Ministras 'c¨®mplices'
Si no fuera extraordinario tener un Gobierno formado por tantas mujeres como hombres nadie hablar¨ªa de ello. Pronto visualizaremos, en la correspondiente fotograf¨ªa, ese Gobierno espa?ol, tan ins¨®lito en nuestra historia que esta feminizaci¨®n ministerial puede resultar m¨¢s relevante incluso que la alternancia. Por primera vez se da la circunstancia, en esas ocho ministras -de entre las cuales, como un mensaje en clave, est¨¢ el n¨²mero dos del presidente Rodr¨ªguez Zapatero-, de que se va a exigir una responsabilidad, decisiva para todos, a un grupo de mujeres lo suficientemente amplio como para marcar diferencias, si las hubiera, en el ejercicio del poder y su responsabilidad.
Acontecimientos recientes y graves han dejado esta real revoluci¨®n hist¨®rica en un segundo plano pol¨ªtico. Es l¨®gico, puesto que a una mayor¨ªa de la poblaci¨®n le parece normal que, a estas alturas, un gobierno tenga tantos hombres como mujeres. Resulta tan normal, que las mujeres ministras pueden, de entrada, ofrecer una mayor confianza de proximidad, y los ciudadanos cuentan con ello.
La sociedad, como suele decirse, siempre va por delante de los cambios pol¨ªticos y, por ello, la gente no encuentra ning¨²n motivo de alarma o preocupaci¨®n -sino todo lo contrario- ante este hecho hist¨®rico. Un hecho que saca a flote a ese 50% de la poblaci¨®n, las mujeres, que estaban excluidas de la posibilidad de utilizar el poder para algo m¨¢s que lo que ha dado de s¨ª en manos masculinas. Porque este es el gran reto que tienen estas ocho mujeres por delante: hacer que la pol¨ªtica sea respetada y utilizada en complicidad con la sociedad y no en contra de ella.
S¨¦ que este reto, que sintetizo mucho, es algo muy complejo. De ¨¦l participan, por supuesto, much¨ªsimos hombres y, muy probablemente, la mayor¨ªa de los nuevos ministros-hombres espa?oles: todos aquellos, en fin, que son conscientes de que el m¨¦todo del ordeno y mando, el autoritarismo, la guerra, el dogma y el culto a la fuerza -sea esta militar, econ¨®mica, religiosa o pol¨ªtica- s¨®lo llevan a un c¨²mulo de desastres como los que, desgraciadamente, estamos viviendo en estos tiempos.
Estoy, como mucha gente, convencida de que el rebrote del machismo pol¨ªtico y cultural que se observa en el mundo de hoy es algo que es responsabilidad de ciertos hombres -y alguna mujer- muy concretos, poderosos. Y tengo la convicci¨®n de que una gran mayor¨ªa de hombres -algunos paralizados por la situaci¨®n- sabe que una gran cantidad de personas de nuestra sociedad va en direcci¨®n opuesta a esa herencia de terror y horror que es resultado de una cultura que identifica el peor machismo con el poder impune y la destrucci¨®n, est¨²pida y gratuita, de la vida.
Estas nuevas ministras espa?olas tienen, pues, mucha tarea por delante. Si aportan y expresan una nueva mirada a la realidad de este pa¨ªs pueden impulsar una colaboraci¨®n social imprescindible para el bien com¨²n. La pol¨ªtica no tiene por qu¨¦ ser algo muy diferente de lo que la periodista Salima Ghezali me expresaba como el cometido de las mujeres en todas partes: hacer la vida m¨¢s agradable y llevadera a los dem¨¢s. Para lo cual, tan importante como el punto de partida es la capacidad de organizaci¨®n para lograr que los talentos de las personas afloren, en cualquier situaci¨®n y en beneficio de todos.
Todo ello no es nada f¨¢cil. Hay que esperar y ver. Enseguida aflorar¨¢n s¨ªntomas que marquen tendencia. Uno de ellos, y no el menor, ser¨¢ la evoluci¨®n del lenguaje pol¨ªtico, un reducto lleno de vicios, transformados en normas y h¨¢bitos de una masculinidad excluyente que no interesa a nadie que no est¨¦ en el selecto c¨ªrculo de los enterados. Habr¨¢ que ver si las se?oras ministras sucumben a este estilo o inauguran un tiempo en el que la pol¨ªtica se abra, de verdad, a la complicidad social.
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