Blasfemia, escatolog¨ªa
Un t¨ªtulo provocador que ha conseguido sus prop¨®sitos hasta cierto punto: ha levantado el esc¨¢ndalo, sobre todo familiar, pero de una familia que trasciende a la pol¨ªtica (la presidenta de la Comunidad de Madrid es cu?ada del autor, y ha protestado seriamente) y, por lo tanto, ha pasado a los peri¨®dicos, que se manifiestan generalmente a favor de la libertad de expresi¨®n y contra cualquier represalia.
Todo es peque?o: la obra es un di¨¢logo, el di¨¢logo es corto, se exhibe en un tabuquito dif¨ªcilmente accesible del C¨ªrculo de Bellas Artes donde no caben m¨¢s de cincuenta personas y, en fin, la blasfemia inicial es muy frecuente entre espa?oles col¨¦ricos y antes estaba castigada en algunas ciudades con la multa de cinco pesetas, seg¨²n se dec¨ªa en carteles pintados en los muros. Otras veces se ha sustituido por la f¨®rmula eufem¨ªstica "me cago en diez", atenuada por la pronunciaci¨®n "cag¨¹endiez". En fin, nada grave. Creo que si la presidenta no hubiese tenido tan estrecho parentesco con el blasfemador, no hubiera mencionado el caso: pero, as¨ª, se aleja de ¨¦l.
Me cago en Dios
De ??igo Ram¨ªrez de Haro. Int¨¦rprete: Fernando Incera. Direcci¨®n: Pedro Forero. C¨ªrculo de Bellas Artes. Madrid.
El monologuito tiene, a mi manera de ver, tres partes. La primera es escatol¨®gica, y trata del estre?imiento, un mal tambi¨¦n muy frecuente entre los espa?oles, y muchas veces llevado a las letras (por Quevedo: "No hay placer m¨¢s descansado / que despu¨¦s de haber cagado"), que no s¨¦ si terminar¨¢ de resolver la dieta mediterr¨¢nea. El autor-protagonista culpa a Dios y expresa su deseo; y Dios le contesta, y hay una conversaci¨®n del actor ¨²nico que hace los dos papeles. Hago constar que la palabra "escatolog¨ªa" tiene en espa?ol dos valores extra?amente unidos: uno es el conjunto de creencias sobre la vida de ultratumba, y el segundo el de tratado de cosas excrementicias: el autor une los dos conceptos.
La segunda parte es un alegato contra las religiones y contra los diversos dioses a los que se adora de alguna forma, y que tantas veces -y ahora mismo- presiden formas de matar, guerras y torturas: estoy de acuerdo con el autor.
La tercera tiene como personaje acusado a Santa Catalina de Siena, a la que considera copr¨®faga. S¨¦ poco de ella, aunque es cierto que le preocupaban no s¨®lo las cosas del alma, sino tambi¨¦n las del cuerpo, como dec¨ªa repetidamente. O sea, como a todo el mundo. A m¨ª me interesa tambi¨¦n la Quina Santa Catalina, buen depurador del est¨®mago y estimulador del apetito.
Con todo, el mon¨®logo dura 45 minutos; est¨¢ bien escrito, a veces tiene giros po¨¦ticos, y el actor lo interpreta con vehemencia y con la intenci¨®n justa de cada palabra, todo lo cual fue aplaudido insistentemente por el p¨²blico que llenaba el tabuco o retrete ("cuarto peque?o en la casa o habitaci¨®n, destinado para retirarse", Academia) del C¨ªrculo. Como cr¨ªtica contra la o las religiones y sus representantes, me pareci¨® insuficiente.
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