La m¨ªstica del Madrid cae en M¨®naco
El equipo franc¨¦s gana el partido de su vida ante un adversario decepcionante que se disolvi¨® en la nada
La m¨ªstica del Madrid se fue al garete en un escenario imprevisto, en el peque?o estadio de M¨®naco, que parece de cart¨®n piedra, como tantas otras cosas de un lugar que, desde luego, no se asocia a las epopeyas del f¨²tbol. Y, sin embargo, el M¨®naco gan¨® el partido de su vida. Lo hizo por pura convicci¨®n frente al m¨¢s decepcionante Madrid que se ha visto en a?os. No logr¨® administrar la ventaja que consigui¨® en el Bernab¨¦u, no sac¨® r¨¦dito al gol de Ra¨²l en la primera parte y se disolvi¨® en la nada ante el torrente de complicaciones que le sucedieron. Al fondo hubo algo de teatral, de esa parte que se reserva el f¨²tbol para darse color y dramatismo. Morientes fue pieza decisiva en la derrota del Madrid, a su manera, con dos cabezazos, nuevamente sin encontrar oposici¨®n en la defensa de su antiguo equipo.
M?NACO 3 - REAL MADRID 1
M¨®naco: Roma; Ibarra, Rodr¨ªguez, Givet, Evra; Giuly (El Fakiri, m. 82), Ciss¨¦, Plasil, Rothen; Morientes (Adebayor, m. 85) y Prso (Nonda, m. 61).
Real Madrid: Casillas, Salgado (Ra¨²l Bravo, m. 84), Helguera, Mej¨ªa, Roberto Carlos; Borja (Solari, m. 71), Guti (Portillo, m. 87); Figo, Ra¨²l, Zidane; y Ronaldo.
Goles: 0-1. M. 36. Ronaldo avanza, cede a su izquierda, Guti deja pasar la pelota y Ra¨²l, sin pararla, marca por alto.
1-1. M. 45. Env¨ªo de Evra desde la izquierda, Morientes la baja de cabeza hacia atr¨¢s y Giuly marca raso de volea desde fuera del ¨¢rea.
2-1. M. 48. Centro de Evra y Morientes se adelanta a Mej¨ªa en el salto y cabecea a la escuadra izquierda.
3-1. M. 66. Ibarra caracolea al borde del ¨¢rea, chuta raso y Giuly marca de tac¨®n.
?rbitro: Collina (Italia). Amonest¨® a Helguera y Borja.
Luis II: 15.000 espectadores. El resultado global fue de 5-5, pero el M¨®naco se clasifica por el valor doble de sus dos goles en el Bernab¨¦u.
Los blancos no estaban programados para un encuentro roto, en el que ninguno de sus jerarcas hizo valer su categor¨ªa
El Madrid juega en Europa a partir de un principio casi objetivo: tiene asegurado el gol fuera del Bernab¨¦u en proporciones que no admiten comparaci¨®n con el resto de los equipos. Esta ventaja resulta devastadora para sus rivales, que se abocan a partidos tit¨¢nicos para superarle. ?ste fue el caso. El M¨®naco, que jug¨® muy contenido hasta el gol de Ra¨²l, tir¨® por la directa y se encontr¨® con otro principio igual de objetivo: el Madrid concede goles ante cualquiera y en cualquier competici¨®n. Y no hay mejor manera que tirar unos cuantos centros y disponer de un buen cabeceador. A Morientes no se le discute esa cualidad. Lo demostr¨® en las dos acciones que convirtieron una tranquila noche para el Madrid en una tortura. En el ¨²ltimo minuto del primer tiempo se levant¨® con elegancia, baj¨® la pelota con la cabeza y la dej¨® perfecta para la volea de Giuly, que clav¨® el remate con la derecha. El M¨®naco se fue al descanso con un empate y regres¨® con un gol de ventaja. Esta vez el ejecutor fue Morientes en primera persona. Se suspendi¨® en el aire con el permiso de Mej¨ªa, que pag¨® cara su pasividad. El remate se dirigi¨® directo a la escuadra. De repente, un equipo vencido se vio a un solo gol de la proeza. Todo lo que sucedi¨® despu¨¦s fue un drama para el Madrid.
Antes del tanto de Ra¨²l no hab¨ªa pasado gran cosa en un duelo que arranc¨® muy contenido. El Madrid manejaba moroso la pelota, sin aspavientos y con poco inter¨¦s por amenazar a Roma. Era un estricto ejercicio de control que no encontraba demasiada respuesta en el M¨®naco, un poco especulador en una noche que requer¨ªa nervio y ¨¦pica. No quer¨ªa desarmarse ni dejar brechas en la defensa. El M¨®naco pretend¨ªa mantenerse a cero, confiado en alterar al Madrid con alguna acci¨®n de Giuly y los centros altos que tantos problemas producen en los alrededores de Casillas. Fuera de eso, no ten¨ªa m¨¢s plan de juego. La retrasada posici¨®n de Rothen, un zurdo que tira unos pl¨¢tanos de primera, aliviaba a la defensa madridista.
El partido permaneci¨® en un equilibrio t¨¢cito hasta el gol de Ra¨²l. El Madrid dirig¨ªa las operaciones, pero sin invadir el ¨¢rea. El M¨®naco esperaba alg¨²n contragolpe y las apariciones de Giuly, uno de esos jugadores que van directos al grano. Cuando apareci¨® fue para ganar el partido. En el Madrid no surgi¨® nadie para marcar las diferencias. Se reserv¨® lo mejor para marcar el gol, una excelente jugada que Ra¨²l coron¨® con maestr¨ªa, pero luego dimiti¨®, enredado en un partido que le super¨® sorprendentemente. Fracas¨® donde suele hacerlo, en el cap¨ªtulo defensivo y en el juego a¨¦reo. Pero tambi¨¦n fracas¨® donde no era costumbre: Roberto Carlos sali¨® muy mal librado de su duelo con Giuly, que le desbord¨® en cada carrera. Tambi¨¦n lo hizo Ibarra, el lateral que protagoniz¨® la acci¨®n del tercer gol ante la mirada c¨®mplice de Roberto Carlos, que permiti¨® el centro. Del resto se encarg¨® Giuly con el taconazo que tumb¨® al Madrid.
Quedaba un largo trecho para el final, pero el Madrid se meti¨® en un mal sue?o. No estaba programado para un partido roto, en el que ninguno de los grandes jerarcas del equipo hizo valer su categor¨ªa. El Madrid qued¨® sumido en la confusi¨®n y de ah¨ª no le sac¨® nadie. Atacado por la ansiedad, jug¨® con urgencias innecesarias, en medio de un caos que favoreci¨® los intereses del M¨®naco. Cada contragolpe fue una cuchillada. Dos remates al palo del equipo franc¨¦s impidieron una victoria m¨¢s categ¨®rica y no sirvieron para sacar al Madrid de su estupor. Todo su voluntarista ejercicio final tuvo el aire de los equipos sonados, de los que flotan por el campo sin reconocerse en nada de lo que les hace grandes. Pocas veces se ha visto tanta distancia entre el Madrid de las estrellas planetarias y el torpe equipo que se hundi¨® sin reflejos, recursos ni grandeza en M¨®naco.
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