La barrera del idioma en la fresa
Muchas de las trabajadoras rumanas que participan en la campa?a onubense desconocen sus derechos laborales
"?Pueden los propietarios retenernos el pasaporte?". "?Si tenemos problemas laborales hay que contratar a un abogado o tenemos derecho a uno de oficio?".
"?Es legal trabajar media hora m¨¢s para pagar la luz del alojamiento?". "?Qu¨¦ derechos tenemos cuando sufrimos un accidente?". "?Es normal que los propietarios de las fincas nos descuenten el 2% del salario?". "?Qui¨¦n har¨¢ los contratos el a?o que viene, el empresario o las cooperativas?". "?Puedo volverme antes de acabar el contrato?". "?Cu¨¢ntas veces hay que venir para pedir la residencia en Espa?a?". "?Nos pueden devolver a Ruman¨ªa antes de acabar la campa?a?"
Las preguntas las lanzan un grupo de nueve jornaleras rumanas que trabajan desde febrero en la fresa de Huelva. Las reciben representantes del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), del Sindicato Unitario, de la Confederaci¨®n General del Trabajo (CGT), de la Asociaci¨®n Pro Derechos Humanos y de otras organizaciones no gubernamentales. La semana pasada se reunieron en el local sindical del SOC en Mazag¨®n, una de las localidades onubenses que cada ocho meses ve c¨®mo sus calles se llenan de otros idiomas, rasgos y pa¨ªses. Ellas quer¨ªan conocer sus derechos y las organizaciones sindicales quer¨ªan saber cu¨¢les son sus problemas.
Este a?o, los productores de fresa han vuelto a recurrir a los contratos en origen, una f¨®rmula que pretende cubrir las necesidades de mano de obra e intentar reducir la avalancha de inmigraci¨®n ilegal en busca de un tajo. Para la campa?a de 2004, se han contratado unos 21.000 extranjeros de la Europa del Este. La mayor¨ªa son mujeres rumanas o polacas.
Pero, aunque a un espa?ol le puedan confundir los rasgos -aparentemente similares- de las jornaleras de Ruman¨ªa y Polonia, la realidad es que hoy no es lo mismo trabajar en la fresa si se es de un pa¨ªs u otro. As¨ª lo reconoce Jos¨¦ Manuel Romero, presidente de Freshuelva, una de las tres asociaciones de productores con representaci¨®n en la provincia: "Con Ruman¨ªa las contrataciones son muy pesadas, hay una burocracia enorme... Su burocracia es muy lenta. Con Polonia no ocurre lo mismo". Romero considera que esta es la raz¨®n por la que las trabajadoras rumanas que est¨¢n en la campa?a no disponen de un contrato traducido a su lengua. Es decir, trabajan sin conocer exactamente cu¨¢les son sus derechos y obligaciones. "Las polacas s¨ª tienen el contrato en su idioma", afirma el responsable de Freshuelva: "En el caso de Ruman¨ªa, su Administraci¨®n es la responsable de la traducci¨®n".
Al margen de qui¨¦n se deber¨ªa hacer cargo de un tr¨¢mite tan sencillo como el de traducir un contrato, Jorge Garc¨ªa, uno de los dos asesores sindicales en la campa?a de la fresa que tiene el SOC en la zona, considera que esta situaci¨®n provoca abusos por parte de algunos empresarios. "Hemos visitado m¨¢s de 25 fincas con problemas". Problemas como el hacinamiento de las trabajadoras en naves no acondicionadas; los insultos y empujones a las jornaleras; la prohibici¨®n de salir por las noches -llegando incluso a vallar las residencias de las inmigrantes-; la retenci¨®n del pasaporte... Problemas como los que contaron la pasada semana las jornaleras rumanas en la reuni¨®n de Mazag¨®n.
Jos¨¦ Manuel Romero, presidente de Freshuelva, no niega que haya abusos por parte de algunos empresarios: "Cuando los hemos conocido, lo hemos rechazado y hemos dicho que son ilegales
". Pero considera que son "habas contadas", que "son casos puntuales". Jorge Garc¨ªa, del SOC, no opina lo mismo: "Llevamos trabajando desde antes del inicio de la campa?a y el problema es m¨¢s grande de lo que pens¨¢bamos (...). Es una conducta generalizada". El SOC ya ha presentado varias denuncias ante la Inspecci¨®n de Trabajo. El presidente de Freshuelva considera que esto es una simple t¨¢ctica: "Al SOC no le damos credibilidad, no tienen representatividad e intentan hacerse un hueco a base de esc¨¢ndalos (...) Me preocupar¨ªa m¨¢s si las denuncias las hicieran otras organizaciones sindicales".
Viaje a los pl¨¢sticos
Ella no quiere que su nombre aparezca en ning¨²n peri¨®dico; tiene miedo a que tomen represalias y a que no la llamen el pr¨®ximo a?o para trabajar. Ella fue una de las asistentes a la reuni¨®n de la semana pasada. Esta rumana cuenta que tuvo una rotura de ligamentos mientras trabajaba en el campo y todav¨ªa no le "han pagado nada". "Cuando protestas es peor, te dejan tres d¨ªas sin trabajar [y sin cobrar]", se queja.
La historia de esta jornalera rumana es muy parecida a la del resto de sus compatriotas en Huelva. Un buen d¨ªa, esta campesina ve en la televisi¨®n que est¨¢n pidiendo gente para trabajar en Espa?a, en una peque?a provincia fresera del Sur. Considera que es una buena oportunidad para ganar algo de dinero y decide acercarse al consulado. All¨ª, un grupo de representantes de Asaja, COAG y Freshuelva se encargan de la selecci¨®n.
Ella encajaba en el perfil: mujer entre 20 y 40 a?os, no estaba "gorda o embarazada" y ten¨ªa estudios medios. En apenas unos minutos, firma un precontrato. Otra de las jornaleras rumanas cuenta que no tienen "tiempo de leerlo" y que "s¨®lo informan del horario y del sueldo [30,5 euros al d¨ªa]".
En febrero, las seleccionadas cogen un autob¨²s y dejan atr¨¢s casas, familias y una deuda de 300 euros. Por delante, cuatro meses recolectando fresas y, si tienen buena suerte, un propietario que no las trate mal: "Los empresarios no se escogen, como pasa con los padres", cuenta otra de las jornaleras que, pese a todo, quiere volver el a?o que viene.
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