Eric Clapton le echa br¨ªo al 'blues'
El m¨²sico triunfa ante 18.000 espectadores en Barcelona con un repertorio de cl¨¢sicos a?ejos
Camisa azul por fuera de los pantalones tejanos, zapatos deportivos blancos, gafas de profesor, barba de dos d¨ªas y Let it rain. As¨ª se present¨® Eric Clapton en el Palau Sant Jordi iniciando su concierto del pasado mi¨¦rcoles por la noche en Barcelona. Primeros acordes y un cierto zumbido en los t¨ªmpanos: o bien el t¨¦cnico de sonido llevaba tapones o el equipo estaba dise?ado para sordos. El reloj marcaba las 21.33 y el intenso estruendo de la primera canci¨®n tap¨® los gritos de adhesi¨®n de las m¨¢s de 18.000 personas que casi llenaron el recinto ol¨ªmpico.
La actual gira de Clapton tiene el blues como capa fre¨¢tica del repertorio y, para dejarlo claro, la segunda canci¨®n de la noche ya fue un blues, un cl¨¢sico del tama?o de Hoochie coochie man. Ya que los gritos no se o¨ªan, el p¨²blico, en un amplio abanico de edades, instal¨® una sonrisa en su cara y las cabezas comenzaron a balancearse de atr¨¢s adelante. A los pocos minutos son¨® el I shot the sheriff que tom¨® prestado de Marley. M¨¢s cabeceo en la pista, m¨¢s sonrisas de alegr¨ªa y brazos al aire para canturrear el estribillo. Clapton, tranquilo, sin aspavientos, paseando los dedos por las cuerdas y marcando el ritmo con el pie derecho. La cosa iba. Sin que el sonido hiciese adem¨¢n de humanizarse, bramando ¨¢spero desde los altavoces suspendidos en el techo, Clapton hinc¨® diente en su ¨²ltimo disco, su tributo al bluesman Robert Johnson. Tres piezas larg¨® para mitigar algo el movimiento del respetable, que en la pista ondulaba cuerpos al cobijo de unas canciones que sonaban algo apelmazadas aunque llenas de ¨ªmpetu.
Kindhearted woman blues trajo un remanso de placidez bluesera con solos de ¨®rgano y guitarras, todo retenci¨®n. El escenario, suavemente ba?ado por tonalidades azules y blancas, parec¨ªa la sobria corte de un artista pausado que con cierto aire doctoral impart¨ªa lecciones de m¨²sica. Para que la clase no fuese escatimada a ninguno de los presentes, un par de pantallas mostraban esas canas tan sugestivas del m¨²sico. No le sentaron mal ni las huellas de sudor acumulado tras hora y pico de concierto. Poco a poco el sonido fue ajust¨¢ndose a un volumen algo m¨¢s soportable, y una mezcla m¨¢s equilibrada permiti¨® que se notase el peso de una banda de quilates con muchos conciertos a las espaldas. Clapton reserv¨® para el final ense?as como Wonderful tonight, pieza id¨®nea para el arrullo entre multitudes; Cocaine, miradas de complicidad entre el respetable, y Layla, que hizo brotar unos suspiros que entre algunos sonaron a rememoraci¨®n.
Babelia
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