Mi Madrid
El atentado de Madrid ha ocurrido en un momento en que el siglo XX, el m¨¢s sangriento de la historia -la primera vez que las bajas civiles superaron a las militares-, se hab¨ªa convertido en nuestro pasado, y el siglo XXI, en nuestro presente. A lo mejor, si en el siglo XX hubiera habido al menos un tel¨¦fono m¨®vil, el Gulag, la Guerra Civil espa?ola y el Holocausto no habr¨ªan transcurrido con tan poca ayuda del mundo exterior; pero ahora, en el XXI, ese mismo tel¨¦fono m¨®vil tiene la capacidad de producir una enorme carnicer¨ªa. Julio Cort¨¢zar coment¨® una vez que nosotros no elegimos las ciudades, son ellas las que nos eligen; no hay jerarqu¨ªa geogr¨¢fica aplicable al sufrimiento de las v¨ªctimas del terrorismo. Mis sentimientos por las v¨ªctimas de cualquier parte y sus familias son los mismos. Pero lo que ocurri¨® en Madrid me caus¨® una honda impresi¨®n porque en mi mente, el pasado y el futuro de la ciudad van inexorablemente unidos a mi propio pasado y futuro. Las dos ciudades de mi coraz¨®n, Nueva York y Madrid, han sufrido la horrible embestida del terrorismo, pero como ciudades, su historia es completamente distinta. El Manhattan de mi ni?ez no ha sufrido una transformaci¨®n radical, siempre tuvo un resplandeciente brillo de alta energ¨ªa; Nueva York nunca ha necesitado a nadie. Pero Madrid ha cambiado dr¨¢sticamente. Cuando la CNN empez¨® a dar la noticia del atentado, toda mi vida en Madrid, que empez¨® en 1948, a los 18 a?os, me pas¨® por la mente. Durante la manifestaci¨®n silenciosa de Madrid, contact¨¦ con amigos a trav¨¦s de su tel¨¦fono m¨®vil, y en los d¨ªas siguientes no escrib¨ª nada, no hice nada: los pensamientos sobre el cementerio de la Almudena segu¨ªan agolp¨¢ndose en mi mente. He tenido que ir all¨ª demasiadas veces, la ¨²ltima al cementerio civil. En una tarde tranquila, de pie con Marisol Benet junto a la tumba de Pepe Mart¨ªnez (el editor y director de la revista antifranquista Ruedo Ib¨¦rico), ech¨¦ un vistazo a los nombres grabados en las l¨¢pidas circundantes y tuve la repentina y extra?a sensaci¨®n de que toda la historia del siglo XX me gritaba. All¨ª estaba, la crema de la intelectualidad madrile?a en la Rep¨²blica espa?ola, anarquistas, comunistas, socialistas, y esparcidos aqu¨ª y all¨ª, extra?amente pr¨®ximos unos a otros, nombres alemanes, oficiales condecorados con la cruz de hierro, que debieron de quedarse en Espa?a y un pu?ado de refugiados jud¨ªos alemanes que tambi¨¦n debieron de quedarse en Espa?a.
En la ¨¦poca de aquel primer viaje a Madrid, en 1948, con Paco Benet (hermano del escritor Juan Benet), para rescatar a Nicol¨¢s S¨¢nchez Albornoz de Cuelgamuros, Madrid era una ciudad silenciosa y aislada que sufr¨ªa, y puede que por el Gobierno y por estar tan lejos de la frontera francesa tambi¨¦n la ciudad m¨¢s perseguida de Espa?a. Paco me llev¨® repentinamente al cementerio de la Almudena, diciendo como quien no quiere la cosa que su padre estaba enterrado all¨ª. No dijo que lo hab¨ªan matado al comienzo de la Guerra Civil, y yo no pod¨ªa imaginar que veinte a?os despu¨¦s me encontrar¨ªa en el mismo cementerio ante la tumba del propio Paco; muri¨® en un accidente con un todoterreno a los 39 a?os, la misma edad que ten¨ªa su padre cuando lo fusilaron. De hecho, en 1948, yo pensaba que mi vida en Madrid no pasar¨ªa de aquella ¨²nica semana. Cuando la CNN emiti¨® la noticia de que Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero hab¨ªa ganado las elecciones, mis recuerdos se trasladaron a las primeras elecciones espa?olas de 1977. Yo estaba en Vallecas cuando el PSOE y Felipe Gonz¨¢lez avanzaban hacia el estadio del Rayo Vallecano, y las multitudes, viendo la bandera socialista por primera vez en 40 a?os, sal¨ªan corriendo a la calle. Inmediatamente antes de que los socialistas ganaran las elecciones de 1982, me encontraba en El Rubio, un remoto pueblo de 4.000 habitantes a aproximadamente hora y media de Sevilla. Volv¨ª a Sevilla por la noche ya tarde; estaba en el coche de Alfonso Guerra, entrevist¨¢ndolo. Mir¨® la Giralda en la distancia y coment¨®: "Tener la Giralda y una Espa?a socialista; ?qu¨¦ puede haber m¨¢s hermoso?". La euforia de esas primeras elecciones no fue s¨®lo por un partido; fue por la capacidad de los electores para votar, votar para poner a un partido en el poder y para echarlo de ¨¦l. Pero Bush y Aznar llegaron a un trato como dos emperadores permanentes de Texas, no como presidentes electos. Los rezongones de derechas que afirman que las elecciones espa?olas son una "repetici¨®n del apaciguamiento de M¨²nich" son tremendamente ahist¨®ricos: Espa?a fue la v¨ªctima del intento por parte de Inglaterra y Francia de apaciguar a Alemania e Italia, y pag¨® por ello 40 a?os. (Roosevelt dijo que los dos mayores errores que condujeron a la II Guerra Mundial fueron el apaciguamiento de M¨²nich y el embargo de armas a la Rep¨²blica espa?ola). La capacidad de votar, algo que no era posible en la Espa?a de mi juventud, la capacidad de cambiar de idea, incluso de disentir ferozmente de las opiniones pol¨ªticas de tu mejor amigo, tu marido o mujer, es la ant¨ªtesis misma del terrorismo.
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