Razonamientos sobre Irak
La posici¨®n de la Administraci¨®n Bush, y la escolan¨ªa pol¨ªtica que le rodea ante la orden de retirada de las tropas espa?olas de un Irak convulso, me suena un poco a la paradoja moral de aquel que hab¨ªa matado a su padre y a su madre y exig¨ªa clemencia alegando que era hu¨¦rfano. En efecto, las decisiones b¨¦licas del Departamento de Estado han sido la causa pr¨®xima de que en aquel pa¨ªs se viva hoy una situaci¨®n an¨¢rquica e inestable que hace presagiar lo peor, y se alega precisamente esa situaci¨®n para demandar que las tropas permanezcan all¨ª en aras de la responsabilidad. Sucede, sin embargo, que esta argumentaci¨®n resulta muy endeble. Primero porque la decisi¨®n de ocupar no constituy¨® solamente un error de c¨¢lculo que ahora deba corregirse, sino un acto deliberado de agresi¨®n que constituye una infracci¨®n grave de la Carta de las Naciones Unidas. Y en segundo lugar porque permanecer all¨ª no va a resultar sino en el deterioro irreversible de la situaci¨®n, por lo que lo verdaderamente responsable es marcharse. Tratar¨¦ de argumentar estas afirmaciones.
Para mostrar lo primero no hace falta demorarse en una interpretaci¨®n erudita de esta o aquella resoluci¨®n de las Naciones Unidas ni hacer una ex¨¦gesis rigurosa de la Carta. Basta con analizar el argumento diab¨®lico en base al que se tom¨® la decisi¨®n de atacar. Impuls¨¢ndose en la profunda sugesti¨®n que habitaba las mentes de los ciudadanos americanos tras el 11-S, el equipo de Bush mantuvo contra viento y marea que Sadam Husein pose¨ªa armas de destrucci¨®n masiva, lo que era suficiente justificaci¨®n para una preemption b¨¦lica, es decir, para una acci¨®n militar dirigida a vaciar, a desactivar la posibilidad de su uso. Lo diab¨®lico fue que para establecer esa primera premisa de su argumento conminaron a Sadam a demostrar que no ten¨ªa esas armas y desoyeron en seguida las demandas de los inspectores de las Naciones Unidas. Esta maquinaci¨®n l¨®gica dio como resultado, naturalmente, lo que ellos quer¨ªan. Pero no lo dio por la reticente actitud iraqu¨ª, sino por un problema metodol¨®gico: la prueba de los hechos negativos es en la mayor¨ªa de los casos sencillamente imposible. Y este era uno de esos casos. Esto lo ten¨ªa que saber muy bien cualquier abogado porque hab¨ªa sido formulado ya nada menos que por uno de esos que fueron llamados viejos europeos, un jurista romano llamado Paulo (ei incumbit probatio qui dicit, non qui negat) y est¨¢ hoy incorporado a todas las tradiciones jurisprudenciales modernas como una garant¨ªa de los procedimientos penales. Los belicosos aliados, en cambio, se inclinaron m¨¢s por la doctrina que, seg¨²n el hermano Nicolau Eimeric, fraile dominico, debe aplicarse por el Santo Oficio a los sospechosos que niegan la herej¨ªa: "Sean cuales sean sus razones deben ser considerados herejes mientras se obstinen en su negativa". La combinaci¨®n de estas dos trampas l¨®gicas pone sin duda de manifesto lo que ahora sabemos por otras fuentes: que nada importaban los hechos a quien ten¨ªa tomada de antemano la decisi¨®n de agredir. No hubo por tanto nunca un ataque para prevenir, ni una precauci¨®n ante una amenaza potencial, sino una configuraci¨®n tramposa de los hechos destinada a servir de cobertura a una agresi¨®n ilegal.
Sentado esto, podr¨ªa a pesar de todo arg¨¹irse que la situaci¨®n creada por la acci¨®n b¨¦lica ilegal ha resultado ser tan ca¨®tica y peligrosa para los propios iraqu¨ªes que lo ¨²nico responsable es quedarse all¨ª para arreglarla. Pero, en primer lugar, no est¨¢ dicho que deba ser arreglada militarmente. Puede haber otras formas de hacerlo. Pero, sobre todo, no todo el mundo puede invocar la responsabilidad y mucho menos endos¨¢rsela a los otros. Quienes han provocado la dram¨¢tica situaci¨®n, como el hu¨¦rfano que mat¨® a sus padres, se han enajenado la legitimidad para esgrimirla como una raz¨®n moral. Carecen ya de entidad moral para proponer un razonamiento semejante. La invocaci¨®n de la responsabilidad como una exigencia para quedarse no puede ser hecha por aquellos que han provocado la cat¨¢strofe irresponsablemente. Lo ¨²nico que les queda a ¨¦stos es pedir perd¨®n por el error y rogar, no exigir, que se creen mecanismos internacionales para paliar el da?o. No creo sin embargo que el Pent¨¢gono o el Partido Popular sean proclives a practicar esta forma de humildad.
Como ni la correcci¨®n jur¨ªdica ni la coherencia moral abonan la permanencia de tropa alguna en el Irak, tendremos que descender directamente hasta el razonamiento prudencial para ver de justificarla. Este, al parecer, es el gran reino de la pol¨ªtica, especialmente de la pol¨ªtica exterior. Y aqu¨ª la pregunta es ?qu¨¦ hemos ido a hacer en realidad a Irak? Para el caso espa?ol la respuesta no es f¨¢cil porque, aunque parezca incre¨ªble, a estas alturas no sabemos todav¨ªa lo que pintamos all¨ª. Descartado que hayamos ido en misi¨®n humanitaria, como se pretendi¨® alguna vez, s¨®lo queda una respuesta econ¨®mica y una respuesta pol¨ªtica. La respuesta econ¨®mica podr¨ªa tener que ver con el bot¨ªn pero, a diferencia de los ping¨¹es beneficios que est¨¢n haciendo, al parecer, empresas americanas no ajenas al staff de la Casa Blanca, no se sabe de ninguna empresa o actividad espa?ola que haya sacado partido del suceso. La respuesta pol¨ªtica, que se nos ha recordado por activa y por pasiva, tiene que ver con esa que se viene llamando, con una imprecisi¨®n grave de la que habr¨¢ que hablar alg¨²n d¨ªa, "guerra" contra el terrorismo. Una coalici¨®n de pa¨ªses civilizados y amantes de la democracia -se dice- ha ocupado Irak impelida por la necesidad de combatir el terrorismo internacional. Pero si esa era la meta, el resultado no puede ser m¨¢s desolador. Para empezar vemos con inquietud c¨®mo la fisonom¨ªa ¨¦tica y pol¨ªtica que nos diferenciaba precisamente del terrorista empieza a desdibujarse. Guant¨¢namo no es sino una met¨¢fora de lo que puede llegar a ser esa "guerra" indiscriminada contra el terror, y nadie duda de que es una traici¨®n sustancial a los principios del rule of law que caracterizaron desde su fundaci¨®n misma a la rep¨²blica americana. Pero lo peor no son los resultados de aqu¨ª, sino los resultados de all¨ª. Ning¨²n analista puede negar hoy que estamos en presencia de un caso clamoroso de efectos perversos. Dejando a un lado su falta de fundamento legal, los objetivos expl¨ªcitos de los actores del conflicto no eran malos: derrocar a Sadam Husein tiene que ser considerado como un bien por cualquier persona de
cente. Pero acaece que, como sabemos ya desde hace muchos a?os, cuando una acci¨®n humana toma tierra en un mundo de seres libres, el bien colectivo que a veces logra va con frecuencia escoltado por un mal colectivo paralelo. Al lado de la astucia de la raz¨®n hay tambi¨¦n una astucia de la sinraz¨®n. La ca¨ªda de Sadam determin¨® que resurgiera ese minoritario segmento social de la poblaci¨®n isl¨¢mica que con su especial dogmatismo constituye el caldo de cultivo del terrorismo de inspiraci¨®n religiosa. Y la p¨¦sima administraci¨®n de la posguerra hizo lo dem¨¢s. Se venci¨® a Sadam, pero el resultado de ello quedar¨ªa perfectamente ilustrado con aquellas palabras que es fama que pronunci¨® el rey egipcio Pirro: 'Otra victoria como ¨¦sta y estamos perdidos'. La celosa guerra contra el terrorismo ha resultado un factor de crecimiento exponencial del terrorismo. Hasta el punto de que hoy por hoy puede decirse que permanecer en Irak es precisamente lo que incrementa el terrorismo. El argumento pol¨ªtico, por tanto, tampoco funciona. La decisi¨®n de retirar las tropas tomada por el nuevo Gobierno es, pues, jur¨ªdica, ¨¦tica y pol¨ªticamente irreprochable. Quienes teman que, a pesar de ello, pueda tener malas consecuencias en t¨¦rminos de respuesta o represalia de nuestros mismos coaligados y consocios, que mediten qu¨¦ pesa m¨¢s en los platillos de esa balanza. Y para aquellos que tengan alguna convicci¨®n religiosa a?adir¨¦, adem¨¢s, una acotaci¨®n teol¨®gica. La extraigo de otro de aquellos viejos europeos. En este caso, un burgal¨¦s de ascendencia vasca, Francisco de Vitoria, al que muchos consideran fundador del derecho internacional y creador de la teor¨ªa de la guerra justa: 'Tambi¨¦n yo me alegro de lo que significan las guerras para defender la rep¨²blica. Pero no querr¨ªa que luchara una persona a la que yo desee la vida eterna'.
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