La cr¨ªtica en busca del lector
?Para qu¨¦ leer cr¨ªtica? ?No se ha abandonado el cultivo de la rese?a ¨²til en aras de la gacetilla publicitaria de las editoriales? ?No escasea adem¨¢s el ensayo a la manera de Chesterton, Forster, Virginia Woolf, Lionel Trilling o Harry Levin? ?D¨®nde est¨¢ el continuador del Edmund Wilson de El castillo de Axel, del Sartre insuperable de Francis Ponge, del primer Barthes (o del ¨²ltimo), del Deleuze de Proust o de Kafka? Y, en nuestro ¨¢mbito, ?qui¨¦nes prolongan el Eugeni D'Ors de Lo barroco, el Lezama Lima de Mart¨ª, G¨®ngora o Santa Teresa, el Benet de La inspiraci¨®n y el estilo? ?O evocan al Borges de todas sus ¨¦pocas, a la Chacel magn¨ªfica de La confesi¨®n, al Paz de El laberinto de la soledad, a la Mar¨ªa Zambrano de Gald¨®s, al Juan Marichal de La voluntad de estilo, al Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde de Azor¨ªn, al Piglia de Cr¨ªtica y ficci¨®n, al Juan Jos¨¦ Saer de El concepto de ficci¨®n, a la Beatriz Sarlo de Buenos Aires 19201930. Una modernidad perif¨¦rica? ?No tiende actualmente la cr¨ªtica a jerga para especialistas: fil¨®logos, narrat¨®logos, feministas, deconstruccionistas o, peor a¨²n, positivistas de veinte datos y veinte notas al pie por p¨¢gina? ?No es algo incluso m¨¢s deprimente: un conjunto de "m¨¦todos" que perezosos profesores burocr¨¢ticos "aplican" ante aburridos estudiantes?
EL MUNDO, EL TEXTO Y EL CR?TICO
Edward Said
Traducci¨®n de Ricardo
Garc¨ªa P¨¦rez
Debate. Madrid, 2004
431 p¨¢ginas. 22 euros
El libro de Edward Said (19372003), publicado originalmente en 1983, describe en su introducci¨®n el estado de esta cuesti¨®n: el de las pr¨¢cticas de la cr¨ªtica de los ¨²ltimos veinte a?os, incluida la teor¨ªa literaria, cuyo objetivo es precisamente la reflexi¨®n general sobre los modos e instrumentos de la cr¨ªtica en cualquiera de sus variantes. Y aunque no conteste de modo directo las preguntas, en realidad Said no habla de otra cosa: rodea esas interrogaciones, las despliega para transformarlas al tiempo que las cuestiona. De all¨ª que la descripci¨®n de 1983 contin¨²e vigente; hasta cierto punto, ¨¦l la dise?¨®.
Porque ¨¦l fue, con sus obras sobre la relaci¨®n entre el islam y Occidente (Orientalismo es de 1978), uno de los principales protagonistas de la espectacular renovaci¨®n de los estudios literarios que ha tenido lugar en nuestra ¨¦poca. De hecho, no fue su inventor, aunque s¨ª su gran divulgador; Said parti¨® de la obra del gran cr¨ªtico ingl¨¦s Raymond Williams, para llegar a articular lo que hoy se conoce, con inmensa fortuna en Norteam¨¦rica y en sus zonas de influencia directa, como "estudios culturales".
De los movimientos espiralados, envolventes o de fricci¨®n entre el canon y la teor¨ªa literaria en que consisten los diversos art¨ªculos de El mundo, el texto y el cr¨ªtico naci¨® precisamente esta nueva y contestada disciplina. Primero, en Inglaterra, fue una suerte de "historia de la cultura" que Williams y sus colegas consolidaron como sistema de revisi¨®n de muchos conceptos tenidos por eternos, como creaci¨®n o literatura.
Al llegar a Estados Unidos,
los estudios culturales ingleses -pensados como respuesta a la divisi¨®n tajante de las clases brit¨¢nicas y de su sistema educativo- se convirtieron en estrategias de vuelta del rev¨¦s de la tradici¨®n filos¨®fica o literaria de Occidente. A esta flexi¨®n estadounidense -que, a partir de los a?os setenta, uni¨® el neomarxismo con el psicoan¨¢lisis, la cr¨ªtica feminista y la desconstrucci¨®n- Harold Bloom la ha llamado "escuela del resentimiento" porque en ella se insiste en relecturas dr¨¢sticas del papel, la representaci¨®n o la voz de los actores callados o silenciados de la Historia: trabajadores, mujeres, homosexuales, esclavos...
Cabe sin embargo relativizar esta denominaci¨®n: El mundo, el texto y el cr¨ªtico muestra hasta qu¨¦ punto el r¨®tulo general de Bloom es, al menos en este caso, poco adecuado. Porque de los catorce ensayos que componen el libro, cinco se dedican a autores del "canon", como Jonathan Swift, Joseph Conrad, Raymond Schwab o Renan. Y los restantes analizan extensa y l¨²cidamente la colisi¨®n entre las distintas escuelas cr¨ªticas norteamericanas y la teor¨ªa literaria europea, que tuvo lugar a partir de los a?os sesenta, con la llegada de Barthes, Derrida, Lacan, Frantz Fanon o Foucault a la academia estadounidense. Se trata de un an¨¢lisis desde una perspectiva muy peculiar, cuya ¨ªndole el mismo Said ha teorizado: la posici¨®n del perif¨¦rico. En su caso, un palestino cristiano nacido en Jerusal¨¦n, emigrado a Estados Unidos antes de los 20 a?os, autor de una tesis sobre Joseph Conrad, refinado amateur de m¨²sica, abogado infatigable de los derechos de los palestinos, polemista nato.
Esta perspectiva consiste, sobre todo, en ser consciente de ella y hacer de esta consciencia un elemento central de la teor¨ªa. No es casual que Said aprendiera ese movimiento de autorreflexi¨®n -que incluye la posici¨®n del cr¨ªtico como parte del argumento- en Eric Auberbach y en las peculiares condiciones en que el fil¨®logo jud¨ªo alem¨¢n redact¨®, en Estambul, durante la Segunda Guerra Mundial, el que quiz¨¢ sea el libro de cr¨ªtica m¨¢s importante de la segunda mitad del siglo XX: Mimesis-La representaci¨®n de la realidad en la literatura occidental.
Del mismo modo en que, como dice Said, Auerbach alud¨ªa all¨ª a las condiciones en que concibi¨® esta magna suma del "esp¨ªritu europeo" (para usar los t¨¦rminos de la ¨¦poca), aqu¨¦l incorpora a la teor¨ªa el discurso de las condiciones en que se construye ¨¦l mismo su posici¨®n ante la cultura literaria del cambiante mundo occidental en que le toc¨® ser perif¨¦rico. ?sa es su marca. De all¨ª que en los sintom¨¢ticos y fundamentales art¨ªculos del bloque te¨®rico del libro convivan Foucault y los new critics, Gleon Gloud y Paul Ricoeur, Luk¨¢cs y Frye, Paul de Man y Frantz Fanon, Raymon Williams y Jacques Derrida. De estas convivencias surge una visi¨®n apasionada e imprescindible de los m¨²ltiples caminos de la cr¨ªtica que Said prolong¨® m¨¢s tarde en obras tan importantes -aun en sus aspectos discutibles- como Cultura e imperialismo (1993). Y, sobre todo, de las diversas v¨ªas que deben ensayarse para que la cr¨ªtica no pierda sus posibles lectores. La m¨¢s importante, mantener ese enlace problem¨¢tico que el t¨ªtulo del libro propone y que quiz¨¢ constituya todo programa: el texto, cuya especificidad no niega Said, debe ser confrontado por el cr¨ªtico con el mundo; es decir, con la experiencia hist¨®rica y con sus sujetos. En esa confrontaci¨®n entre teor¨ªa e Historia el pensamiento literario construye a sus lectores.
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