Primavera
Tengo una duda terrible a la hora de redactar este art¨ªculo. Porque, por un lado, la primavera estalla y el sol est¨¢ entrando ahora mismo de refil¨®n por mi ventana, ese sol renovado que se te mete dentro de la sangre y te emborracha; porque mi perra se ha revolcado sobre la hierba tierna con gozo fren¨¦tico; porque los bancales de las autopistas est¨¢n llenos de florecitas amarillas que durar¨¢n un suspiro; porque tengo ganas de escribir sobre la vida espl¨¦ndida.
Pero, por otro lado, hoy tambi¨¦n he abierto los peri¨®dicos y he visto los rostros tersos, lindos e inocentes de las soldados Lynndie England y Sabrina Harman, dos veintea?eras sonrientes y simp¨¢ticas, dos chicas norteamericanas tan normales, tan del Medio Oeste, tan de pueblo, que seguramente tambi¨¦n han sentido alguna vez c¨®mo la sangre les hierve en primavera y se han emocionado viendo florecitas. Lo malo, lo espantoso, lo siniestro (porque lo siniestro, ya lo dec¨ªa Freud, es la irrupci¨®n del horror en la normalidad) es que, si bajas la mirada a lo largo de las fotos, si desciendes de sus p¨¢nfilas sonrisas de chicas buenas, de reinas de la cosecha de alg¨²n pueblo min¨²sculo, encuentras a sus pies el nudo dantesco e inveros¨ªmil de un pu?ado de cuerpos desnudos, violados, heridos, humillados, un b¨¢rbaro trofeo de hombres quebrados y sufrientes a los que estas princesitas rurales han torturado. Y si esto es posible, si estas casi ni?as han pasado de tomar el pavo de Acci¨®n de Gracias y la tarta de ar¨¢ndanos de la abuelita (y de emocionarse convencional y bondadosamente con la fiesta) a convertirse en s¨¢dicos verdugos de unos pobres iraqu¨ªes indefensos; si han hecho ese largo e inconcebible viaje en un abrir y cerrar de ojos y sin perder la sonrisa, entonces es que es posible todo. El actual Papa ha dicho que el infierno tradicional no existe, y tiene raz¨®n. El infierno es esto. Somos nosotros.
Pero tambi¨¦n el cielo es de este mundo. Por lo menos estas atrocidades se han hecho p¨²blicas. Por lo menos las fotos han producido detenciones y esc¨¢ndalo. Nuestro sistema funciona muy defectuosamente, pero funciona. Por cada Lynndie, por cada Sabrina, hay cientos de personas compasivas. Es decir, existe tambi¨¦n la vida plena. Y la primavera estalla y arden las venas.
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