El garbanzo negro
Hace dos temporadas esta ganader¨ªa lidi¨® en San Isidro a Guitarrero, toro de feliz memoria, que mereci¨® los honores de la vuelta al ruedo. A la vista de lo ocurrido ayer en esta misma plaza, est¨¢ claro que Guitarrero era el garbanzo negro de la dehesa. ?Qu¨¦ hace un toro bravo como t¨² en un sitio como ¨¦ste?, le preguntar¨ªan sus hermanos, mulos descastados, que, con toda seguridad, lo apartar¨ªan de la manada y arrinconar¨ªan con desprecio. Por aquel entonces ya eran unos j¨®venes mozos estos toros de hoy y, como suele ocurrir, se colocaron de parte de la mayor¨ªa y s¨®lo aprendieron malas artes.
Gloria, pues, para Guitarrero, y suspenso sin derecho a recuperaci¨®n para el ganadero, que vino con una parada de mulos, sin poder¨ªo, sin casta y sin bravura. Est¨¢ claro que los mulos pueden lucir buena percha, pero no poseen codicia, ni fiereza, y algunos hasta se caen presos de absoluta invalidez. Eso fue lo que les ocurri¨® a los toros de Hern¨¢ndez Pla, podridos hasta la desesperaci¨®n.
Hern¨¢ndez Pla / El Fundi, Higares, Escorial
Toros de Hern¨¢ndez Pla, el primero devuelto por inv¨¢lido, bien presentados, blandos, mansos y descastados; el sobrero, del Conde de la Maza, inv¨¢lido y noble. El Fundi: metisaca, pinchazo y bajonazo (silencio); dos pinchazos y estocada baja (silencio). ?scar Higares: media (silencio); pinchazo, media y dos descabellos (silencio). G¨®mez Escorial: pinchazo y bajonazo (palmas); dos pinchazos, estocada que asoma y tres descabellos (silencio). Plaza de las Ventas, 9 de mayo, 2? corrida de feria. Casi lleno.
No fue f¨¢cil la papeleta para ninguno de los tres toreros, porque, aunque descastados, los toros desarrollaron sentido y no permitieron confianzas. Pero debe ser valorada la disposici¨®n de G¨®mez Escorial en su primero, aunque de poco le vali¨® porque ni tuvo oponente adecuado ni ¨¦l fue capaz de canalizar sus propias virtudes. Se fue a la puerta de chiqueros y all¨ª lo esper¨® de rodillas. El toro sali¨® sin br¨ªo, se le acerc¨® y se par¨® a no m¨¢s de un metro. El torero no tuvo tiempo de hacerse el quite y el animal lo atropell¨® y pate¨®, aunque s¨®lo qued¨® con el cuerpo dolorido. El mulo lleg¨® a la muleta sin recorrido y el torero, siempre mal colocado, demostr¨® voluntad. Se vino abajo en el sexto, que luc¨ªa unas perchas terror¨ªficas, impuso su genio en el caballo, recibi¨® una lidia desastrosa, provoc¨® p¨¢nico en banderillas y no tuvo un pase en la muleta.
El valor de G¨®mez Escorial se esfum¨® -la verdad es que no era para menos-, y qued¨® in¨¦dito.
El caso de El Fundi es diferente. Da la impresi¨®n de estar de vuelta y ya queda lejos el torero poderoso y t¨¦cnico de anta?o. Alguien ten¨ªa que haberle explicado hace tiempo que el toreo es justamente al rev¨¦s de como ¨¦l lo ejecuta: con el capote, quietud y la pierna contraria adelante; las banderillas, asom¨¢ndose al balc¨®n, y con la muleta, mando y ligaz¨®n. Pues El Fundi se empe?a en todo lo contrario, y as¨ª no puede ser. Le toc¨® el ¨²nico toro que desarroll¨® una peque?a dosis de nobleza -el sobrero del Conde de la Maza-, y lo tore¨® por naturales sin fundamento alguno, sin dominio ni confianza. Banderille¨® siempre a toro pasado, y en el cuarto, que era tan inservible como los dem¨¢s, se empecin¨® en sus defectos.
La impresi¨®n de ?scar Higares es de ser un torero sin ilusi¨®n. Estuvo sin estar e intent¨® justificarse con pases anodinos y sin estilo. Al final, decepci¨®n y el recuerdo del garbanzo negro en la memoria. ?Qu¨¦ hac¨ªa este toro bravo entre tanto mulo?
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