El Trambaix y la nueva cultura de la movilidad
La semana que viene, decenas de miles de ciudadanos van a utilizar el Trambaix como medio de transporte en sus desplazamientos habituales. Como ha sucedido en tantas ciudades europeas, donde el tranv¨ªa ha sido reintroducido en los ¨²ltimos a?os -Londres, Paris, Ly¨®n, como ejemplos-, ser¨¢ un contundente ¨¦xito.
Ser¨¢ el ¨¦xito de la cultura de una nueva movilidad, que viene presidida por par¨¢metros indiscutibles. En primer lugar, la accesibilidad plena para todos los usuarios. En ning¨²n otro medio de transporte las facilidades de acceso a los veh¨ªculos son comparables a las de los modernos tranv¨ªas. Ni un escal¨®n, ni mucho menos inc¨®modas escaleras, rampas o ascensores, tampoco claustrof¨®bicos t¨²neles ni intrincados corredores subterr¨¢neos. Todo a ras de suelo, todo a plena luz del d¨ªa. Y con una velocidad comercial superior a la del resto de los modos de transporte colectivo (incluido el metro) para desplazamientos de hasta seis kil¨®metros.
Lamento la desidia con que algunas autoridades municipales han afrontado la recta final del Trambaix
En una sociedad que reclama a voces solidaridad, creo que el Trambaix supone la mejor muestra de dicho atributo con las personas con problemas de movilidad, pero tambi¨¦n con los usuarios de carritos de compra o de cochecitos para beb¨¦s y, en fin, con quienes por uno u otro motivo tienen dificultades para los desplazamientos en vertical.
Un segundo aspecto de la nueva cultura de la movilidad es el ocaso de la preponderancia absoluta del veh¨ªculo privado en nuestras ciudades. En los ¨²ltimos a?os se han ganado batallas notables: la progresiva peatonalizaci¨®n de los n¨²cleos urbanos y de los viales comerciales, la introducci¨®n de nuevos criterios de dise?o para avenidas y arterias urbanas, la eliminaci¨®n de viaductos agresivos y el soterramiento de las grandes rondas y de accesos congestionados. El autom¨®vil ya no es el rey absoluto de la ciudad. Sucede, sin embargo, que cada una de estas batallas ha sido y es cruenta, y cualquier palmo cuadrado que los ciudadanos recuperan es discutido con entusiasmo vano por cuantos a¨²n se hallan inmersos en una cultura tan insostenible como ineficaz.
Y la implantaci¨®n de un moderno tranv¨ªa, con su espacio propio segregado, con su prioridad semaf¨®rica y con la reordenaci¨®n urban¨ªstica de los ejes viarios por los que transita, es una gran batalla. Es ganar en unos pocos meses el mismo trecho que las anteriores medidas han recuperado en a?os de paciente y colectiva labor.
El proyecto del Trambaix es, adem¨¢s, emblem¨¢tico desde el punto de vista de mejora urbana. La transformaci¨®n de las antiguas carreteras de acceso a Barcelona en bulevares donde todo y todos tengan un espacio es una aportaci¨®n adicional de gran inter¨¦s por lo que supone de revoluci¨®n en el tratamiento de dichos entornos urbanos.
La implantaci¨®n del tranv¨ªa en un corredor exclusivo y, por cierto, muy bien ajardinado no ha sido la ¨²nica novedad. La reurbanizaci¨®n de las avenidas ha comportado en muchos casos una sustancial ganancia de espacio para los peatones y tambi¨¦n la implantaci¨®n de carriles bici y la racionalizaci¨®n de la circulaci¨®n y el aparcamiento de veh¨ªculos. As¨ª, la imagen urbana ha experimentado en estos ¨¢mbitos un cambio sin precedentes en nuestro entorno metropolitano, por la magnitud de la intervenci¨®n y por su calidad.
Claro que defender estos y otros muchos argumentos en elcontexto del desastroso periodo de pruebas que ha sufrido el Trambaix tiene bastante de meritorio. Contrarrestar con razones las habituales im¨¢genes de colisiones que nos sirven los noticiarios con inusitada fruici¨®n no es sencillo. Ni siquiera parece ayudar en esta labor la casualidad de todos y cada uno de los accidentes: la indisciplina viaria de los automovilistas.
Ser¨¢ por este motivo o ser¨¢ porque los ediles socialistas han estado durante las ¨²ltimas semanas m¨¢s dedicados a las elecciones generales que a la administraci¨®n de sus ciudades, pero el resultado es que casi nadie ha defendido el Trambaix. Incluso desde estas p¨¢ginas alguien ha dudado de la paternidad del mismo, aludiendo a una pretendida orfandad gubernamental.
Nada m¨¢s lejos de la realidad. Conservo en mi despacho el documento suscrito con motivo de la colocaci¨®n de la primera piedra del Trambaix, en la primavera del 2001. Y all¨ª consta, al lado de la del presidente Jordi Pujol, la firma del alcalde Joan Clos, del alcalde Jos¨¦ Montilla y de tantos otros alcaldes de los municipios del Baix Llobregat.
Como presidente que fui de la Autoridad del Transporte Metropolitano, entidad impulsora del proyecto (quien lo paga es b¨¢sicamente la Generalitat de Catalu?a), y en calidad de ex consejero del Gobierno de CiU, me siento hoy m¨¢s satisfecho que nunca del proyecto. Reivindico la paternidad y lamento profundamente la desidia con la cual las distintas autoridades municipales -con alguna loable excepci¨®n- han afrontado la recta final del Trambaix.
A pesar de ello, el lunes voy a tomar el Trambaix, y me pongo a disposici¨®n de quien sea para defender donde y cuando sea un proyecto emblem¨¢tico, que CiU aprob¨®, inici¨® y desea que sirva con eficacia a las necesidades de movilidad de los ciudadanos.
Pere Macias es ex presidente de la ATM.
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