Los cad¨¢veres vuelven de tapadillo
La llegada a Estados Unidos de ata¨²des de soldados se ha disparado en la ¨²ltima semana
Los cuerpos llegaron en aviones de carga: 27, el viernes; nueve m¨¢s, el s¨¢bado. Despu¨¦s, bajo la llovizna de la tarde del domingo de Resurrecci¨®n, algunas de las personas que recibieron los restos de los soldados muertos en el extranjero se juntaron para rezar. "Quiz¨¢s no vemos a Dios en los momentos duros, pero est¨¢ ah¨ª", dijo el capell¨¢n John Groth, recordando que cada vez que mira a los hombres y mujeres que trabajan con "honor, dignidad y respeto" en la morgue de la base de las Fuerzas A¨¦reas en Dover sabe que Dios vive.
?stos son los momentos de mayor desaf¨ªo para la fe de todos los que trabajan en Dover. Despu¨¦s de los duros enfrentamientos de la ¨²ltima semana en Irak, la base recibi¨® el mayor n¨²mero de militares muertos en combate desde los ataques del 11-S. Para muchos en la base, la Pascua estuvo marcada por la l¨²gubre tarea de identificar cuerpos, efectuar autopsias y adecentar a los muertos para entreg¨¢rselos a sus familias.
A un centenar de metros de donde Groth, un teniente coronel de las Fuerzas A¨¦reas, pronunci¨® su serm¨®n en una sencilla capilla militar, los que trabajan en el mayor dep¨®sito de cad¨¢veres rezaban antes de iniciar el duro trabajo que consiste en preparar los cuerpos de los 36 soldados, marines y otros que iban a llegar m¨¢s tarde ese d¨ªa. En un d¨ªa normal, entre cinco y siete personas se mueven en la morgue de Dover. Este fin de semana eran 100 y trabajaban tan duro que no ten¨ªan tiempo de parar a comer. El ritmo removi¨® emociones que no se hab¨ªan sentido en varios a?os. "Muchos no ven las noticias, porque no quieren ver a las familias", dijo el teniente coronel Jon Anderson, el portavoz de la base, que es el encargado de llevar los cuerpos de los que murieron en combate a sus maridos, mujeres, padres y otros seres queridos.
Todos los estadounidenses muertos en el extranjero pasan por la base a¨¦rea de Dover en su camino de regreso a casa. Los aviones G-5 Galaxy aterrizan en Dover con ata¨²des en su bodega. Un alto mando y uno de los seis capellanes reciben a cada avi¨®n. Una bandera recubre cada ata¨²d y el capell¨¢n pronuncia una corta oraci¨®n mientras son sacados del avi¨®n y transportados en camioneta hasta la morgue que se encuentra en un hangar gigante. Todos los que trabajan en Dover est¨¢n acostumbrados a este ritual al que el p¨²blico no tiene acceso. El Ministerio de Defensa proh¨ªbe cualquier fotograf¨ªa o mirada a los cuerpos que regresan del extranjero. Esta pol¨ªtica, junto a la decisi¨®n del presidente George W. Bush de no asistir a los funerales militares hasta ahora, ha originado una lluvia de cr¨ªticas en el Congreso, entre otras, del senador John McCain, un republicano de Arizona y antiguo prisionero de guerra en Vietnam, que acusa al Pent¨¢gono de querer ocultar a los estadounidenses el verdadero precio de la guerra.
Aqu¨ª se habla de la "prueba de Dover", lo que en la jerga del Pent¨¢gono significa: cu¨¢ntas bajas pueden aguantar los ciudadanos antes de empezar a preguntarse si vale la pena sacrificar tantas vidas por esta causa. "No dejamos a los medios acceder a la base para efectuar la prueba de Dover", dijo Anderson. "?sta es la pol¨ªtica de Defensa". Para los que trabajan en la morgue, que seg¨²n la describen tiene un ambiente de catedral, la prueba de Dover es un hecho cotidiano. A los trabajadores les cuesta comer y dormir y tienen pesadillas, dicen los mandos. "Es un trabajo duro", sostiene el capell¨¢n Groth. "No participan en los combates, pero pueden ver el resultado mejor que ninguno. La gente cubre sus emociones". Sobre su atenci¨®n al personal dice: "A veces la conversaci¨®n es seria, a veces recurrimos al humor".
En todo caso, los que tienen que cumplir con esta misi¨®n son los trabajadores de la morgue, que se esfuerzan por aguantar. Seg¨²n las normas del Ej¨¦rcito, los cuerpos de los soldados deben llegar a Dover en las 48 horas siguientes a su muerte. "Una cosa que me asombra es que Estados Unidos nunca ve con qu¨¦ respeto tratan a estos cuerpos", dice Groth. "Una vez cerrados, nunca se vuelven a abrir los ata¨²des, pero puedes ver a un soldado asegurarse de que el uniforme que nunca ser¨¢ visto est¨¢ bien colocado. Procesar no es la palabra correcta, y preparar ni se acerca a lo que hacen".
En Fort Hood, la base de 10 soldados que murieron la semana pasada, Bush reconoci¨® el domingo que hab¨ªa sido una "semana dura" para los militares y sus familias. Dijo a los periodistas que era dif¨ªcil decir cu¨¢ndo terminar¨¢ la violencia. En Dover, el dolor terminar¨¢ cuando dejen de llegar los cuerpos. El domingo de Resurrecci¨®n fue igual a los otros d¨ªas: se esperaban nueve cuerpos m¨¢s. Y al final del d¨ªa se supo que otros nuevos iban a llegar despu¨¦s; el Pent¨¢gono acababa de anunciar la muerte de dos soldados en Irak.
? The Boston Globe
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