Contrabaj¨ªsimo
El contrabajo es uno de esos instrumentos que tienen algo de imposibles, como la tuba, pongamos por caso. Amar a un contrabajo, tocarlo de todas las formas posibles, quererlo f¨ªsicamente, moverlo como una pluma, es lo que hace Stefano Scodanibbio en Valentina, de Jacob Druckman. Por ah¨ª empez¨® su recital madrile?o y ah¨ª dej¨® claro que el m¨¢s grave de los miembros de la familia de las cuerdas puede ser tambi¨¦n el m¨¢s sutil, el m¨¢s agradecido de los objetos sonoros.
Scodanibbio se ha especializado en el repertorio contempor¨¢neo y los m¨¢s grandes creadores de hoy escriben para ¨¦l. Por ejemplo, el mexicano Julio Estrada. Tras sus hermosas Canto alterno y Yuunohui'nahui -donde aparecen las sombras de Berg y de Britten-, lleg¨® la sobrecogedora Miqi'nahual. El contrabajo sobre una mesa con faldas, a modo de catafalco, pues lo que representa es el cuerpo de Juan Preciado en Comala -Estrada prepara nada menos que una ¨®pera sobre Pedro P¨¢ramo, de Juan Rulfo-.
M¨²sica de Hoy
Stefano Scodanibbio, contrabajo. Obras de Druckman, Sciarrino, Scodanibbio y Estrada. Auditorio Nacional. Madrid, 27 de abril.
El int¨¦rprete lo pulsa con dos arcos, uno sobre las cuerdas, el otro sobre aqu¨¦l, extrayendo sonidos que llegan de otro mundo, que observan ¨¦ste y que se pierden de nuevo en lo lejano hasta que un coral salvador -manes de Bach- aparece en forma de redenci¨®n por el silencio. Es la escucha de lo que parece un cad¨¢ver, la disecci¨®n de lo que semeja un instrumento. Y es dif¨ªcil pensar en una m¨²sica m¨¢s emocionante, m¨¢s cercana a la realidad que describe. A su lado, el resto de la tarde palidec¨ªa. Un concierto memorable, de ¨¦sos que abren los ojos. Algunos lloraban.
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