Las pajitas de pl¨¢stico y el hijo de Elon Musk: lo personal es pol¨ªtico si vende identidad amenazada
El magnate ya us¨® a su hijo en 2023 en su primer salto hacia la ultraderecha, que construye su base agitando agravios sobre un pasado mejor que quiz¨¢ nunca existi¨®
Usted es capaz de leer estas l¨ªneas a pesar de tener el cerebro lastrado por una cucharada entera de micropl¨¢sticos. El 0,5% de su materia gris contiene ese derivado degradado del petr¨®leo. Es el resultado del ¨²ltimo y espeluznante estudio sobre c¨®mo tenemos el organismo lleno de pl¨¢sticos descompuestos: estas part¨ªculas se han colado en nuestra sangre y se acumulan en la materia gris en vol¨²menes inquietantes. Los humanos tenemos una relaci¨®n complicada con los pl¨¢sticos: hemos inundado el planeta y nuestros organismos con ellos porque la industria petrolera impone su ubicuidad. Y como nos hemos pasado, prohibimos las pajitas. Es muy com¨²n encontrarse en redes sociales, en cuentas de extrema derecha, paisajes inundados de residuos o ricachones haciendo ostentaci¨®n de sus yates acompa?ados del mensaje ¡°pero el planeta te lo est¨¢s cargando t¨² por usar pajitas¡±. En el fondo, no nos enga?emos, esa dicotom¨ªa populista funciona.
Y lo ha recogido Donald Trump en uno de sus ¨²ltimos decretazos: cargarse las pajitas de papel. ?Es simb¨®lico, forma parte de la guerra cultural? Obvio, como tambi¨¦n lo era la decisi¨®n previa contra las pajitas de pl¨¢stico. Serv¨ªa para concienciar, pero ¡°el rumbo del mundo y del cambio clim¨¢tico no cambia por usar o no pajitas de cart¨®n¡±, como le dice el divulgador Andreu Escriv¨¤ a mi compa?era Francesca Raffo en esta estupenda pieza explicativa, en la que demanda acciones serias y estructurales contra el pl¨¢stico que acompa?en a lo discursivo. La gente, en todo el mundo, se muestra dispuesta a realizar concesiones para evitar que el planeta se degrade m¨¢s todav¨ªa. Pero a unos se nos deshace el cart¨®n de la pajita en la boca mientras las petroleras siguen vampirizando las entra?as de la tierra. Lo personal es pol¨ªtico, como dec¨ªan las feministas de la segunda ola, y como entienden los populistas de derechas del siglo XXI.
El mismo d¨ªa que Trump firmaba contra las pajitas de papel, tambi¨¦n se dej¨® acompa?ar en el Despacho Oval por Elon Musk y su hijo X ? A-12, protagonista indiscutible del evento. Se ha interpretado como algo simb¨®lico, l¨®gicamente: Musk quiere vender su imagen de padre, reivindicar la familia numerosa old school. El magnate y asesor hablaba mientras el peque?o X, sobre sus hombros ¡ªpor cierto, Elon, de padre a padre: ya tiene casi 5 a?os, no le acostumbres que te rompes la espalda¡ª, apenas le dejaba hablar apretando su gorra de dark MAGA. Pero la primera vez que X apareci¨® en un acto pol¨ªtico a los hombros de su padre fue en Roma en 2023. Era nada menos que el festival de los posfascistas de Giorgia Meloni, su primer gran salto f¨ªsico hacia la extrema derecha. All¨ª fue expl¨ªcito sobre el simbolismo de subir a su hijo al estrado: demand¨® ¡°tener hijos para crear una nueva generaci¨®n¡± porque ¡°la inmigraci¨®n no puede resolver la ca¨ªda demogr¨¢fica¡±. B¨¢sicamente, coloc¨® ese mensaje que le fascina, el de que los inmigrantes van a reemplazar a los blancos. ¡°Haced m¨¢s italianos para salvar la cultura de Italia¡±, resumi¨®. Su hijo, var¨®n y blanco, como met¨¢fora esperanzadora. Lo personal es pol¨ªtico.
En aquella fiesta de los Hermanos de Italia salud¨® a Santiago Abascal (se har¨ªan un saludo romano, porque estaban en Roma), el ¨²ltimo l¨ªder ultra que ha organizado en Europa un sarao para sus compa?eros de armas. El de Madrid fue un festival trumpista ¡ª¡°Make Europe Great Again¡±¡ª en el que blandieron las mismas banderas que el presidente de EE UU, como que solo hay dos sexos, ¡°hombre y mujer¡±. Eso dec¨ªa la orden ejecutiva refrendada por Trump contra las ni?as trans, la ¨²nica de las docenas que ha firmado en la que se hizo acompa?ar por una multitud¡ De ni?as y mujeres. A esa firma tambi¨¦n pudo acudir Musk con una hija, Vivian, que transicion¨® en 2022. Pero no lo hizo porque el billonario dice que su ¡°hijo est¨¢ muerto, asesinado por el virus mental woke¡±. Ella respondi¨® que Musk ya antes de todo eso era un mal padre, fr¨ªo, narcisista e iracundo, que la rega?aba por ser femenina. Vivian transicion¨® cuando cumpli¨® 18 a?os porque su padre la rechazaba como es. Y por eso se legisla teniendo en mente ese tipo de circunstancias. Lo personal es pol¨ªtico.
Cuando all¨¢ por la prehistoria la diputada de Podemos Carolina Bescansa llev¨® su beb¨¦ al Congreso, tratando de visibilizar ese lema de las feministas, el tiro le sali¨® por la culata. Recibi¨® innumerables cr¨ªticas, la propia Bescansa no pudo explicarse en los medios, que prefirieron dar el micro a sus cr¨ªticos, y no se gener¨® el debate sobre la conciliaci¨®n que ella buscaba. Lo cuento porque no siempre logra elevarse la an¨¦cdota personal a categor¨ªa pol¨ªtica: parece que hoy solo es leg¨ªtimo reivindicar que lo personal es pol¨ªtico si vendes identidad amenazada. La derecha lo intenta permanentemente. Isabel D¨ªaz Ayuso es una experta: lo hizo con las Navidades amenazadas por ¡°las fiestas¡±, e incluso reivindic¨® unos atascos id¨ªlicos que nos definen como madrile?os. Se insiste con el uso del coche sin restricci¨®n, el consumo de carne roja, el chorro de aire acondicionado, las chucher¨ªas, la familia normal¡ Embarran el debate y afianzan a sus bases agitando agravios a partir de mensajes simples sobre un pasado mejor que quiz¨¢ nunca existi¨®: como las pajitas o Mariano Rajoy con los tapones de rosca. Nuestra identidad de toda la vida, la forma natural de hacer las cosas, amenazada por la deformidad artificial de la agenda progresista.
Pero ojo, Trump tiene raz¨®n con las pajitas de pl¨¢stico, que sin duda no son las culpables de que nuestras cabezas se llenen de micropl¨¢sticos, ni de que los refugiados clim¨¢ticos llamen a las puertas de los pa¨ªses ricos. Y por eso su mensaje cala: en redes se habla de que solo Abascal podr¨ªa conseguir una victoria similar en Espa?a. Para eso quieren a un presidente autoritario, para meterle mano a un problema existencial como el de las pajitas. N¨®tese la iron¨ªa: la apisonadora de Trump no es tal, como explica Ezra Klein. Saca adelante decretos rid¨ªculos, como el del golfo de Am¨¦rica, mientras no se atreve a llevar leyes al Congreso y las cuestiones sustanciales se estancan judicialmente, se aplazan e incluso se retiran.
Como explican de maravilla las divulgadoras de Climabar, los partidarios de actuar frente al calentamiento no tenemos que ser santos ni aceptar ese discurso que pone toda la presi¨®n encima del individuo. Porque a la gente le duele en sus carnes el doble rasero y termina cargando contra las pol¨ªticas clim¨¢ticas. Al beber, nosotros mascamos papel y chocamos la nariz con el tap¨®n, mientras en algunos despachos presidenciales se grita ¡°drill, baby, drill¡± para dar patente de corso a las petroleras. No les regalemos victorias ni en la charla del bar y dig¨¢moslo bien alto: las pajitas de cart¨®n son una mierda y es una maravilla llevar personitas sobre hombros. Porque lo personal es pol¨ªtico, pero a ellos les da igual ser hip¨®critas.
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