Botellona
Por todos es conocido el problema de la movida juvenil y sus botellonas. Se buscan soluciones con mayor o menor acierto pero pocos van al origen del problema. El pasado fin de semana nos reunimos un grupo de seis amigos y decidimos bajar a Sevilla para pasar la noche. Nuestro grupo puede denominarse como "gente normal", pol¨ªticamente correcta. No pertenecemos a ninguna tribu urbana, vestimos ropa normal (dentro de lo que nos permite nuestro bolsillo), no tenemos ni piercings ni aros en las orejas, no usamos gorras por las noches, calzamos zapatos de vestir (no son Martinelli pero son zapatos de vestir) y no llevamos calcetines blancos... Sin haber tomado ninguna copa ni ning¨²n estupefaciente ilegal nos ponemos en la cola de entrada del primer bar de copas que vimos. Un rato esperando que llegue nuestro turno de entrada para que el portero nos diga que no tenemos invitaci¨®n (??). Nos callamos, fuimos a otro y, de nuevo, nos encontramos con una fiesta privada (??), as¨ª hasta en cuatro locales distintos, con cuatro "excusas legales" distintas. No es la primera vez que nos ocurre y en distintas zonas de Sevilla. Por favor, no me vayan a decir que hubiera pedido el libro de reclamaci¨®n, si quieren saber por qu¨¦ hagan la prueba ustedes mismos. Viendo que no nos dejaban acceder a sus locales de moda a disfrutar de la mejor m¨²sica del momento y pagar sus abusivos precios por las copas (tres euros el refresco), optamos por hacer una botellona en la primera plaza que vimos medio ambientada.
Volviendo a casa nos pregunt¨¢bamos por qu¨¦ no nos dejaban entrar. De momento, las placitas siguen siendo p¨²blicas hasta que llegue un alcalde que las valle y cierre por las noches (como ha hecho el de mi pueblo).
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