Jordi Alcaraz muestra su di¨¢logo entre escultura y pintura en San Sebasti¨¢n
La obra de Jordi Alcaraz (Calella, Barcelona, 1963) es un di¨¢logo entre la escultura, la pintura e incluso la literatura. Es una creaci¨®n que hace "dudar de los l¨ªmites de cada cosa, de d¨®nde est¨¢n las fronteras entre una t¨¦cnica y otra", comenta el artista, quien muestra algunas de sus piezas recientes en la Galer¨ªa Altxerri de San Sebasti¨¢n (Reina Regente, 2) hasta principios de junio. Es la primera vez que expone en Euskadi.
Alcaraz inici¨® su trayectoria art¨ªstica en el mundo de la gr¨¢fica, desde el que viaj¨® a la escultura y la pintura, dos disciplinas que mantiene en continua pl¨¢tica, en la que no falta la literatura. "Mis obras surgen de la reflexi¨®n de que lo que en principio tiene que ser, no tiene por qu¨¦ ser as¨ª", dice. Una especie de trabalenguas al que a?ade un ejemplo: "Una l¨ªnea no tiene por qu¨¦ estar condenada a permanecer enganchada en un papel toda su vida".
Y es que ¨¦l hace que las l¨ªneas abandonen la bidimensionalidad, se doblen y contin¨²en desde la superficie del cuadro hacia adentro, para lo que utiliza un espejo que provoca la sensaci¨®n de profundidad, o hacia fuera, vali¨¦ndose, en este caso, de cuchillos. Las piezas son "un juego de enga?os", que obliga al espectador a moverse, a buscar, a hablar con la obra, a plantearse preguntas.
El artista catal¨¢n dibuja en el espacio y est¨¢ interesado en plasmar temas "pl¨¢sticamente poco escult¨®ricos", como pueden ser el sue?o, el tiempo o la literatura. ?C¨®mo se puede convertir una novela en escultura? Alcaraz presenta un peque?o libro y, a su lado, lo que ¨¦l concluye que quedar¨ªa si se exprimiera el texto: una mancha de tinta negra.
Pese a su gusto por las letras, Alcaraz renuncia a calificar sus trabajos como poemas visuales. "No los hago", asegura. "Lo que ocurre es que, aunque no lo parezca, soy muy figurativo y, como el pintor con la modelo, necesito ponerme motivos delante", explica.
Motivos como un cl¨¢sico pict¨®rico: paisaje con figura. Un tema que el autor resuelve con una piedra que hace las veces de paisaje y un charquito de agua roja que representa la mancha a la que quedar¨ªa reducida una persona si la estrujaran. Es una de las pocas piezas en las que aparece el color. Alcaraz prefiere el blanco y negro.
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