Diario
Ser¨ªamos unas veinticinco aves con cabeza de mujer (ya adelanto que se trataba de un sue?o) y vol¨¢bamos en una formaci¨®n que imitaba la punta de una flecha, cuyo extremo era ocupado sucesivamente por cada uno de los miembros de la formaci¨®n. El relevo se produc¨ªa de manera mec¨¢nica, como si el grupo estuviera dotado de un reloj interno. Desde la altura a la que vol¨¢bamos se ve¨ªan unos acantilados algo siniestros, cuyos bordes parec¨ªan labios. Un poco m¨¢s all¨¢ hab¨ªa un desierto salpicado por formaciones verdes, muy distantes entre s¨ª, en las que pastaban animales. Al tener los ojos delante de la cara y no a los lados, como los verdaderos p¨¢jaros, nos ve¨ªamos obligadas a girar el cuello a izquierda o derecha para comprender nuestra situaci¨®n en el espacio.
Yo sab¨ªa que no pertenec¨ªa a ese mundo av¨ªcola, pero intu¨ª que me conven¨ªa disimular para no ser descubierta. Ignoraba, en cambio, si pese a ser p¨¢jaros habl¨¢bamos (puesto que ten¨ªamos boca), o pi¨¢bamos (pese a no tener pico). En esto, la bandada empez¨® a descender en c¨ªrculos sobre un camello muerto y percib¨ª un olor a descomposici¨®n que removi¨® algo dentro de mi est¨®mago. Intu¨ª que era una manifestaci¨®n del hambre, pero una vez que llegamos a tierra no empec¨¦ a comer hasta que otras aves m¨¢s viejas que yo abrieron la panza del animal y le sacaron las v¨ªsceras. Actu¨¢bamos de acuerdo con unas pautas inexplicables, pero muy eficaces, pues todo el mundo comi¨® algo, aunque en turnos diferentes.
Cuando hubimos saciado el hambre, una de aquellas aves dijo: "Nos vamos". Comprend¨ª entonces que se pod¨ªa hablar sin resultar sospechosa y abr¨ª la boca para decir algo, pero me sali¨® un garlido que hizo que todos los ojos me miraran con aprensi¨®n. Entonces me despert¨¦, y me arregl¨¦. En la oficina, advert¨ª que el jefe ten¨ªa cara de camello y me sorprendi¨® no haberme dado cuenta hasta ese d¨ªa. Me sent¨ª extra?a entre los seres humanos como antes entre los p¨¢jaros, pero no dije nada, pues no sab¨ªa si all¨ª se hablaba o se ladraba. Al poco, el jefe se puso a piar y yo coloqu¨¦ los labios en forma de u para hacer lo mismo, pero me sali¨® una palabra. Me miraron con odio y volv¨ª a despertarme, etc¨¦tera.
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