Una sociedad manejada por mentes criminales
Vuelve a la pantalla El testamento del doctor Mabuse, obra medular de Fritz Lang, indispensable en la forja del cine moderno. Procede esta magna obra de 1933 y sigue siendo un estallido de incalculable energ¨ªa expresiva. Es cada giro y cada destello de este legendario filme un roce con las zonas no perecederas del cine. Y recuperamos Mabuse en copia de gran limpieza, la m¨¢s completa de cuantas se conocen de una pel¨ªcula que fue secuestrada y mutilada por la zarpa represiva nazi, y machacada por una maquinaria de destrucci¨®n de ideas, que en su intento de destruirla s¨®lo consigui¨® darle m¨¢s vigor.
Inici¨® Fritz Lang este filme casi casualmente, por encargo, como prolongaci¨®n forzada de su Doctor Mabuse, el jugador, que realiz¨® una d¨¦cada antes, en 1922, y que se convirti¨® velozmente en un modelo de lo que entonces llamaron estilo expresionista. Pero mientras hac¨ªa saltar en el tiempo la aventura de este tal Mabuse, poblador del lado abismal del crimen, Lang intuy¨® que ten¨ªa entre las manos algo m¨¢s que el simple alargamiento de un viejo y brillante filme de intriga y acci¨®n. E introdujo en su revisi¨®n del terror¨ªfico personaje de 1922 una idea dinamitera, que supuso, adem¨¢s del desencadenamiento de un vendaval pol¨ªtico, la creaci¨®n de un acorde formal b¨¢sico de lo que se llam¨® m¨¢s tarde cine negro, uno de los grandes filones del genio del cine, al que Lang aliment¨® de ra¨ªces, como ¨¦stas de su segundo Mabuse, y luego de cumbres, como los grandes thrillers de sus a?os en Hollywood.
Retom¨® Lang en 1932-33 la figura de su doctor Mabuse justo en el punto que la dej¨® en 1922: encerrado de por vida en un manicomio. Y proyect¨® la locura del personaje sobre una visi¨®n impregnada de impulso realista, de puesta en imagen de la vida y la muerte en la naciente Alemania nazi, una sociedad configurada por el pensamiento de un asesino demente.
Introdujo Lang en el equipaje mental de su nuevo Mabuse un goteo de esencias del nazismo, ya instalado en Alemania. Dijo m¨¢s tarde, en 1943, en Nueva York: "El filme quer¨ªa mostrar, como una par¨¢bola, los m¨¦todos terroristas de Hitler, de manera que los esl¨®ganes y las doctrinas de la Alemania nazi fueron puestos en boca de criminales comunes". Su audacia roz¨® la temeridad y, a¨²n sin finalizar su pel¨ªcula, Lang -que acababa de ser propuesto por Josef Goebbels nada menos que para la direcci¨®n suprema del cine alem¨¢n- tuvo que huir apresuradamente de Berl¨ªn para eludir la furia del siniestro ej¨¦rcito de mabuses que dej¨® atr¨¢s, dando zarpazos a su espalda.
Y ah¨ª comienza la leyenda de Mabuse y en gran medida la del propio Lang, que desde las cumbres tr¨¢gicas y l¨ªricas del estilo expresionista salt¨® al cine realista y al cine de combate pol¨ªtico de los a?os treinta con los en¨¦rgicos, geniales pu?etazos de M, su escalofriante filme sobre el asesino de ni?os de D¨¹sseldorf; la ahora rescatada El testamento del doctor Mabuse, y su primer trabajo en Hollywood, Furia, que cierra una portentosa trilog¨ªa, una especie de terremoto cinematogr¨¢fico cuyo epicentro es precisamente El testamento del doctor Mabuse que hoy vuelve a las pantallas abiertas.
Terrible vigencia la de esta genial obra negra. Oscuras reglas de un oscuro juego enlazan la pesadilla de hace casi un siglo, de donde procede, con algo impreciso que se mueve bajo el suelo que ahora pisamos. Algo de aquella alarma de Lang ante una sociedad manejada por criminales sigue sonando hoy de forma obstinada y turbadora.
Babelia
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