Abisal
AUNQUE, EN cierta manera, desde siempre, como le era requerido por su vocaci¨®n po¨¦tica, durante los que fueron sus ¨²ltimos veinte a?os de vida, se puede decir que Jos¨¦ ?ngel Valente (1929-2000) intensific¨® su pesquisa sobre el misterio insondable de la literatura y el arte, la de preguntarse por el preguntar o, si se quiere, la de inquirir el porqu¨¦ del porqu¨¦. Pregunta sin respuesta o respuesta del preguntar. ?Un galimat¨ªas? En todo caso, el de ese grito ahogado del caer por entre lo que no tiene fondo, en cuya vertiginosa flotaci¨®n el pavor se transforma en una tr¨¢gica invocaci¨®n luminosa, en una llamada que deja eco, un retumbar musical, un aliento melodioso perdurable, trascendente. Lo sentimos en cada art¨ªculo de Valente de la recopilaci¨®n titulada La experiencia abisal (Galaxia Gutenberg-C¨ªrculo de Lectores). La etimolog¨ªa de "abisal" nos remite al griego "abissos", literalmente "sin fondo", con lo que, efectivamente, se trata la experiencia de una ca¨ªda radical, la vivencia de la existencia como un caer en el vac¨ªo.
Mar¨ªa Zambrano, Lezama, Lima, C¨¦sar Vallejo, Paul Celan, Edmond Jab¨¨s, Rimbaud, Mallarm¨¦..., pero tambi¨¦n, entre otros, las de Juan de la Cruz y Miguel de Molinos, Valente interpela los ecos musicales de estas voces ya sin voz, como escruta -se adentra en- el lenguaje silencioso de la pintura, de las artes mudas, que tienen asimismo su elocuencia fijada en im¨¢genes, en gestos, en el registro material de la ligereza de miradas furtivas al borde de lo visible. Se trata, en definitiva, de una conversaci¨®n al filo de lo inaudito y de lo invisible, la interpelaci¨®n para que se restaure el lazo de uni¨®n perdido con el poder original de la palabra creadora, que fue invocaci¨®n, la que produjo el primigenio acto de nombrar, la que estableci¨® el orden luminoso de la narraci¨®n que convierte la mera supervivencia en salvaci¨®n.
En uno de los breves ensayos ahora compilados, el precisamente titulado Sobre la unidad de la palabra escindida, tras plantear la dicotom¨ªa entre la palabra po¨¦tica y la pensante en nuestro mundo, cita Valente la sentencia de Giorgio Agamben acerca de c¨®mo esta escisi¨®n "se interpreta en el sentido de que la pose¨ªa posee su objeto sin conocerlo y la filosof¨ªa lo conoce sin poseerlo"; pero tambi¨¦n apela a la complicidad ente estos contrarios, basada en una misma b¨²squeda de transparencia verbal de la verdad, que se muestra como un rel¨¢mpago en la intemperie o al resguardo de una casa: en la caja del cielo o en la casa a ras de suelo, all¨ª donde se cobije su refulgencia.
Es cierto que la poes¨ªa, el arte, se han visto progresivamente postergados en nuestra tecnocr¨¢tica era, que no sabe relacionarse con su entorno sino mediante la utilidad, abarrot¨¢ndolo de ruidosos aparatos que nos distraen de nuestro desamparo. Es justo el momento en que el preguntar se hace m¨¢s acuciante, cuando se multiplican los porqu¨¦s del arte abriendo huecos por entre el compactado muro que absurdamente nos encierra en la rutinaria oscuridad de obligaciones sin cuento, de un mundo desencantado, un insufrible mundo sin m¨²sica, ni luz.
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