La ¨²nica vida posible
Tengo una cita en el bar de la librer¨ªa La Central del Raval y, como he llegado a la hora prevista pero un d¨ªa antes, me entretengo husmeando libros. Por los altavoces suena el aria de la Suite n¨²mero 3 de Bach. Esa de la que se ha hecho una versi¨®n rapeada, cuya letra dice: "Everything is gonna be all right", que se utiliza para un anuncio de colonia, creo. Me gusta que esta aria suene en una librer¨ªa, porque es un aria medi¨¢tica, pero muy buena. S¨ª, ya s¨¦ que lo que toca decir es que lo popular siempre es malo y que lo bueno, por definici¨®n, es minoritario, pero esto se aplica sobre todo a los libros, no lo olviden, a las arias no tanto.
Sigo a los clientes, para ver qu¨¦ se compran. Un chico se entretiene en un estante donde abundan las biograf¨ªas de supervivientes del holocausto, de centroeuropeos exiliados y de habitantes de Praga durante el periodo de entreguerras. Es un chico muy guapo, rubio y de ojos marrones. Coge el libro de un autor que es a la vez superviviente del holocausto, centroeuropeo exiliado y habitante de Praga. Lo hojea con inter¨¦s. Observa durante un rato la pila de Harry Potter y finalmente se para en la mesa del centro de la librer¨ªa. As¨ª que, por una cuesti¨®n narrativa, ya habr¨¢n adivinado que, si ¨¦ste es el tercer lugar en el que se detiene, ahora el argumento dar¨¢ un vuelco. As¨ª es. Coge el libro De com s'escriu una novel.la, de M¨¤rius Serra. Se vende envuelto en pl¨¢stico transparente, porque dentro hay un sobre sorpresa que puede contener tres cosas: e-mails que el autor ha recibido de sus lectores, fragmentos manuscritos por ¨¦l con ideas para cuentos o art¨ªculos y un vale para cenar con el propio Serra.
Encuentro en la librer¨ªa. Un chico compra 'De com s'escriu una novel.la', de M¨¤rius Serra, un libro con citas secretas
El chico lee la contracubierta, mira la cubierta y mira a su alrededor. A su alrededor estoy yo para auxiliarle. "?Vas a comprar el libro?", le pregunto. "S¨ª", me dice con acento italiano. Y a?ade: "Pero ?es un libro para aprender a escribir?". Le contesto que no, que no, que no es uno de esos manuales pedantes donde el autor sublime pontifica sobre lo que es buena y lo que es mala literatura. Cojo yo tambi¨¦n un libro de Serra y sigo al chico a la caja. Dir¨¢n ustedes que es un modo un poco rastrero de trabar conversaci¨®n, pero algunas, cuando olemos una cr¨®nica, dar¨ªamos conversaci¨®n a un muerto. "?No lo abres?", le pregunto una vez que ha pagado. "Es que no es para m¨ª", me contesta, "es para una amiga". No puedo soportar tanto control mental. "?brelo, anda...", insisto. "Es que es para una amiga catalana de Torino", se disculpa ¨¦l, "que quer¨ªa que el libro fuese comprado en una librer¨ªa de Barcelona". Para incitarle, abro el m¨ªo. Contiene la fotocopia del e-mail de un tal Ramon Inglada, de Galway (Irlanda), que empieza as¨ª: "Proposta final: en Katayama va arribar a l'institut...". El chico se muerde los labios, el pobre. Est¨¢ sufriendo. Entonces, se va otra vez hacia la mesa del centro. Deja el ejemplar que ten¨ªa en las manos y coge otro. El que est¨¢ debajo del todo. Al volver, rasga el pl¨¢stico. Dentro de su sobre tambi¨¦n hay una fotocopia de un e-mail, firmado por Maria Teresa Garc¨ªa Fochs, que es inspectora de ense?anza y profesora de la UNED. "Proposta final", pone. "Han passat deu anys. L'Ingrid llegeix la seva tesi sobre Katayama...".
A m¨ª, el libro de M¨¤rius me recuerda a otro libro que me gust¨® mucho: Experiencia, de Martin Amis. No es una autobiograf¨ªa, sino m¨¢s bien la narraci¨®n de un periodo en la vida de un escritor. Explica, ante todo, el proceso de escritura del experimento que supuso tener una novela inacabada y pedir un final a los lectores. Pero, al tiempo que nos cuenta esto, retrata a los principales protagonistas de la industria editorial. Y lo hace con nombres y apellidos, como Amis ("hi ha novel.les de ci¨¨ncia ficci¨®, per¨° aquesta ¨¦s una novel.la de sense ficci¨®", cuenta ¨¦l.) Serra visita los despachos de editores chanchulleros, conoce a agentes literarias hiperactivas y a escritores pedantes. Explica sus sensaciones tras recibir buenas o malas cr¨ªticas y toma copas con poetas herm¨¦ticos que no paran de hablar de "su obra". A todos los desenmascara con la perplejidad y la fascinaci¨®n del hombre normal. En alg¨²n momento del libro, Serra se retrata a s¨ª mismo como "inmigrante". Esta idea, la del hombre que no pertenece a la ¨¦lite cultural y que, precisamente por eso, la observa con ojos perif¨¦ricos, planea sobre todo el libro. Cuando empez¨® a escribir la novela sin final, M¨¤rius Serra era un hombre despreocupado que pocas veces hab¨ªa pisado los hospitales, el lugar donde trascurre una buena parte del libro. Cuando la termin¨®, en cambio, acababa de ser padre de un hijo con par¨¢lisis cerebral y eso le obligaba a pasarse la vida all¨ª. Leo: "La vida es un ox¨ªmoron colossal. Un dolor plaent, o millor, un dolor¨®s plaer". Y tambi¨¦n leo: "La vida normal es l'¨²nica vida possible".
Me despido del chico, le doy las gracias por haber abierto el libro en mi presencia y me voy al bar. Pido un gin-tonic de Bombay con t¨®nica Schweppes. Es una t¨®nica popular, o sea medi¨¢tica, porque es la mejor. Hay otra t¨®nica que va de minoritaria, pero los profesionales del gin-tonic no la pedimos nunca porque, a pesar de su rompedor envase, tiene menos burbujas y es menos amarga, no s¨¦ si me pillan.
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