La pasi¨®n invisible

Las coproducciones siempre conllevan problemas de reparto y El a?o del diluvio es un ejemplo. Se ha otorgado el papel protagonista (una monja espa?ola de la posguerra) a la francesa Fanny Ardant, con unas caracter¨ªsticas faciales radicalmente alejadas de lo que se espera del personaje. Adem¨¢s, como Ardant no habla espa?ol, ha sido doblada y se ha encargado el trabajo a una voz tan reconocible como la de Mercedes Sampietro. ?Puede alguien centrarse en la historia de una monja observando un rostro retocado por la cirug¨ªa y escuchando una voz tan identificable pero en boca de otra persona?

Con independencia de esta objeci¨®n, El a?o del diluvio aglutina una correcci¨®n formal muy de agradecer (habitual en Ch¨¢varri) y una frialdad narrativa mucho m¨¢s discutible. El gui¨®n, escrito por el director y Eduardo Mendoza, autor del libro en el que se basa la pel¨ªcula, cojea por m¨²ltiples flancos. Las escenas en las que se intenta demostrar que la monja es una especie de p¨¢jaro enjaulado son demasiado ingenuas, caso de la canci¨®n que tararea durante la siesta del se?orito o, sobre todo, del momento en el que juega con la raqueta de tenis. Por otro lado, el romance entre la religiosa y el cacique se produce m¨¢s porque no hay m¨¢s remedio que porque sus acciones les hayan llevado a ello. Nunca se advierte el irrefrenable deseo de dar rienda suelta a su sexualidad. En un ejercicio de imaginaci¨®n, incluso se puede llegar a entender esta aventura, pero lo que es incomprensible es la secuencia entre Ardant y Gin¨¦s Garc¨ªa Mill¨¢n en la caba?a de los maquis. Una ausencia de credibilidad que termina adue?¨¢ndose de toda la pel¨ªcula.