El factor franc¨¦s
Se?ora secretaria, esto funcionar¨¢ en la pr¨¢ctica, pero ?y en teor¨ªa?". Esta observaci¨®n, atribuida a un alto funcionario franc¨¦s y dirigida a la entonces secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, resume lo que a los estadounidenses y brit¨¢nicos les gusta considerar una profunda diferencia entre la forma de pensar de los franceses y la de los anglosajones. Sin embargo, lo que podemos ver ahora es una curiosa inversi¨®n de papeles para conmemorar el centenario de la Entente Cordiale, entre Francia y el Reino Unido: a prop¨®sito de la guerra de Irak, Blair ten¨ªa raz¨®n en teor¨ªa, pero Chirac acert¨® en la pr¨¢ctica.
Con todo lo que no se ha encontrado en Irak (armas de destrucci¨®n masiva) y todo lo que se ha encontrado o provocado all¨ª (un desastre en marcha, un encendido sentimiento antioccidental en todo el mundo musulm¨¢n), ?qui¨¦n se atreve a dudarlo? Blair pas¨® de unos principios generales que parec¨ªan bastante sensatos a una conclusi¨®n que, en la pr¨¢ctica, result¨® ser un error; Chirac, de una premisa te¨®rica discutible a la conclusi¨®n acertada desde el punto de vista pragm¨¢tico.
Visto desde hoy, habr¨ªa sido mejor tener controlado el Irak de Sadam con un r¨¦gimen internacional de inspecciones y sobrevuelos absolutamente intrusivo
Para los futuros historiadores, la guerra de Irak ser¨¢ el lento comienzo de una transformaci¨®n democr¨¢tica en Oriente Pr¨®ximo
Hoy, un presidente de Estados Unidos que hable franc¨¦s es precisamente lo que necesita el Reino Unido, lo que necesita Europa, lo que necesita el propio EE UU
Blair ten¨ªa raz¨®n -y sigue teni¨¦ndola- al advertir de que es aut¨¦ntico el peligro que supone la confluencia del terrorismo internacional, los Estados descontrolados o debilitados y las armas de destrucci¨®n masiva, as¨ª como al decir que Europa y Estados Unidos tienen que trabajar juntos para combatir dicho peligro. A Chirac le mov¨ªa la idea err¨®nea, y, en definitiva, in¨²til, de que Europa, encabezada por Francia, deb¨ªa aprovechar este problema para reunir una coalici¨®n mundial de descontentos contra Estados Unidos. Pero fue astuto, recibi¨® con escepticismo los informes sobre las armas de destrucci¨®n masiva en Irak y expres¨® un miedo comprensible por las consecuencias de una invasi¨®n en el propio Irak, Oriente Pr¨®ximo y los musulmanes en Europa.
Visto desde hoy, habr¨ªa sido mejor tener controlado el Irak de Sadam, con un r¨¦gimen internacional de inspecciones y sobrevuelos absolutamente intrusivo, mientras se daba impulso a las fuerzas internas a favor de la democratizaci¨®n en Ir¨¢n y Arabia Saud¨ª, y se continuaba el penoso camino hacia la paz entre israel¨ªes y palestinos. Seguramente no habr¨ªa sido mejor para la mayor¨ªa de los iraqu¨ªes; reconozc¨¢moslo. Pero s¨ª para la guerra contra el terrorismo, para Oriente Pr¨®ximo, para Europa e incluso para Estados Unidos. La invasi¨®n de Irak fue, como dijo Talleyrand en otro contexto, "peor que un crimen; fue un error".
Por supuesto, en historia, un a?o es poco tiempo. Las ¨²ltimas semanas han sido terribles para Irak, Bush y Blair. Si las cosas mejoran en Irak gradualmente, es posible que el balance final sea un poco m¨¢s positivo. Independientemente de lo que pensemos de los errores o aciertos del conflicto, debemos mantener la esperanza de que, para los futuros historiadores, la guerra de Irak ser¨¢ el lento comienzo de una transformaci¨®n democr¨¢tica en Oriente Pr¨®ximo. Sin embargo, esa esperanza es cada vez m¨¢s d¨¦bil. Lo que parece m¨¢s probable ahora es que los futuros historiadores la vean como la guerra que le cost¨® al presidente George W. Bush un segundo mandato que pod¨ªa haber tenido asegurado. Sobre todo, si concede muchas m¨¢s conferencias de prensa. Bush ha pronunciado algunos discursos bastante buenos, y los ha pronunciado bien, pero que se atreva cualquiera que viese su rueda de prensa del martes por la noche -con una defensa laber¨ªntica, bravucona e imprecisa de su pol¨ªtica en Irak- a decir que sabe lo que hace.
Blair necesita reflexionar
Ahora que un Tony Blair escarmentado, pero todav¨ªa desafiante de puertas para afuera, ha ido a entrevistarse con este presidente desconcertado en Washington, necesita reflexionar un poco en privado. Le ofrezco varios bocados para su men¨² intelectual. Para empezar, su reciente incremento de la ret¨®rica b¨¦lica moralista no es la mejor forma de reaccionar al l¨ªo en el que nos encontramos. Bush tal vez necesite recurrir a la hip¨¦rbole churchilliana porque tiene unas elecciones en noviembre, pero Blair no. Una actitud m¨¢s sobria, el reconocimiento de que las cosas no han salido como se preve¨ªa, ser¨ªa muy bien recibida en el Reino Unido, en Europa continental y entre muchos estadounidenses preocupados. Supondr¨ªa un punto de partida mejor para su importante mensaje de que Francia, hoy, tiene tanto inter¨¦s como el Reino Unido en rescatar a Irak del descenso hacia la anarqu¨ªa.
Despu¨¦s, el plato fuerte: lo mejor para el Reino Unido, Europa y Estados Unidos es que el senador John Kerry sea el pr¨®ximo presidente estadounidense. Por supuesto, Blair no puede separarse de su pasado reciente, ni puede apoyar a ning¨²n candidato. Es m¨¢s, por prudencia, le conviene cubrirse las espaldas. Pero nunca he entendido el argumento de que, como Bush y Blair "se ocuparon" juntos de Irak, ya est¨¢n pol¨ªticamente casados para siempre. Un an¨¢lisis en fr¨ªo indica que, con la posible excepci¨®n de la pol¨ªtica comercial, Kerry es mucho mejor socio transatl¨¢ntico para el tipo de internacionalismo liberal que representa Blair. Por consiguiente, debe hacer todo lo posible para segurarse de que no le recluten ni le sobornen y acabe convertido en animador de la campa?a de Bush.
Una forma de evitar ese peligro es abandonar los excesos de la ret¨®rica moralista de la "guerra contra el terror". Otra, por quijotesca que parezca, es interceder por los franceses. Porque resulta que uno de los m¨¢s absurdos detalles nacionalistas de la campa?a republicana es que critican a John Kerry por hablar franc¨¦s. El l¨ªder de la mayor¨ªa republicana en la C¨¢mara comienza siempre sus palabras con un "hola, o, como dir¨ªa John Kerry, bonjour". "Monsieur Kerry" o "Jean ch¨¦ri" ha sido acusado incluso, por el secretario de Comercio de Bush, de que tiene un aspecto franc¨¦s. Quel horreur! Desde luego, los chistes sobre los franceses son un viejo pasatiempo anglosaj¨®n, aunque los estadounidenses, durante mucho tiempo, fueron menos propensos a ¨¦l que los ingleses. Hoy, un presidente de Estados Unidos que hable franc¨¦s es precisamente lo que necesita el Reino Unido, lo que necesita Europa, lo que necesita el propio Estados Unidos, para reparar el da?o causado por el torpe unilateralismo del Gobierno de Bush.
Prejuicio anglosaj¨®n
Nadie puede esperar que Blair vaya a reconocer p¨²blicamente que Chirac ten¨ªa raz¨®n -no en teor¨ªa, pero s¨ª en la pr¨¢ctica- y ¨¦l se equivoc¨® a prop¨®sito de Irak. Pero s¨ª puede intentar utilizar su extraordinaria popularidad en Estados Unidos para frenar un prejuicio nacionalista muy anglosaj¨®n que amenaza con inclinar -aunque sea por muy poco- el resultado de las elecciones m¨¢s importantes del mundo hacia el lado menos conveniente.
Pasemos al postre. M¨¢s all¨¢ de la ceremonia, la mutua adoraci¨®n y las palabras de la reina en su franc¨¦s con horrible acento ingl¨¦s, ?qu¨¦ futuro tendr¨ªa una nueva Entente Cordiale entre Francia y el Reino Unido? La respuesta deber¨ªa ser: mucho. Es dif¨ªcil imaginar una sola cuesti¨®n sobre la que Europa pueda dejar su impronta en el mundo si estos dos pa¨ªses no llegan a un acuerdo. En varios asuntos representan los dos extremos europeos. Y, en muchos casos, la posici¨®n que debe adoptar Europa se encuentra en alg¨²n punto entre las de Londres y Par¨ªs. As¨ª ha ocurrido casi siempre durante los dos a?os de la crisis de Irak, cuando tanto m¨¢s se pod¨ªa haber hecho. Y as¨ª ocurre, sobre todo, en el caso de nuestras relaciones con Estados Unidos. S¨®lo una Europa m¨¢s fuerte podr¨¢ mantener una relaci¨®n seria con la hiperpotencia.
En resumen, en sus conversaciones con Washington, el primer ministro brit¨¢nico debe pensar en Francia.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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