Un planeta salvaje, pero menos
?C?MO NOS SENTIR?AMOS los humanos si no fu¨¦semos m¨¢s que animales de compa?¨ªa de otra raza? El ins¨®lito planeta Yagam est¨¢ habitado por los Draags, una raza alien¨ªgena humanoide de gigantes de 12 metros de estatura, piel azulada (sin parentesco con los Pitufos) y rojizos ojos saltones. Unos seres avanzados e inteligentes que llevan una pl¨¢cida existencia dedicada a la meditaci¨®n. Poseen unos peque?os animales dom¨¦sticos: los Oms, descendientes de la raza humana llevados a un estadio de involuci¨®n. Son el contrapunto de una sociedad id¨ªlica, regida mediante un admirable sistema de democracia asamblearia.
La historia se centra en la relaci¨®n que se establece entre Tiwa, una ni?a draag, y Terr, un beb¨¦ om. Algo que nos lleva, de entrada, a reflexionar acerca del tratamiento que damos a nuestras mascotas: simples juguetes a los que hacemos sufrir para divertirnos... Una met¨¢fora expl¨ªcita de conceptos como la esclavitud y la superioridad de las razas, a¨²n vigentes, planteada por el filme galo-checo de animaci¨®n El planeta salvaje (1973), dirigido por Ren¨¦ Laloux con dibujos de Roland Topor. Premio especial del jurado de Cannes en 1973, el filme est¨¢ basado en la novela Oms en s¨¦rie (1957), de Stefan Wul. Este peculiar escritor franc¨¦s de ciencia ficci¨®n, que public¨® el grueso de su obra (11 novelas) en s¨®lo tres a?os (1956- 1959), vio adaptada tambi¨¦n otra novela al cine de animaci¨®n: Ma?tres du temps (1982), bajo la direcci¨®n del mismo Laloux y la participaci¨®n del reconocido dibujante Moebius.
Los j¨®venes draag no acuden a la escuela sino que son educados en sus viviendas, mientras sus ancestros se entregan a la meditaci¨®n mediante una especie de receptores que graban las ense?anzas en su cerebro. Aunque, de momento, desconozcamos su fundamento ni si ver¨¢ alg¨²n d¨ªa la luz un dispositivo similar, el m¨¦todo ser¨ªa una versi¨®n sofisticada de esos fraudulentos reclamos publicitarios que, por ejemplo, aseguran el aprendizaje de un idioma mientras descansamos relajadamente sin m¨¢s que prestar atenci¨®n (o ni eso) a la voz que recita la lecci¨®n a trav¨¦s de unos auriculares.
Aprender sigue siendo, todav¨ªa, una de las cosas que requieren esfuerzo individual. A la par que su ama draag, el om Terr recibir¨¢ tambi¨¦n, de forma accidental, su misma educaci¨®n. Acabar¨¢ por comprender la historia y la tecnociencia desarrollada por esa raza dominante avanzada.
No existe nada mejor para comprender al enemigo que conocerlo y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, acabar pensando como ¨¦l, identificarse con ¨¦l (ser ¨¦l). Terr conseguir¨¢ as¨ª unificar la resistencia om para hacer frente a la supremac¨ªa de los draag... hasta lograr alcanzar la igualdad para su raza.
Un mensaje optimista para los tiempos que corren: especies (inteligentes, claro) por muy diferentes que sean, pueden llegar al entendimiento. ?Planeta salvaje? Quiz¨¢, pero menos.
Desde el punto de vista de la animaci¨®n, el filme no resiste la comparaci¨®n con las almibaradas, aunque t¨¦cnicamente impecables, producciones de la Disney ni con el sentido del ritmo del omnipresente manga japon¨¦s.
Aunque muy elaboradas, las t¨¦cnicas de animaci¨®n a partir de dibujos de trazo simple y figuras est¨¢ticas y planas resultan rudimentarias. Buena muestra de la escuela checoeslovaca de animaci¨®n que ha alcanzado el reconocimiento, pero no la proyecci¨®n medi¨¢tica que se merece. Sin embargo, los entornos, la ambientaci¨®n y la ilustraci¨®n de los paisajes resultan impresionantes: todo un banquete para los sentidos. Destaca la asombrosa biolog¨ªa alien¨ªgena presentada con animales y plantas de estructuras y formas que recuerdan a las surrealistas creaciones dalinianas. Dan cuenta de las sorprendentes apariencias que los seres vivos pueden llegar a tener en otros h¨¢bitats planetarios.
Tuvimos la oportunidad de seleccionar y presentar este filme en la Filmoteca de Catalu?a con motivo de las actividades enmarcadas bajo del sugerente t¨ªtulo Suturas y fragmentos. Cuerpos y territorios en la ciencia ficci¨®n, organizado recientemente por la Fundaci¨®n Antoni T¨¤pies en Barcelona. Una obra original e incomparable de cine de animaci¨®n para adultos (?alguien dijo que los dibujos animados eran s¨®lo cosa de ni?os?) a la que los a?os transcurridos no han hecho m¨¢s que depositar esa p¨¢tina de irrepetibilidad que s¨®lo conservan las obras cl¨¢sicas. Un ejemplo m¨¢s de que arte, ciencia, imaginaci¨®n y reflexi¨®n social pueden ir parejos.
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