El primero del zurdo m¨¢s popular
Con un 'birdie' en el 18, Phil Mickelson gana por fin, a los 34 a?os, un torneo 'grande'
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)
Cumplida una hermosa e in¨²til ¨²ltima ronda de 66 golpes (-6) que le elev¨® a un magn¨ªfico cuarto puesto final, Sergio Garc¨ªa, inconformista, desafiante, emul¨®, a su manera, a la determinada Escarlata O'Hara declarando algo as¨ª como "juro que volver¨¦ al Masters y lo ganar¨¦". "No s¨¦ cu¨¢ndo", a?adi¨®, "pero tarde o temprano las cosas tienen que cambiar y salirme mejor". Garc¨ªa, que es muy joven -apenas 24 a?os reci¨¦n cumplidos-volver¨¢, pero ayer se fue temprano y dej¨® el campo, el gran escenario, a uno de los duelos m¨¢s peculiares que puede ofrecer el golf actual.
La jornada decisiva, la ¨²ltima ronda del Masters de 2004, fue un mano a mano entre dos de los jugadores m¨¢s queridos por la afici¨®n, dos golfistas siempre simp¨¢ticos y sonrientes, dos grandes talentos asombrados por la figura que ha dominado su ¨¦poca. El duelo, como mandan las normas de los grandes d¨ªas, no se resolvi¨® hasta el ¨²ltimo hoyo, hasta el ¨²ltimo putt del ¨²ltimo jugador. Confrontado con cuatro metros cuesta abajo, con el putt que pod¨ªa cambiar su vida para siempre -si lo fallaba podr¨ªa pasar a la historia como el hombre, definitivamente, sin temple para ser grande-, Mickelson, el zurdo que nunca hab¨ªa llegado tan lejos, no fall¨®. El birdie le dio la victoria, la chaqueta verde, el primer grande de su carrera, le permiti¨® arrancarse la etiqueta perversa que le colgaba desde hace 10 a?os, la de mejor jugador que nunca ha ganado un grande. Cuatro veces hab¨ªa quedado tercero en Augusta, dos veces segundo en otros grandes.
Ten¨ªa a su favor la estad¨ªstica, que dice que en Augusta en los ¨²ltimos 13 a?os siempre ha ganado un jugador del ¨²ltimo partido. Ten¨ªa en su contra la estad¨ªstica, que dec¨ªa que s¨®lo un zurdo hab¨ªa ganado en 67 Masters, y eso hab¨ªa sucedido el a?o pasado con el canadiense Mike Weir. Ten¨ªa en contra su propia forma de ser, capaz siempre de ir contra lo establecido.
Si Tiger Woods fuera a¨²n el Tigre que sumi¨® en la frustraci¨®n a toda una generaci¨®n de golfistas a finales del siglo XX y comienzos del XXI, Ernie Els y Phil Mickelson, ambos de 34 a?os, habr¨ªan sido en este Masters, una vez m¨¢s, las figuras necesarias para resaltar m¨¢s el poder¨ªo de Woods. Pero el n¨²mero uno del mundo se difumin¨® hasta confundirse con el paisaje en su s¨¦ptimo grande consecutivo -Woods no gana uno desde el Open de Estados Unidos, junio de 2002- y Els y Mickelson, dos de los grandes frustrados de la ¨¦poca, decidieron mostrar al mundo de qu¨¦ son capaces. Eligieron para ello el mejor teatro que pueda ofrecer el golf, los segundos nueve hoyos del Augusta National Golf Club, el perfecto dise?o de Bobby Jones que aguanta los a?os con m¨ªnimas modificaciones ofreciendo drama, tragedia, emoci¨®n, comedia y farsa a los m¨¢s altos niveles de exigencia.
Llevaba tal camino la tarde, tal comedia de errores se desarrollaba en los nueve primeros hoyos, grandes actores fingiendo ser aficionados, cada uno sobreactuando, exagerando sus tics -Bernhard Langer, el alem¨¢n de la fe, so?ando con una chaqueta verde m¨¢s en Domingo de Resurrecci¨®n y, como siempre, parsimonioso hasta la exasperaci¨®n, retrasando el momento de la gloria; KJ Choi, el r¨¢pido coreano, de mec¨¢nica r¨¢pida y precisa; Paul Casey, el ingl¨¦s jovencito y relajado, que pensaba m¨¢s en el ping pong con sus amigos que en el golf con los grandes del mundo; Chris DiMarco, feliz por haber llegado hasta ese momento; Mickelson, el zurdo de San Diego, amagando con volver a su anterior ser, despreocupado y temerario; Els, el gigante rubio surafricano, forzando la fuerza de sus drives-, que por un momento pareci¨® que nadie quer¨ªa ganar, que pod¨ªa ganar cualquiera que se decidiera a romper el campo, que todo el mundo jugaba al error del rival. Y por un momento se pens¨® que hasta el -3 final de Sergio Garc¨ªa hasta le dar¨ªa una oportunidad. Pero entonces, Ernie Els decidi¨® moverse.
El surafricano, menos afectado por las urgencias -lleva tres grandes en su cartera -solt¨® el brazo en el 8, un drive que se comi¨® la hierba, un hierrazo 5 que rasg¨® el aire, que acarici¨® el green en su ca¨ªda, que rod¨® d¨®cil hasta cent¨ªmetros del hoyo. El eagle destron¨® a Mickelson. Por primera vez en el d¨ªa dejaba de ser el l¨ªder. Por primera vez se dio cuenta de que tendr¨ªa que pasarse la tarde persiguiendo al infalible surafricano. No reaccion¨®, sin embargo, hasta el Amen Corner, hasta el 12 (birdie), hasta el 13 (nuevo birdie). Y pareci¨® una reacci¨®n tard¨ªa. Un nuevo eagle de Els en el 13 le dejaba de nuevo a dos de la cabeza.
El Mickelson de otros a?os se habr¨ªa tirado de cabeza a por las banderas, se habr¨ªa empapado hasta las cachas con la limpia agua del Rae's Creek, se habr¨ªa jugado la vida en cada golpe, cada drive habr¨ªa sido una declaraci¨®n de principios. Pero ese Mickelson, dicen qued¨® enterrado en marzo de 2003, cuando su mujer, Amy, estuvo a punto de morir en el parto de su tercer hijo, Evan Samuel, quien tambi¨¦n sufri¨® peligro. El nuevo Mickelson no se olvid¨® de su amor por el peligro, por el riesgo, pero lo dej¨® limitado a su licencia de piloto de aviaci¨®n, a su afici¨®n por el esqu¨ª. En golf, vota conservador desde entonces. Aguant¨® la presi¨®n sonriente. Birdie a birdie, empat¨® con Els. Y como si aquello fuera un paseo m¨¢s de domingo por la tarde, alegre primavera, pajaritos cantando, y no un horno calentado por 40.000 gargantas que le sometieron al efecto t¨²nel del 18, camin¨® por la calle del ¨²ltimo hoyo silbando, solt¨® un gran hierro directo a bandera, apabull¨® a Els, quien hab¨ªa terminado la faena 20 minutos antes y esperaba comi¨¦ndose una chocolatina y una manzana sentado en un buggy, dej¨¢ndose guiar por los alaridos de la enfervorecida afici¨®n, mir¨® de frente al putt que deb¨ªa cambiar su vida y lo emboc¨®.
![Phil Mickelson muestra su alegr¨ªa tras su ¨²ltimo golpe.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HLGOG6XP2XC4LO3IXZH2NITMDY.jpg?auth=02f7323ff1f4e72904aed407561a4ca94f513becc84474b86b79776d1dd0b9ef&width=414)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Carlos Arribas](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fe3f9d365-91a0-4554-a5c4-70f3bf1ea029.png?auth=e6426bc0be73ca7a1a032b8f3a5a8f5479303facc987fc5270aa197eb094c06b&width=100&height=100&smart=true)