El reino del caos
La lluvia multiplica las carencias de los accesos al circuito, convertidos en ratoneras para cientos de conductores
Son las 11 de la ma?ana. Quedan apenas 15 minutos para que se d¨¦ el banderazo de salida al Gran Premio de Espa?a, el orgullo de los organizadores del Mundial, la carrera, seg¨²n sentencian, m¨¢s seguida de cuantas componen el campeonato. Ricardo, de Girona, 34 a?os, acaba de acceder al circuito, al sitio elegido a cambio de 40 euros, la ladera que cae desde el toro de Osborne a la curva bautizada como ?ngel Nieto. Ha salido de Jerez junto a Marta, su compa?era. Tres horas ha tardado en llegar en coche, en recorrer los poco m¨¢s de siete kil¨®metros que separan la ciudad del circuito. "Esto es un esc¨¢ndalo", comenta indignado mientras sus compa?eros de ubicaci¨®n gritan, ondean banderas, hacen la ola. Uno de ellos, Jes¨²s, natural de M¨¢laga, ha pasado la noche all¨ª mismo, en el c¨¦sped, mal resguardado de la persistente lluvia por una fina lona. "?Pero a qui¨¦n se le ocurre venir a esto en coche, colega?", pregunta a su vecino con los ojos vidriosos. "Se tarda menos en llegar de Girona a Jerez que de Jerez al circuito".
A diferencia de Ricardo, no todos llegaron a tiempo. Rug¨ªan ya las motos en la pista pero a¨²n rug¨ªan m¨¢s las bocinas de los veh¨ªculos de cientos de aficionados, atrapados en el monumental atasco de la entrada al circuito, una estrecha carretera de dos carriles, la Nacional 342, que no dio abasto, convertida en una ratonera. Es Jerez, con su distinguido y muy renombrado Gran Premio de Espa?a, un lujo a nivel deportivo, que se desarrolla en un circuito elogiado por aficionados y pilotos, cuyos accesos son indecentes. Y en sus alrededores, pese a la impresionante vigilancia policial, todo vale. Desde viajar en moto sin casco hasta escapar de un atasco en direcci¨®n contraria. O conducir con una mano en el acelerador y la otra sujetando una botella de whisky.
David, de 23 a?os, es jerezano. Lleg¨® al circuito cuando la carrera de 250cc tocaba a su fin. Tard¨® una hora en recorrer los siete kil¨®metros malditos. Era un privilegiado. Iba en moto. "Al menos voy a poder ver a Rossi", comentaba resignado y embutido en una camiseta del italiano "por la que me han soplado 50 euros". "Est¨¢ bien que se gasten 100 millones en arreglar el circuito", reflexiona, "pero ?de qu¨¦ sirve si no arreglan los accesos? Es un problema pol¨ªtico. El circuito es privado y las carreteras p¨²blicas. Esto es inimaginable en Barcelona o Valencia". Pero Daniel lleg¨®. Otros no pudieron decir lo mismo. Alkorta, ex futbolista del Athletic y el Madrid, se dio la vuelta tras hora y media de atasco.
El caos desbord¨® todas las previsiones. La Nacional 342, de por s¨ª estrecha, perd¨ªa espacio por la acumulaci¨®n de coches en la cuneta. Algunos fueron demasiado lejos y el barro acab¨® atrapando sus veh¨ªculos. La alcaldesa de Jerez, Mar¨ªa Jos¨¦ Garc¨ªa-Pelo, orden¨® que los agricultores de los alrededores utilizaran sus tractores para rescatarlos. Ni el 'glamour' del gran premio ni las proezas deportivas pudieron evitar que la imagen que quede sea la de cientos de ilusiones rotas en un atasco.
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