Tupperware revisitado
Estoy en lo que ser¨ªa una reuni¨®n de Tupperware, s¨®lo que, en lugar de tupperwares, los admin¨ªculos que se venden son sexuales. El encuentro no es en casa de una se?ora que adem¨¢s pone el caf¨¦ y las pastas, sino en el Bagdad, el local porno del Paral.lel. Las clientas y compradoras son un grupo de mujeres simpatiqu¨ªsimas, de entre 35 y 60 a?os. En el escenario donde cada noche se practica la c¨®pula hay una mesa con todo el g¨¦nero en exposici¨®n, de la casa Harmony Love. Mientras ellas toman asiento y piden copitas de cava, el representante de Harmony Love me ense?a algunos aparatos. Como los due?os de sex-shop, insiste en que coja las cosas y, cuando lo hago, me mira con cara impasible pero expectante. Yo hago mi papel de avergonzada. "Esto es un vibrador con mando a distancia", me aclara. "Imag¨ªnate que est¨¢s en el restaurante de lujo", me explica. "Cuando el camarero te trae el plato, tu pareja lo pone en marcha, y ?qu¨¦ har¨¢s t¨²?". Pero si cualquier vendedor del mundo est¨¢ obligado a decir la frase "en casa usamos el mismo modelo", ¨¦l no va a ser menos. Coge una botella de lubricante y me suelta: "Esto te lo lubrica todo, te lo digo porque yo lo prob¨¦ en una puerta que chirriaba y ahora va como una seda".
Reuni¨®n en la sala Bagdad. En el escenario donde cada noche se practica la c¨®pula hay una mesa con admin¨ªculos para el sexo
En la barra del bar est¨¢ Juli¨¤ Peyr¨® (que en TV-3 hac¨ªa esa gran secci¨®n llamada La casa dels famosos) con su c¨¢mara al hombro. A su lado, dos reporteras del Entre l¨ªnies, Andrea y Mari ?ngels. Un hombre le pide una coca-cola light al camarero y, mientras espera, juguetea con un manojo de llaves que le cuelga del cuello. Como su estatura es la de un ni?o de cinco a?os, el camarero sale de su puesto para darle la bebida. Las se?oras ya est¨¢n sentadas frente al escenario y hablan con desenvoltura. "De vegades anem a veure exposicions i de vegades fem coses com aquesta", me cuentan, "que aix¨° a la nostra ¨¨poca estava prohibit. Estem avan?ats segons per a qu¨¨, i segons per a qu¨¨, no".
Y entonces aparece Marlon y se hace el silencio. Marlon es argentino, musculado y act¨²a cada noche en el Bagdad. Viste pantal¨®n negro, calza zapatos con punta met¨¢lica y no lleva camiseta. En fin, para describir a Marlon, ?qu¨¦ pobres resultan las palabras! "?Juani, nos vestimos?", pregunta una de las pupilas a la jefa del local. Mientras, Marlon me cuenta que hace muy poco que se dedica al porno, que en Argentina era actor y striper. "Empezamos, que las chicas est¨¢n nerviosas", ordena Juani. Marlon sube al escenario. A su lado est¨¢ Fernando, otro tremendo actor, y tres actrices, sobre las que me ahorrar¨¦ comentarios envenenados. Juani coge el micro, nos recuerda que somos todas amigas y que podemos preguntar lo que queramos, porque las amigas est¨¢n para eso. Empieza la demostraci¨®n. Los cinco actores van cogiendo aparatos de manera aturullada y los muestran a la concurrencia. Juani, mientras, ejerce de maestra de ceremonias: "?Ay! El preservativo. Nombramos el preservativo y los hombres nos rechazan, ?verdad? Por eso, aqu¨ª tenemos preservativos con ?luces! Con ?olores...! A ver, Marlon, queremos saber a qu¨¦ huele tu preservativo. Ens¨¦?alo para las c¨¢maras, Marlon".
Vemos el "kit de dominaci¨®n", que consta de l¨¢tigo, antifaz y mu?equera, y el periscopio sexual vibratorio, compuesto de lupa de aumento, para observar las interioridades del cuerpo femenino (muy ¨²til para detectar si la mujer en cuesti¨®n lleva una novela dentro). Vemos el vibrador conectado al tel¨¦fono, que se pone en marcha cuando recibes la llamada de tu amante. Luego, admiramos las dos botellas de feromonas (a 42 euros) y el mu?eco hinchable Big John, vestido de vaquero y con una estrella de sheriff en la que se lee: "Marshall of love". En la caja hay un texto aleg¨®rico: "Clava tus espuelas en mis nalgas y vayamos al rodeo". Es de importaci¨®n. Si fuese un producto fabricado en Catalu?a, Big John ser¨ªa un torero y en la chapa de sheriff pondr¨ªa: "El rey del carril bici". El texto de la caja dir¨ªa as¨ª: "Rejon¨¦ame y vayamos juntos a un debate toros s¨ª, toros no". De vez en cuando, una de las actrices se va a un rinc¨®n del escenario y sorbe coca-cola a trav¨¦s de una pajita. "Esto es una boca succionadora", anuncia Juani ahora. "?Puro l¨¢tex! Para cuando no tenemos ganas y nuestro marido s¨ª". Detr¨¢s de m¨ª, el representante de Harmony Love est¨¢ hablando con otro se?or sobre los gustos femeninos en aparatolog¨ªa. "T¨² imag¨ªnate en el restaurante de lujo", le cuenta. Y adivino que hablan del vibrador con mando a distancia. "Pues, cuando llegue el camarero con el plato ella no podr¨¢ disimular...". Me hace gracia que ¨¦sta sea la situaci¨®n que siempre describe.
Marlon se unta la barriga de vaselina con sabor a mango, se acerca a mi rinc¨®n y me pregunta si quiero probar. Pruebo. "?Bueno, a qu¨¦ sabe?", exclama Juani. La verdad es que me recuerda mucho a uno de los platos que prob¨¦ en El Bulli. Pero ?c¨®mo expresarlo con propiedad? Podr¨ªa decir que es una vaselina deliciosamente texturizada, una sinfon¨ªa de sabor que roza la perfecci¨®n y que convierte al se?or de Harmony Love en un dios de la alquimia, en un humorista de la gastronom¨ªa, tanto por el falso mango como por la sorprendente tibieza de la barriga de Marlon, perfumada con contundentes gotas saladas de sudor, lo que le da un toque ir¨®nico al conjunto. "?A qu¨¦ sabe?", insiste Juani. "A poco", suspiro.
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