Humor ¨¢cido y l¨²cido
Pudiendo limitarse a hacer sangre f¨¢cil con las incongruencias del sistema sovi¨¦tico para trenzar una novela chusca y entretenida, Wladimir Kaminer (Mosc¨², 1967) ha tenido el acierto de preservar su identidad de las tentaciones del ingenio y, adem¨¢s, desnudar el absurdo profundo que invade mecanismos esenciales de la sociedad. De este modo el autor muestra el funcionamiento real de la universidad, el ej¨¦rcito, la escuela, la industria o los transportes de un pa¨ªs que no por extinto en su formulaci¨®n pol¨ªtica deja de tener una dram¨¢tica influencia en la vida de millones de personas dentro y fuera de Rusia. Kaminer vive en Berl¨ªn desde 1990 y en su narraci¨®n, esencialmente autobiogr¨¢fica, est¨¢ retratando a toda una generaci¨®n cuyo marco nacional abarcaba, seg¨²n las necesidades del internacionalismo proletario dominante, desde Alemania hasta Mongolia pasando por Cuba o Angola.
M?SICA MILITAR
Wladimir Kaminer
Traducci¨®n de Macarena Gonz¨¢lez
RBA, Barcelona, 2004
164 p¨¢ginas. 15 euros
Partiendo de sus recuerdos infantiles hasta alcanzar sus actividades profesionales (con trabajos que van de ayudante de direcci¨®n en el Teatro Maiakovski a traficante de ganado, pasando por la organizaci¨®n de conciertos de rock, evidentemente ilegales, en pisos), el narrador experimenta en sus propias carnes el d¨¦ficit de l¨®gica que anega la vida cotidiana. Que el humor es la punta de lanza de Kaminer es evidente pero lo m¨¢s meritorio es el modo en que lo aplica a la descripci¨®n de un estado de cosas cuyo propio delirio sirve de coartada. Si en el transporte de reses entre Letonia y Uzbekist¨¢n derrocha puro ingenio a lo Ostap Bender, en La jura de bandera -cuando el joven Vladimir es destinado a cumplir el servicio militar en uno de los anillos defensivos de la capital rusa, una base de misiles preparada para frenar la invasi¨®n del Ej¨¦rcito norteamericano pero no la avioneta de Math¨ªas Rust- el estamento castrense queda literalmente pulverizado. Kaminer se revela como heredero legal de Ilf y Petrov pero tambi¨¦n como digno coet¨¢neo del David Trueba m¨¢s divertido, contribuyendo a ese gran fresco, ¨¢cido y l¨²cido, del inmediato pasado que en cine ha dado frutos como Good bye, Lenin!
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