Para deslegitimar no tanto la victoria de Zapatero como la derrota de Aznar, sus portavoces medi¨¢ticos denuncian la manipulaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica a ra¨ªz de la masacre de Atocha. Y es verdad que ha habido manipulaci¨®n medi¨¢tica. Pero quien la ha protagonizado ha sido el Gobierno saliente, que pretendi¨® editar su versi¨®n de la matanza para que ning¨²n elector pudiese exigirle rendici¨®n de cuentas por su evidente responsabilidad tanto por acci¨®n -complicidad con la ilegal conquista de Irak- como por omisi¨®n, dada su incapacidad de prevenir la previsible venganza del terrorismo islamista. Y as¨ª es como toda la ejecutoria entera del presidente Aznar ha quedado marcada y definida por la manipulaci¨®n medi¨¢tica.
Como se recordar¨¢, el candidato Aznar s¨®lo logr¨® desbancar al anterior presidente Gonz¨¢lez mediante una conspiraci¨®n medi¨¢tica -as¨ª la calific¨® uno de sus principales promotores- tejida entre su partido pol¨ªtico y la prensa privada, gracias a la compra de secretos oficiales por parte de un magnate ya condenado en sentencia firme. As¨ª empez¨® el mandato de Aznar, manipulando la opini¨®n p¨²blica con esc¨¢ndalos espuriamente prefabricados. As¨ª sigui¨® tambi¨¦n despu¨¦s de forma permanente -no hay m¨¢s que recordar la ¨²ltima manipulaci¨®n interesada del esc¨¢ndalo Carod-, y as¨ª ha terminado finalmente su mandato, cuando no ha dudado ni un momento en manipular la informaci¨®n sobre la masacre de Atocha, tanto desde los ministerios de Asuntos Exteriores y del Interior como desde la propia presidencia, por no hablar de su prensa af¨ªn y la televisi¨®n p¨²blica. Todo con tal de que los 190 asesinatos islamistas no le aguasen el fin de fiesta, que deseaba coronar con una nueva mayor¨ªa absoluta por persona interpuesta. Pero las ca?as se le han tornado lanzas, pues el electorado, indignado por tama?a manipulaci¨®n, ha dicho finalmente basta.
Civismo. Estos idus de marzo pasar¨¢n a la historia grande de nuestro pa¨ªs, Espa?a. Y ello tanto por los 190 asesinatos injustos como por la respuesta c¨ªvica que su criminal ejecuci¨®n ha despertado. Algunos sostienen que nuestro pueblo no es capaz de sustituir a sus gobernantes si no media alguna crisis que amenace con quebrar su estabilidad. As¨ª sucedi¨® con el acceso de Gonz¨¢lez al poder, que s¨®lo fue posible como consecuencia del esc¨¢ndalo causado por el fallido golpe de Estado. As¨ª sucedi¨® tambi¨¦n despu¨¦s con el acceso de Aznar al poder, que s¨®lo fue posible como consecuencia del esc¨¢ndalo causado por las denuncias de corrupci¨®n, seg¨²n acabamos de ver. Y lo mismo estar¨ªa sucediendo ahora, pues el acceso de ZP al poder s¨®lo habr¨ªa sido posible a consecuencia del esc¨¢ndalo causado por la manipulaci¨®n de la masacre. Pero existe una diferencia significativa que permite albergar fundadas esperanzas sobre el avance de nuestra cultura c¨ªvica. Y es que, a diferencia de las dos alternancias anteriores, en esta ocasi¨®n ha habido un claro vuelco de las expectativas creadas. Por primera vez, los ciudadanos han sabido decir no a lo que se esperaba de ellos. Y su desobediencia civil es una prueba evidente de madurez c¨ªvica.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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