Azuzador
La legislatura se inicia bajo la advocaci¨®n del consenso como m¨¢gico elixir capaz de cerrar nuestras heridas pol¨ªticas. Pero creo que conviene ser esc¨¦pticos al respecto. El consenso debe limitarse a pactar s¨®lo las reglas de juego, pues si se extiende a pactar los resultados se convierte en espurio pasteleo. Conviene recordarlo porque el mandato de Zapatero va a estar presidido por la reforma de las reglas de juego, precisamente: Constituci¨®n, Senado, Estatutos catal¨¢n y vasco... Para llevar a cabo tales reformas, se necesitar¨¢ un amplio consenso mayoritario. Pero para poder obtenerlo se corre un doble peligro. De un lado est¨¢n los nacionalistas catalanes y vascos, que pondr¨¢n un precio al consenso en forma de reivindicaciones soberanistas o confederales, contrarias al esp¨ªritu de la Constituci¨®n. Y pagar un precio semejante en aras del consenso ser¨ªa ceder al espurio pasteleo. Pero es que, en el otro cuerno del dilema, acecha la feroz oposici¨®n de Acebes y Rajoy, siempre azuzados desde la sombra por su patr¨®n Aznar, que les instigar¨¢ a que ejerzan sin complejos su f¨¢ctico poder de veto.
Es in¨²til esperar ning¨²n patriotismo del Partido Popular, pues har¨¢ todo cuanto est¨¦ en su mano para cobrarse la deshonrosa derrota sufrida el 14-M. Y para ello cuenta con un arma infalible, que es su capacidad de vetar cualquier posible reforma constitucional que exija su expl¨ªcito consenso. Zapatero conf¨ªa mucho en el poder del di¨¢logo para convencer a la oposici¨®n de que, por puro patriotismo, deber¨ªa consentir unas reformas tan prudentes. Pero ya puede imaginarse lo que le responder¨¢n. Esta semana hemos podido ver la respuesta de Acebes ante el fracaso europeo de la ministra de Agricultura como prueba de que el PP no le dar¨¢ al Gobierno ni un d¨ªa de tregua, hurt¨¢ndole los cien que por cortes¨ªa le eran debidos. De modo que ya empiezan avisando de que su estilo de oposici¨®n ser¨¢ tal como fue la ejecutoria de Aznar: al enemigo ni agua, aunque le asista la raz¨®n.
En Acebes era de temer, dada su condici¨®n de secuaz de Aznar. Pero Rajoy es otra cosa, y cabr¨ªa esperar de ¨¦l mayor patriotismo y sobre todo mayor sentido de la responsabilidad, dada su probada trayectoria de gobernante ecu¨¢nime. ?Ser¨¢ capaz de acceder al imprescindible consenso que se necesita de ¨¦l? Cuando Zapatero se lo pregunt¨® en el debate de investidura dio la callada por respuesta. Y cabe dudar de que lo haga, si se sigue comportando como un mandado de Aznar. Pues aqu¨ª est¨¢ el problema, precisamente: en que Aznar no se ha ido, sino que se queda entre nosotros, azuzando a los suyos desde la sombra para enconar los conflictos hasta hacerlos insolubles. Acaba de verse tambi¨¦n ahora, con su patri¨®tica llamada a Bush para seguir erosionando la pol¨ªtica exterior espa?ola. Lo mismo har¨¢ desde la FAES (siglas que recuerdan a Falange Espa?ola), desde su tribuna en Georgetown University o desde sus colaboraciones en The Wall Street Journal. Y con Aznar azuzando no hay consenso que valga.
Curiosa carrera la de Aznar, el azuzador, hasta ahora presidida por la obsesi¨®n de medirse con su envidiado predecesor para tratar de superarle. Y finalmente ha conseguido un ¨¦xito completo, en un caso chocante de vidas paralelas. Primero le suplant¨® con malas artes, manipulado la opini¨®n p¨²blica. Luego intent¨® enmendar su obra con regresivas contrarreformas, invirtiendo el signo de la pol¨ªtica exterior. Despu¨¦s abus¨® de su mayor¨ªa absoluta en una medida muy superior a la de su predecesor. Y por ¨²ltimo, ha perdido el poder con mayor deshonor todav¨ªa, tras una derrota no tan dulce como la de aqu¨¦l, sino mucho m¨¢s amarga. Por eso ahora, una vez jubilado anticipadamente, tambi¨¦n parece obsesionado por imitarle, dedicando su vida a tratar de justificarse a trav¨¦s de la venganza contra su sucesor. Triste destino, el de la Presidencia del Gobierno en la democracia espa?ola, instituci¨®n saturnal que, como suced¨ªa con la revoluci¨®n, devora a sus propios hijos, a juzgar por los precedentes de Su¨¢rez, de Gonz¨¢lez y de Aznar. ?Sabr¨¢ escapar Zapatero a tan tr¨¢gica maldici¨®n?
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