El imperio contra Jes¨²s de Nazaret
Las dram¨¢ticas im¨¢genes de la pasi¨®n de Cristo han estado grabadas en el imaginario social de varias generaciones de cristianas y cristianos que ¨¦ramos arrastrados a las "misiones populares", a las procesiones de Semana Santa, a los v¨ªa crucis, y nos vimos sometidos a una educaci¨®n en el sacrificio que exig¨ªa reproducir en la propia carne los padecimientos de Jes¨²s. Y todo ello te?ido de un antisemitismo muy presente en la conciencia colectiva, que la misma religi¨®n oficial ayudaba a fomentar. Tal era el caso de los "oficios" del Viernes Santo, en los que se ped¨ªa "por los p¨¦rfidos jud¨ªos", a quienes se hac¨ªa responsables de la muerte de Cristo, definida como un deicidio. Todo esto configuraba un cristianismo sacrificial sadomasoquista.
Cuando esas im¨¢genes empezaban a diluirse y entr¨¢bamos en un proceso de serena aproximaci¨®n hist¨®rico-cr¨ªtica a los relatos evang¨¦licos de la pasi¨®n, aparece la pel¨ªcula de Mel Gibson para revivirlas en toda su crudeza y retornar a ¨¦pocas pasadas. El realizador cinematogr¨¢fico australiano confiesa que su decisi¨®n de rodar la pel¨ªcula "fue como una especie de mandato divino" y que responde a la necesidad de "unir el sacrificio de la cruz con el del altar". Ambas observaciones revelan el nivel providencialista e iluminado en que se sit¨²a y los consiguientes prejuicios con que aborda cuestiones tan complejas y espinosas como el proceso de Jes¨²s y la responsabilidad de los jud¨ªos en su muerte.
La pel¨ªcula ha sido elogiada por las autoridades del Vaticano y se encuentra ya en la videoteca personal de Juan Pablo II, quien, seg¨²n algunos testimonios, tras ver la pel¨ªcula declar¨®: "As¨ª fueron las cosas". La Iglesia cat¨®lica, la Iglesia protestante y la Comunidad Jud¨ªa de Alemania, empero, han denunciado la violencia que rezuma el filme y la nueva ola de antisemitismo que puede despertar en Europa. Todo ello pretende fundamentarlo Gibson en las visiones de la monja alemana Anne C. Emmerich y en los textos evang¨¦licos, que ciertamente lee con mirada antijud¨ªa y sin recurrir a la mediaci¨®n hermen¨¦utica. ?Todo sucedi¨® en realidad como muestra la pel¨ªcula? ?As¨ª fueron las cosas?
Mis reflexiones son una aproximaci¨®n a los sucesos de los ¨²ltimos d¨ªas de la vida de Jes¨²s de Nazaret a trav¨¦s de una lectura cr¨ªtica de los textos evang¨¦licos. Empecemos por decir que en la reconstrucci¨®n hist¨®rica de la muerte de Jes¨²s nos topamos con una dificultad no peque?a: la peculiaridad de los relatos de la pasi¨®n, donde no es f¨¢cil separar la historia de la interpretaci¨®n, la biograf¨ªa de la teolog¨ªa. Creo que a los estudios y filmes sobre la pasi¨®n de Cristo, y muy especialmente al de Gibson, se les puede aplicar lo que Crossan dice de las investigaciones en torno al Jes¨²s hist¨®rico: que son un campo abonado para hacer teolog¨ªa y llamarlo historia, o para hacer autobiograf¨ªa y llamarla biograf¨ªa.
Lo que s¨ª parece fuera de toda duda es que en la detenci¨®n, el proceso y la ulterior ejecuci¨®n de Jes¨²s de Nazaret jug¨® un papel fundamental la espectacular protesta, o mejor, la provocaci¨®n de Jes¨²s en el Templo de Jerusal¨¦n, al arrojar por los suelos las mesas de los comerciantes. Se trata de un hecho cuya historicidad no suele cuestionarse. Como asevera el investigador jud¨ªo Geza Vermes, Jes¨²s hizo lo que no deb¨ªa, causar una conmoci¨®n en el lugar donde no deb¨ªa hacerlo, el Templo, y en el momento m¨¢s inadecuado, inmediatamente antes de la Pascua. El Templo era el lugar sagrado por excelencia y un motivo de orgullo para los jud¨ªos. Constitu¨ªa la principal fuente de ingresos de Jerusal¨¦n y la principal atracci¨®n tur¨ªstica. La actividad mercantil desarrollada en ¨¦l era necesaria para que los peregrinos pudieran cambiar la moneda y pagar as¨ª el impuesto al Templo. Asimismo, gracias al mercado, los peregrinos pod¨ªan comprar all¨ª los animales para los sacrificios, sin tener que soportar las molestias que supon¨ªa el tener que traerlos de sus propias casas.
?Qu¨¦ sentido ten¨ªa la acci¨®n de Jes¨²s en el Templo? No parece que su intenci¨®n fuera la de purificarlo. Se trataba de una acci¨®n simb¨®lica con la que quer¨ªa mostrar el final de la religi¨®n centrada en los sacrificios ("misericordia quiero, no sacrificios"), as¨ª como la protesta contra su significado econ¨®mico. Jes¨²s declara derogado el culto sacrificial, e innecesarias las actividades comerciales y fiscales que se desarrollaban en el Templo. Al perder ¨¦ste sus funciones lit¨²rgico-sacrificiales, comerciales y fiscales, ya no ten¨ªa raz¨®n de ser. La acci¨®n provocativa de Jes¨²s se dirige, primero y prioritariamente, contra los jerarcas del Templo, verdaderos responsables del establecimiento del mercado all¨ª. No pocos especialistas coinciden en que la provocaci¨®n de Jes¨²s en el Templo es el eslab¨®n perdido entre el conflicto provocado en Galilea, de donde era oriundo Jes¨²s, y los acontecimientos finales.
Con esta acci¨®n estaba tocando el nervio mismo de la aristocracia sacerdotal saducea, que consideraba el culto del Templo su n¨²cleo fundamental tanto en el aspecto religioso como en el econ¨®mico. Esa acci¨®n fue la gota que colm¨® el vaso de la ira de los sumos sacerdotes, quienes, junto con los escribas y los ancianos, que pertenec¨ªan al partido de los saduceos o estaban aliados con ¨¦l, ocupan el primer plano en los relatos de la pasi¨®n. El conflicto mortal lo tuvo Jes¨²s no con el juda¨ªsmo, sino con las autoridades jud¨ªas; no con los fariseos, sino con los saduceos, que se consideraban custodios del orden nacional, basado en el Templo y en la Ley. Un orden cuestionado por el profeta de Nazaret, que confirmaba as¨ª su actitud de permanente desaf¨ªo tanto a la jerarqu¨ªa religiosa como al imperio, y se convert¨ªa en el principal enemigo de ambos. Por eso hab¨ªa que deshacerse de ¨¦l lo antes posible.
El pueblo jud¨ªo nada tuvo que ver en su condena y posterior ejecuci¨®n. La decisi¨®n de ejecutar a Jes¨²s es de la autoridad pol¨ªtica, concretamente del gobernador de Judea, Poncio Pilato, suprema autoridad judicial de esa provincia, quien gozaba de una autoridad ilimitada y pose¨ªa amplios poderes judiciales; tambi¨¦n el de aplicar la pena de muerte, como reconoce Flavio Josefo. La potestas gladii era de exclusiva responsabilidad del gobernador romano. Hay, con todo, una tendencia bastante generalizada en los relatos evang¨¦licos de la pasi¨®n a cargar sobre los jud¨ªos todo el peso de la responsabilidad en la muerte de Jes¨²s y a eximir detoda culpa a Pilato, que se habr¨ªa limitado a entregar a Jes¨²s para ser crucificado, pero en contra de su voluntad, y no habr¨ªa dictado una sentencia formal de muerte. Algunos de esos relatos presentan al gobernador romano en Judea como una persona insegura, vacilante, que parece no atreverse a tomar decisiones. Pero ese perfil no responde al comportamiento real de Pilato en el ejercicio de su autoridad al servicio del poder ocupante, sino que es fruto de la tendencia antijud¨ªa ya presente en los relatos cristianos de la pasi¨®n y radicalizada en la historia del cristianismo.
En realidad, Pilato fue un gobernante duro e inmisericorde, inflexible y obstinado, violento y cruel, represivo y depravado, arbitrario e insolente. As¨ª lo atestiguan con todo lujo de detalles Fil¨®n de Alejandr¨ªa y Flavio Josefo.
La responsabilidad de Pilato en la condena a muerte de Jes¨²s es confirmada por el historiador romano T¨¢cito, quien, cuando narra la persecuci¨®n de los cristianos bajo Ner¨®n, dice que el nombre de "cristianos procede de Cristo, que, bajo el principado de Tiberio, hab¨ªa sido entregado al suplicio por el procurador Poncio Pilato". ?ste condena a Jes¨²s por motivos pol¨ªticos; en concreto, por poner en peligro el orden p¨²blico, por sedicioso. Es muy posible que el gobernador romano en Judea aprovechara gustoso la posibilidad de calmar con un acto intimidatorio la tensi¨®n que reinaba en Jerusal¨¦n durante la Pascua. Parece dudoso que las autoridades jud¨ªas emitiesen contra Jes¨²s una sentencia de condena, pues "el relato que la menciona (Mc, 14, 14; par Mt, 26, 66) es una excrecencia de origen cristiano elaborada a partir de una sentencia informal en la residencia de An¨¢s, que no ten¨ªa personalmente ning¨²n poder judicial", afirma Simon L¨¦gasse.
No son pocos los investigadores que niegan cualquier intervenci¨®n del Sanedr¨ªn en el proceso de Jes¨²s o, al menos, consideran improbable una condena oficial a muerte. No parece que dicho tribunal estuviera facultado para dictar sentencias de muerte. Y si lo hubiera estado y la hubiera dictado, el castigo hubiera sido la lapidaci¨®n.
Otro dato incontestable sobre la responsabilidad de la autoridad romana en la muerte de Jes¨²s es que fue crucificado, y la crucifixi¨®n era un suplicio romano, no jud¨ªo. Como ha demostrado Kuhn, todas las crucifixiones llevadas a cabo en Palestina desde la ¨¦poca de los procuradores hasta la guerra jud¨ªa se produjeron por razones pol¨ªticas.
?Y la participaci¨®n del pueblo pidiendo la amnist¨ªa para Barrab¨¢s y la ejecuci¨®n para Jes¨²s?
Resulta discutible que fuera costumbre amnistiar a un preso durante la Pascua. Nada dice de dicha pr¨¢ctica Flavio Josefo. En definitiva, la lucha de Jes¨²s de Nazaret no se dirigi¨® contra el juda¨ªsmo, sino contra el imperio, y ¨¦ste reaccion¨® conden¨¢ndolo a muerte por considerarlo enemigo p¨²blico, como antes hab¨ªa hecho con el profeta Juan Bautista. La condena de Jes¨²s no fue un error judicial, como cre¨ªa Bultmann. ?Se lo hab¨ªa ganado a pulso por su comportamiento transgresor y su permanente actitud conflictiva frente a las autoridades religiosas y pol¨ªticas! Creo que merece la pena conocer estos datos para valorar cr¨ªticamente la pel¨ªcula de Mel Gibson.
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacur¨ªa, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor de Por eso lo mataron. El horizonte ¨¦tico de Jes¨²s de Nazaret (Trotta, 2004).
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