Un fen¨®meno mal conocido y poco debatido
Si alguien mata a unos ni?os al volante de un coche, la noticia tiene muchas posibilidades de ocupar todos los telediarios de Francia; o si se descubren casos de pederastia. Pero, para que un asunto de violencia conyugal pase a la pantalla, la v¨ªctima tiene que llamarse Marie Trintignant, una actriz muy conocida, que en agosto muri¨® por los golpes de su compa?ero, el no menos famoso cantante Bertrand Cantat.
La violencia dom¨¦stica es mal conocida y poco debatida en Francia. La muerte de Marie Trintignant sorprendi¨® a una sociedad acostumbrada a no ocuparse de la vida ajena y que considera esos sucesos como propios de sectores marginales o pa¨ªses atrasados. El drama de la actriz rompi¨® el tab¨² y afloraron estimaciones sobre la posibilidad de que el 10% de las mujeres (o sea, 1,5 millones de adultas) sufra violencia.
Una encuesta encargada por el Gobierno en 1997 (que tard¨® cinco a?os en ver la luz) recoge casos de golpes (17%), amenazas con armas o intentos de estrangulamiento (5,2%), agresiones sexuales sufridas a lo largo de la vida (11% de las interrogadas) y violencia "psicol¨®gica" (23,5%), donde se mezclan las procedentes de maridos con las de otros familiares.
Desde el verano pasado, las v¨ªctimas pueden pedir al juez (antes incluso de pedir el divorcio), el alejamiento de su pareja del domicilio hasta tres meses, pero la medida es demasiado reciente para saber su eficacia. Las asociaciones de defensa de las mujeres estiman que s¨®lo triunfa en los tribunales el 10% de las denuncias y tambi¨¦n que sirve de poco castigar por ley el acoso sexual, por la dificultad de la prueba.
La ¨²nica forma de violencia contra las mujeres que merece gran atenci¨®n p¨²blica es la violaci¨®n colectiva, generalmente asociada a poblaciones de origen inmigrante. Las violencias sufridas por las mujeres de los suburbios son especialmente visibles a partir de octubre de 2002, en que una joven argelina de 17 a?os fue quemada viva por su novio en un cuarto de basuras de Vitry-sur-Seine, un suburbio de Par¨ªs. El asesinato provoc¨® el nacimiento de un movimiento de protesta, ahora transformado en una asociaci¨®n llamada Ni Putas Ni Sumisas, cuyo objeto es sensibilizar a la sociedad de que hay una "opresi¨®n dentro de la opresi¨®n": la vida es dif¨ªcil para todos en los barrios de fuerte poblaci¨®n inmigrada, pero lo es particularmente para las mujeres sometidas a comportamientos machistas y, en los ¨²ltimos a?os, al peso del radicalismo isl¨¢mico.
Fadela Amara, presidenta de Ni Putas Ni Sumisas, asegura que la movilizaci¨®n es necesaria "por el gran retroceso de las libertades que las mujeres hab¨ªan empezado a conquistar en esos barrios en los a?os ochenta". Una reivindicaci¨®n de la que considera ausente al feminismo cl¨¢sico, "indiferente a la suerte de las poblaciones inmigradas". En estos lugares, una mujer agredida por su marido o su novio es muy dif¨ªcil que se atreva a contarlo, porque la omert¨¤ [ley del silencio mafiosa] es la regla de oro para seguir viviendo. Convertirse en el centro de rumores en un barrio con fuerte peso de una comunidad puede acarrear castigos, malos tratos, violaciones colectivas e incluso la muerte.
Otro debate ruidoso es la prostituci¨®n: la industria del sexo ha sido objeto de batidas sistem¨¢ticas de la polic¨ªa desde oto?o de 2002, tras la victoria de la derecha en las elecciones, que ha penalizado incluso la mera presencia de prostitutas en actitud de atraer clientes. Una de las batidas ha acabado con la carrera pol¨ªtica del principal consejero del primer ministro franc¨¦s, Jean-Pierre Raffarin, al ser sorprendido con una menor. El endurecimiento del trato a la prostituci¨®n no responde tanto a una preocupaci¨®n por las mujeres, como por la inmigraci¨®n: se considera que casi todas las prostitutas son extranjeras y que hay que romper las peque?as empres
as en torno a ese comercio, por sus connivencias con las mafias que trafican con personas.
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