Memorias desde el espacio
En Hollywood trabajan dos guionistas de indudable competencia llamados Scott Alexander y Larry Karaszewski. Esta pareja art¨ªstica ha basado parte de su obra en contar los grandes momentos biogr¨¢ficos de personajes que se hallan a un tiempo en el centro y en la periferia del sistema estadounidense: seres inequ¨ªvocamente americanos, pero marginales; escandalosos, pat¨¦ticos y hasta repulsivos y, sin embargo, revestidos de los altos valores que constituyen la esencia del sue?o americano. Una paradoja algo m¨¢s que simp¨¢tica porque resulta inquietante, tragedias entonadas como una melod¨ªa de Cole Porter. Hasta ahora se han filmado sus miradas sobre Ed Wood (la falta extrema de competencia sumada a un esp¨ªritu de lucha, por as¨ª decirlo, rematadamente positivo), Larry Flint (el porn¨®grafo que solivianta un puritanismo a¨²n m¨¢s pornogr¨¢fico en su desprecio a la libertad de expresi¨®n) y Andy Kaufmann (los l¨ªmites esquizofr¨¦nicos del humor y de la agresi¨®n). Esa mirada de Alexander y Karaszewski ilumina, con una sabidur¨ªa te?ida de comprensi¨®n, unas vidas que hacen recapacitar sobre lo bueno y lo malo, lo est¨²pido y lo inteligente, lo moral y lo inmoral. Un trabajo singular y penetrante. Me gustar¨ªa mucho saber, y por eso les he citado, c¨®mo manejar¨ªan el material que brindan las memorias de Timothy Leary, el renombrado "gur¨²" del LSD.
FLASHBACKS
Timothy Leary
Pr¨®logo de William Borroughs
Traducci¨®n de Gabriel Dols
Alpha Decay. Barcelona, 2004
699 p¨¢ginas. 29,80 euros
Albert Hoffmann, el qu¨ªmico suizo que sintetiz¨® la dietilamida del ¨¢cido lis¨¦rgico o LSD, un cient¨ªfico de indudable rigor, dijo una vez de Leary: "Es un payaso. Simp¨¢tico, pero un payaso". Hoffmann quiz¨¢ se hallaba resentido porque la promoci¨®n masiva de su descubrimiento y la alarma p¨²blica que trajo consigo impidieron que otros hallazgos suyos recibieran un Nobel que estaba cantado. Pero, sin duda, la simpat¨ªa y la desfachatez que Hoffmann atribuye a Leary ayudan a enfocar la lectura de este libro que respira simpat¨ªa, pero tambi¨¦n narcisismo a espuertas.
Hasta 1960, la vida de Leary es digna de un personaje de ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf? Un chico dif¨ªcil, pero decente, es expulsado de varios centros acad¨¦micos hasta que encuentra su vocaci¨®n en la psicolog¨ªa. Ejerce su profesi¨®n en la Universidad de Berkley con cierto desaliento por los resultados del sistema sanitario, cuando su mujer, seg¨²n se deja entrever, se suicida por una infidelidad marital. Leary se queda con dos hijos y su culpa, que no exhibe, ni a la que se enfrenta por escrito, se traslada a Harvard y all¨ª descubre con otros profesores las posibilidades de los psicof¨¢rmacos como un arma eficaz contra los trastornos psicol¨®gicos y un modo de ampliar la propia percepci¨®n. Leary sufre una conversi¨®n que ¨¦l titula, con no poca jeta, paidomorfosis, o retorno a la juventud, al propio tiempo que experimenta con otros intelectuales y aventureros que ya hab¨ªan pisado con mucho m¨¢s sigilo el terreno desde el que Leary vocea con entusiasmo de "all american boy", un personaje de Frank Capra psicod¨¦lico. La exposici¨®n verbal de Leary sobre las bondades de los psicof¨¢rmacos ya hab¨ªa sido definida antes, y mejor, por escritores de la talla de J¨¹nger, Huxley o Graves. No hay mayor alegr¨ªa en el ser humano que la sensaci¨®n de estar vivo cuando esa sensaci¨®n se vuelve intensa. La psilocibina, y el LSD, adem¨¢s, fingen o consiguen, he ah¨ª el dilema, un ¨¦xtasis de la raz¨®n al lograr que ¨¦sta llame a las puertas de la sensibilidad extrema, pregunte y halle respuestas: "Todo est¨¢ vivo. Lo entiendo todo". Esas cosas que se dicen.
Hab¨ªa mucha gente interesada en las drogas psicod¨¦licas: casi toda la juventud americana y casi todas las fuerzas policiales del imperio americano. Leary se enfrenta a la represi¨®n con valent¨ªa y buen ¨¢nimo y hace proselitismo con adem¨¢n de hombre-anuncio y el lema "Turn on, tune in, drop out" (enchufa, sintoniza, sal). Los hippies se enchufan, sintonizan y salen que es un contento. El hedonismo se suma a la magia y a la b¨²squeda ¨²ltima de la percepci¨®n. El invento se trivializa (un refresco se anunciaba: "Ench¨²fate al sabor, sintoniza con la chispa, sal del surco de cola"). Leary se siente halagado. El FBI y la DEA van a por ¨¦l.
El resto de estas memorias cuenta la persecuci¨®n implacable y nada limpia del orden policial contra la persona de Leary, las fugas sin fin, su captura y el paso por diversas c¨¢rceles. Leary se enfrenta a todos esos peligros con ingenio, gallard¨ªa y actitud cool. Uno intuye que la represi¨®n policial abri¨® m¨¢s la mente de Leary que el uso del LSD.
Tras el calvario penal, Leary se instala en California, escribe estas memorias (su primera edici¨®n es de 1983) y explota su leyenda como sant¨®n de los sesenta y profeta new age. Al morir, sube a los cielos. Sus cenizas fueron enviadas al espacio.
Como dir¨ªa Hoffmann, "simp¨¢tico, pero payaso". Pero quiz¨¢ el lector y la pareja de guionistas Alexander y Karaszewski puedan entrever mucho m¨¢s.
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